Después del incidente me acostumbre a llamar al doctor Alfonzo y a mis padres por la noche, quienes estaban aterrorizados y clamaban desde casa a Dios y al universo para que regresara completa y sumisa, como siempre he sido. Antes lo pasaba desapercibido, pero ahora odio que esa sea una de mis características. Sumisa. Las personas nunca se esforzaban en lo mas mínimo por ganarse mi confianza, o por manipularme, ¿para qué gastar energía en algo innecesario? Si solo con decirlo yo lo obedecía, porque cuando lo decidía yo, todo me salía mal. Pero ya no me importa. Ya no quiero. Ya abrí los ojos. Quiero ser una loca desatada.
Es de noche, tarde en la noche. Estoy tumbada en mi cama curucuteando el celular cuando llega Alex. Desde el incidente tiene la mala costumbre de quedarse afuera tarde en la noche, haciendo quién sabe qué, de seguro que Sofía le saco un puesto en su cama. Me sacudo la cabeza por ese pensamiento, como echándolo de mi mente. Después solo se sienta en una punta de su cama, a mirar el infinito, y a vigilarme.
- ¿Qué estas tramando? – Pregunto con coraje mientras le marco al doctor Alfonzo.
- ¿Qué estas tramando tu llamando al llamando a nuestro jefe every day? -Evade, acentuando en la ultima parte.
- ¿Por qué andas tan evasivo conmigo? – Reclamo, y el me responde solo con una mirada. – A ti te valgo ¿verdad? – El no responde por un rato. - Si es porque lo de la otra noche, debes saber que, si la pidiera repetirla…
- Lo único roto aquí es mi estabilidad. – Me calla y me hala hasta afuera.
- ¿Sabes? Te puedo decir por experiencia que no es buena idea salir a estas horas de la noche.
- En estos últimos dos días he aprendido a ubicarme mejor que esos alemanes. Solo no te sueltes de mi brazo, ¿bien? – Estamos a punto de salir de la zona del campamento, cuando una tercera voz nos interrumpe.
- Y después por qué se pierden – Era Gisel. Alex no la determino en lo mas mínimo y siguió avanzando tomándome del brazo, nos alejamos con la mirada de Gisel posada sobre mi, una mirada de furia. A Alex nunca le ha reprochado la salida, pero conmigo si. Las mariposas en mi mente empiezan a ilusionarse con que tal vez este celosa o, eso que me importa, se supone que no me importa, pero me estremezco, mi subconsciente se altera haciéndome ver imágenes de como seria si la conociera, y un millón de situaciones en las que hablamos y ella se convierte en la cura de mis tristezas, me sacudo la cabeza obligándole a mi subconsciente que pare.
- ¡Llegamos! – Anuncia Alex interrumpiendo mi lio mental. Nos detuvimos frente a una grieta gigante, parecía un pozo de tierra, uno de esos que usan en la guerra para ocultarse, solo que de este no podrían salir, o como una trampa humana. – si dos personas de 1.60 cm y 1.70 cm caen allí, perdiendo el conocimiento, es extremadamente difícil que salga uno sin la ayuda del otro, los dos por supervivencia tienen que permanecer unidos.
- En resumen, no crees en la tramoya que te dijo Gisel y Derek y por eso te la has pasado sacando conclusiones.
- En resumen, eso es cierto.
- Yo lo se, pero lo he estado evitando, tal vez ni siquiera caímos en una grieta y todo fue un sueño durante el coma.
- ¡No! Gisel es una criminal, yo lo se. – Afirma alterado, halándome duro por los hombros.
- ¡Eso es absurdo, no hables así de ella! – Grito enojada. – Una persona amable, estudiada y con un buen trabajo es incapaz de hacer eso. Mas sospechosos son los tales amiguitos españoles drogadictos tuyos.
- Creí que ya habías dejado ese pensamiento atrás.
