Alexis
La almohada se ha hundido de tanto que la he cargado de sueños y pensamientos melancólicos. La cama me aborrece. Mi mente esta cubierta por una sombra que la adormece, atormentándome con cada pensamiento y situación, todo parece estar en mi contra. Me he vuelto un esclavo de mi cuerpo. Ya no importa de que color es el cielo o qué hora es, si no tengo control de nada. Los nombres y recuerdos parecen borrarse de mi memoria. No hay nada malo, no hay nada bueno, simplemente no hay nada.
Me zafo de las acogedoras mantas que me amarran, cinco en total, volviendo a una realidad inexistente. El mundo parece un video juego, no consigo nada dentro de cuatro paredes, afuera parece una pista para correr donde solo me voy a encontrar con cosas inútiles creyendo ser indispensables para continuar.
- Al fin despierta la bella durmiente. – Se pronuncia Esteban a mi lado. No me había percatado de su presencia. – Menos mal y hoy no has tenido que lidiar con mujeres, o desearías no despertar nunca.
- Anais…
- Ella esta bien, tan bien como mi chica, lastimosamente.
- No soy chica de nadie. – Protesta Sofia desde el otro lado de la habitación. – Las moscas parecen zumbar mas duro a estas horas.
- ¿Por qué no has comido, chaval? – Pregunta Esteban, ignorando a Sofia.
- No me apetece nada. ¿Ustedes que han hecho?
- ¿Ustedes, quién? Yo comiendo techo. – Responde Esteban.
- Yo no estoy aquí. – Bufa Sofia, dándonos la espalda. – Oigan, ¿alguien sabe dónde está Anais? – Me estallan esas palabras en la cabeza. De un salto salgo de la cama hasta la de Anais, remuevo las sabanas e incluso a Sofia, busco debajo de la cama y nada; solo encuentro su celular y la maleta un poco desordenada. – Bueno, chaval, que tampoco lo dije para alertarte tanto, ella es dueña de si misma, no pasa nada.
- Cierto. Concuerdo en que este campamento da un mal royo que te cagas, pero tampoco es para tanto. – Coincide Esteban. Yo saco mi maleta de debajo de la cama, tomo un arma de fuego que encontré una de mis noches de insomnio cerca de la oficina del director del campamento, enterrada en la grama al lado de las escaleras que conducen a su oficina. – ¡Viejo, cálmate! ¿De dónde has sacado eso?
- ¡Alexis, para, por favor! – Grita Sofia.
- ¡Cállense! – Ordeno, apuntándole a ella con el arma. – Esta vez no escuchare a nadie. ¿No ven que los estoy protegiendo? ¿O prefieren ir a comerse un sancocho de su propia sangre con estos chirretes alemanes?
- ¡Haz lo que quieras con tu vida, pero a nosotros no nos incumbas en tus absurdas alucinaciones! – Pide Esteban interponiéndose entre Sofia, que esta sollozando asustada, y yo, que tiemblo con la pistola en mano. Obedezco y rápidamente me dirijo al bosque.
- ¡Alto! – Escucho la voz de Derek detrás mío, me descuido y tropiezo con una barrera de cactus que no había previsto. Me pincho muy fuerte en el pie derecho y un poco en las piernas, las púas se me han enterrado hasta sacarme sangre. – ¿Error de cálculos señor Alex? – Pregunta acercándose a mi para patearme. – Eso pasa cuando faltas a una clase en: Süße Sonne.
- El ha salido corriendo como loco, intente detenerlo, pero me amenazó con un arma. – Declara Esteban, que aparece corriendo detrás de Derek.
- ¡Esteban! – Grita Sofia desgarradoramente desde fuera de nuestra choza. Cinco hombres vestidos muy informalmente la aprisionan, tomándola de pies a cabeza. Esteban se queda por unos segundos inmóvil mirando la escena, luego se avispa y empuja a Derek, abalanzándose sobre mi para tomar el arma. Rápidamente Derek le patea la cabeza con su zapato puntiagudo en un ojo, dejándolo sangrando adolorido en la tierra.
- ¡Tonto! – Exclama Derek, tomando al desconsolado Esteban por el cabello y lanzándolo al centro de la plaza, como si de una bola de boliche se tratara. Ignoro mi dolor, levantándome muy forzosamente. Agarro la pistola por el maso para pegarle a Derek por detrás de la cabeza, pero el es mucho mas rápido, se voltea y me toma el brazo, doblándolo como si de secar la ropa se tratase. Dejo escapar un grito agudo y lagrimas corren por mis mejillas. Derek con su otra mano me ahorca el cuello y me lanza de la misma forma que a Esteban hasta el centro de la plaza.
- Creí que eras mas listo Marqués. – Expresa el director del campamento. - Te debo mis respetos por anticipar mi plan, pero afortunadamente eres muy lento.– Hace una pausa. – No puedo decir lo mismo del resto de tontos que te acompañan.
- ¿Quién es usted? – Pregunto con la poca fuerza que me queda.
- Mm – Me mira extrañado el director. – Creí que ya lo sabias. Yo fui el que te dio la bienvenida a esta helada tierra, a ti y a Anais. – Explica, esbozando una sonrisa. – Lastima que se me hayan escurrido en ese entonces.
- El secuestrador.
- Wow, que inteligente. No pensaba volver a encontrarme contigo y tu noviecita. Pero el destino quiso que fueses el único idiota que cayera en mi trampa humana.