La ruleta

Capitulo 10. "La tormenta"

 

Minutos antes…

Me he quedado profundamente dormida, pero los rayos de luna me alertan de mi tardanza. Muy rápidamente escudriño en mi maleta, saco mi camisa favorita junto a unos pantalones anchos a rayas que, en mi inexperta opinión, combinan perfecto.

 

Mientras me peino, siento como mi corazón se encoge, se asusta, corre de un lado a otro tratando de escapar de su prisión, y se congela para apaciguar el dolor; mi cerebro trata de calmarlo, pero no tiene frase alguna que lo consuele. Mira alrededor, buscando respuestas, pero ninguna parte de mi cuerpo da solución a su angustia. Miro a la luna, cuarto menguante, equilibrada entre la luz y la oscuridad.

 

Salgo acelerada de la habitación sin mirar atrás. Mi alma fue a refugiarse en nunca jamás para no ver la desgracia que se pueda desatar esta noche. En su lugar la remplaza un tempano de hielo que hace que mis pies sean más pesados al marchar.

 

Tal y como lo esperaba, me detengo al frente de la grieta gigante, la protagonista de este campamento. Veo como Gisel aparece de un árbol a mi izquierda, me toma de la mano y me guía colina arriba hasta detenerse en un espacio entre los frondosos árboles, suficientemente grande como para observar las estrellas. Ella se tumba en la hierba y hago lo mismo.

 

- Sabía que me encontrarías en el lugar y hora adecuados.

- Supongo que tengo afinado el sexto sentido. – Conjeturo. Nos estamos unos segundos en silencio, unos minutos muy incomodos. Se supone que ya hemos establecido una conversación muy fácilmente, pero ahora me queda difícil pensar en algo. O quizás no. Solo pienso en nuestra “amistad”, en estas extrañas sensaciones imparables. Se me corta la respiración. Suspiro, tengo miedo. No quiero traicionar mis principios, solo estoy pensando en lo que dirán los demás, en mis padres, mi reputación. – No se si sientas lo mismo, pero me pones muy incómoda.

- ¿Incómoda? – Repite Gisel con la cabeza agachada.

- Es que. Uf, creo que no me he sabido expresar. Es que.

- Ya se que tu y el resto de chicos me aborrecen, es natural, de hecho, me estoy arriesgando mucho al traerte aquí.

- ¿De que hablas?, es todo lo contrario. Me siento incomoda porque…

- ¿Por qué? – Repite levantando una ceja.

- Porque me siento muy rara contigo. Siento cosas que me hacen sentir mal, pero, son adictivas. No se lo que quiero, tengo miedo de lo que pueda suceder y creo que – se me hace un nudo en la garganta.

- ¿Qué?

- Que… que me… ¡No sé cómo describirlo!

- Sabes que puedes confiarme lo que sea…

- ¡Creo que me gustas! – Confieso cerrando los ojos, ignorando todo lo que pueda pasar desde ahora. No recibo ninguna respuesta de su parte. – Antes, solo era una opinión, pero ahora es un sentimiento que no puedo controlar, y se hace mas grande cada vez que te veo y me pregunto por qué siento… lo que siento, y… es algo horrible tenerlo guardado, ocultándolo y sintiéndote como un monstruo. No quiero decepcionar a nadie, por eso te pido que mantengas mi secreto. – Abro los ojos, Gisel esta asustada, tengo los ojos llorosos. – Siempre he sido diferente. Pero, después de estas dos semanas en que llegamos a esta ciudad, no se que es bueno ni que es malo. No se quien soy. – Gisel toma mis manos con las suyas.

- Por favor, no sigas. No eres un monstruo, es normal lo que estas sintiendo, el amor es algo bonito, algo normal, en mi concepto: esta sobrevalorado. Lo que no es normal, es que… te guste yo.

- Lo sé, no merezco… ¡nada! – Me encojo abrazando mis rodillas.

- ¡No, espera! – Me toma por los hombros. – No lo digo por ser del mismo género. Lo digo porque soy yo. No merezco a nadie, y no vale la pena que tengas que estar pasando esto por una persona como yo. – Se aparta y también abraza sus rodillas.

- ¿A que te refieres? – Pregunto confundida, sollozando.

- No me merezco a nadie. Mis padres me abandonaron en un orfanato, a los cinco años de edad, insistieron en que perderlos era lo mejor, que no tenía futuro con ellos. – Se le escapa una lagrima. – Éramos pobres, pero fue insensible hacer eso. No tengo apellido por esto. Nunca obedecí las órdenes del centro. Me transfirieron de un lugar a otro, nadie me soportaba. Me escape del orfanato donde estaba a los trece años de edad. Vague en las calles por un tiempo, fueron las noches mas heladas de toda mi vida. Al fin llegue a un bar, los dueños me acogieron a cambio de ser su aseadora, me daban comida dependiendo del trabajo que hiciera. Nunca ningún adulto alerto a las autoridades de lo que hacían conmigo, nadie se preocupó. – