La rueda del cielo

1 - El centinela de Yule

Al pie de una alta montaña cubierta de nieve, había un pequeño poblado en el que vivía cierta joven de gran amabilidad y que siempre buscaba contagiar con su alegría a los que la rodeaban. Ella era Nanna, una hermosa doncella que siempre se mostraba dispuesta a ayudar, por eso, cuando fue elegida como centinela del amanecer, recibió aquella tarea con gran felicidad.

El centinela del amanecer se elegía entre las doncellas más hermosas y amables del pueblo. Cada año, la elegida debía subir a la montaña, allá había una cueva donde debía permanecer por doce noches manteniendo una hoguera encendida en una festividad que llamaban Yule.

La montaña estaba llena de espíritus, algunos eran buenos, pero otros no tanto. Si el centinela fallaba en su misión, los espíritus más traviesos descenderían de la montaña y traerían muchas desgracias sobre el pueblo por todo un año, pero si lograba mantener el fuego encendido, los espíritus de la luz mantendrían a salvo al pueblo y traerían prosperidad.

Había en la aldea una anciana muy sabia, su nombre era Frigga y durante su juventud, ella también había sido centinela del amanecer, así que se acercó a Nanna para aconsejarla antes de que partiera rumbo a la montaña.

-Debes prepararte bien durante los primeros días -le dijo- porque cuando lleguen las nevadas no podrás salir a buscar más leña. Además, habrá muchos espíritus y algunos llegarán a visitarte. Debes procurar ser siempre amable, pero, ante todo, debes ser muy cuidadosa. Cuando las doce noches hayan pasado y escuches la risa de un niño, sabrás que lo has logrado.

Con aquellas palabras, Nanna comenzó su ascenso hasta llegar a la cueva. El primer día, reunió un poco de leña y encendió la hoguera. Dedicó otros tres días más a acumular las reservas de leña que necesitaría. Por suerte, cerca de la cueva había un bosque con altos árboles sin hojas. El suelo del bosque estaba cubierto de las hojas que habían caído de los árboles y de una fina capa de nieve, pero también había muchas ramas y trozos de leña que servirían para el fuego.

La cuarta noche de yule, un niño apareció frente a la cueva. Nanna sabía que muchos espíritus habitaban en la montaña, pero hasta entonces no se había encontrado a ninguno. El niño tenía el cabello plateado, los ojos muy azules y las orejas puntiagudas. Al verla, sonrió con gran alegría.

-Abrígate bien -le dijo el niño- se acerca la nevada.

Y justo como él dijo, el quinto día inició en medio de una fuerte tormenta de nieve. El frío se colaba incluso al interior de la cueva y Nanna se esforzaba por mantener el fuego encendido a pesar del viento. Cuando llegó la noche, se sentía cansada y estaba por quedarse dormida cuando escuchó un terrible rugido.

Nanna se asomó a la salida de la cueva y observó una horrible silueta que paseaba en medio de la ventisca. Era una criatura grande y peluda, con enormes cuernos, garras y pezuñas. Esa noche no pudo dormir tranquila, pues los rugidos de la bestia se escuchaban por todo el lugar y hacían retumbar la cueva junto al viento frío.

Cuando llegó la mañana, Nanna se sentía rendida y tenía sueño, pero la tormenta se había calmado un poco, lo suficiente para poder salir de la cueva, así que decidió ir por más leña.

Por la noche, vio una silueta pasear cerca de la cueva y se asustó al recordar a la criatura que había deambulado la noche anterior, pero en lugar de eso, apareció una anciana de cabellos grises y ropas gastadas.

Nanna no sabía cómo reaccionar, pero le sonrió con su natural dulzura. La mujer correspondió su sonrisa y se sentó junto con ella.

-Pequeña niña, debes tener mucho frío -le dijo- yo soy Gryla, te haré un poco de compañía para que no te sientas sola.

Nanna agradeció la presencia de la anciana y se puso a conversar con ella, pero conforme pasaban las horas, el cansancio la iba dominando. Gryla, al darse cuenta, le ofreció cuidar el fuego para que ella pudiera dormir un poco. Al principio, Nanna no quería aceptar, pero los ojos se le cerraban y se terminó quedando dormida.

Despertó temblando por la mañana, había un fuerte viento que se colaba desde el exterior, pues la ventisca había regresado y al observar la cueva, descubrió que el fuego estaba casi por completo apagado y Gryla no estaba en ninguna parte.

Desesperada, intentó reavivar las llamas, pero parecía que le habían lanzado nieve a la hoguera para que se derritiera y apagara el fuego, además, toda la leña que había recolectado, ya no estaba.

En medio de la ventisca, Nanna salió de la cueva en busca de más leña. Encontró los trozos que había recolectado dispersos por todo el lugar, debía haber sido obra de Gryla. Nanna había olvidado el consejo que Frigga le había dado, pues le dijo que, ante todo, no olvidara ser muy cuidadosa. Se había dejado vencer por el cansancio y ahora el fuego estaba por apagarse.



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En el texto hay: magia druida magos y brujas, wiccan, rituales

Editado: 05.11.2020

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