- Yo también, pero nadie te va a creer tus investigaciones pendejas. Mejor olvídalo, es inútil. – Lo insulto alterada cruzándome de brazos.
- Tienes razón – Responde Alex muy sereno – Soy un inútil, un idiota, ¡un inepto! – Afirma de una forma que me da miedo. Él nunca termina las peleas sin decir nada y calmadamente, nunca lo he escuchado insultarse, asi que me compadezco y me hace verme idiota por enojarme.
- Oye, perdón, pero no quiero que sigas preocupado por algo que no tiene sentido. – Aclaro muy dulcemente.
- Nada tiene sentido. – Nunca lo había escuchado ser negativo. – Mejor aléjate de mi, soy un estorbo.
- No digas eso. – corro a abrazarlo – Vinimos aquí a divertirnos, juro que desde hoy estaré todo el tiempo contigo ¿si? – Tomo su cabeza con mis dos manos temblorosas acercándolo a mi cara, el toma mis dos manos.
- No tienes que jurar hacer algo que no quieres hacer.
- Creo, que ya se te olvido la confesión que te hice al llegar aquí. – Recuerdo nerviosa, pero no dejo que el miedo me invada. – A menos, que tu seas el que no quiera nada conmigo.
- No deberías acercarte a mi – Se aleja.
- ¿Por qué? – Pregunto acercándome mas
- Quiero que seas feliz.
- Quiero ser feliz a tu lado – lo abrazo por la cintura, el se queda callado una vez mas y solo me rodea con el brazo. Algo dentro de mi se siente incomodo con esto, es como si estuviera mintiendo y siento ganas de irme y salir corriendo. Tengo tantos sentimientos encontrados. Se supone que me gusta Alexis, pero ya no es lo mismo. Me acuesto con el en el suelo mirando las estrellas, y recuerdo a Gisel, me sacudo nuevamente la cabeza, imposible.
- No se en que momento me llegaste a importar tanto, pero no quiero que esto se acabe. – Confiesa, interrumpiendo nuevamente mi lio mental. No respondo nada, solo suspiro y trato de volver al sentimiento que tenia por Alex cuando lo veía pasar en la oficina y salía gritándole a Dalia emocionada porque había llegado.
La mañana nos sorprende todavía abrazados en mitad del bosque frente a la grieta gigante, Alexis me despierta con un beso frio, se le puede notar que esta nervioso, pero feliz, le sonrió tiernamente y me levanto. Regresamos al campamento. El jefe del campamento era el único despierto, nos miro y no dijo nada.
Al entrar a nuestra habitación me tumbo en la cama. Alex se quita la camisa y toma sus implementos de aseo.
- ¿No te vas a bañar? – pregunta con una sonrisa picara.
- ¿No te vas a bañar tu primero? – Nos quedamos mirando un momento en silencio. – Oh, rayos.
- Si no quieres hacerlo...
- No, si quiero. O sea no. Que digo, si. Es que, ¡Ah!
- Yo tampoco quiero, solo voy a lavarme la cara.
- Ah, no estabas hablando de… eso.
- ¿Eso qué?
- Me estas haciendo quedar como una mal pensada.
- Ah, pensabas que hablaba de eso. ¡picarona!
- No es mi culpa que todo lo que digas parece que es doble sentido.
- Ahora es mi culpa que me tengas ganas.
- ¡Si! – me cubro con la almohada y me revuelco en la cama – Y no te tengo ganas, es solo que tu haces que diga tonterías. – le lanzo la almohada con que me cubría.
- ¿Te pongo nerviosa? – Pregunta atrapando mi almohada. – Descuida, es normal que a los diecisiete se alteren solas las hormonas, a mi tambien me paso.
- Es que tu. ¡Ah! ¿Cómo puedes estar tan serio mientras yo hago un show?
- Es que tu te vuelves loca porque si.
- ¡Solo piérdete! – El obedece y se va. – No era de verdad. – No escucha.