La rueda del cielo

4 - La ofrenda de Beltane

En medio de un bosque primaveral y frondoso, apareció una doncella de largos cabellos oscuros y ojos tan verdes como el bosque. Estaba confundida, pues no sabía cómo había llegado hasta allá, sólo recordaba su nombre, Beltane, pero todo lo demás estaba borroso en su mente.

Era obra de los espíritus, que tomaban a una doncella desafortunada y le concedían la posibilidad de un nuevo destino. Pero los espíritus eran traviesos y habían dejado a la doncella sola en aquel lugar. El bosque era un lugar oscuro y peligroso.

En lo profundo de las sombras, un grito horrendo rompió el silencio.

- ¡Apareció ya! ¡Hay que atraparla! -dijo con fuerza una voz horrible y salvaje, como de una anciana furiosa y a ella, contestó un coro de voces igual de terribles.

- ¡Hay que atraparla! ¡Sin ella no puede haber luz! -decían.

Beltane se echó a correr y escuchó las fuertes pisadas que la seguían, una multitud de mujeres con capuchas negras corría tras ella, tenían el aspecto de horribles brujas y le gritaban todo tipo de cosas que la llenaban de miedo. Beltane gritaba que la dejaran en paz, que ella no había hecho nada, pero las brujas no paraban de repetir que debían atraparla antes de que llegara la luz.

Por más que trató dejar atrás a las brujas, no lo consiguió y el corazón de Beltane se llenó de angustia, el bosque la aterraba y casi no había luz, más que los suaves rayos de luna que se colaban entre las ramas de los árboles.

De pronto, se escuchó un sonido diferente, las ramas se agitaron y el suelo tembló. Las brujas gritaron aterradas y un enorme ciervo salió de entre los árboles. La criatura tenía grandes astas y desprendía una brillante luz, a sus lomos llevaba un joven de ojos dorados y cabellera de fuego.

Beltane creyó que la atraparía, pero en lugar de eso, escuchó a las brujas que huían y gritaban.

- ¡Es Belenos, es Belenos! -decían al marcharse.

El joven se acercó a Beltane y cuando todas las brujas se fueron, bajó del ciervo para asegurarse que ella estaba bien. Beltane estaba sorprendida y aún temerosa, pero también estaba agradecida por haber sido librada de las brujas.

El joven, al admirar la profunda belleza de la doncella, cayó enamorado de ella de inmediato. La tomó de las manos y le ofreció ayudarla. La joven, que estaba perdida y sin rumbo, aceptó la ayuda.

Belenos la subió al ciervo y la llevó a lo alto de una montaña. Allá había un enorme árbol lleno de capullos que aún no habían florecido. Bajo la sombra de aquellas ramas, Beltane pudo descansar, la primavera recién había iniciado y soplaba una brisa muy agradable.

Esa noche, Beltane le preguntó a Belenos lo que sabía de las brujas. Habían dicho que sin ella no habría luz, pero no entendía a lo que se referían. Él le explicó que, en un par de meses, llegaría la noche de las brujas. Los espíritus la habían llevado a ella hasta allí, porque ella podría alejarlas, pero hasta que esa noche llegara, él la protegería.

Así transcurrieron los días y las semanas, Belenos pasaba junto a Beltane y le mostraba el bosque, ambos se sentaban junto al otro para contemplar los atardeceres y recibían juntos la luz del alba. Se enamoraron profundamente y cuando la noche de las brujas se acercaba, Belenos se presentó ante Beltane.

El joven comenzó a explicarle que, al llegar la noche de las brujas, él tendría que marcharse, pues así lo mandaban los espíritus. Ella tendría que encender la luz que alejaría a las brujas, pero él tendría que transformarse en esa luz. Juntos, harían una hoguera, pero ésta solo encendería con una ofrenda.

Belenos sacó un brillante anillo y se lo ofreció a Beltane, pidiéndole que fuera su esposa. La ofrenda para la hoguera debía ser de amor, si el amor que ella sentía por él era verdadero, él se convertiría en luz y las brujas no podrían alcanzarla.

-Pero si te conviertes en luz, no volveré a verte -dijo Beltane.

Belenos la tomó entre sus brazos y acarició sus largos cabellos, diciéndole que él siempre estaría a su lado, aún cuando no pudiera verlo.

Beltane aceptó y la boda se celebró después del medio día, bajo la sombra de aquel enorme árbol, junto al que habían descansado la noche que se conocieron. Las hadas acudieron como testigos. Belenos le entregó una pulsera de flores a Beltane y le colocó una corona de fuego. La joven creyó que el fuego la quemaría, pero las llamas sólo acariciaban su rostro con suavidad, así como el cabello llameante acariciaba el rostro de Belenos.

Al final, las hadas entrelazaron las manos de ambos con enredaderas y juntos comenzaron una danza alrededor del enorme árbol, que mostró su aprobación haciendo florecer a todos sus capullos.

Concluida la celebración, ambos apilaron leña y prepararon una hoguera. Se puso el sol y las brujas gritaron desde las profundidades del bosque. Era su noche y ya no tendrían que temer a Belenos, así que se lanzaron montaña arriba para atrapar a Beltane.

Belenos sabía que no tenían mucho tiempo, los gritos salvajes de las brujas se oían cada ves más cerca, así que tomó las manos de Beltane.

-Prometí que te protegería -dijo él- y ha llegado el momento, pero necesito tu ayuda, sin ti no puedo ser luz. Te prometo que siempre estaré contigo, aunque no puedas verme. Estaré en cada uno de los tres regalos que te di, por eso tu pulsera no perderá sus flores, tu anillo no dejará de brillar y las llamas de tu corona no se apagarán, hasta que yo vuelva a tu lado.



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En el texto hay: magia druida magos y brujas, wiccan, rituales

Editado: 05.11.2020

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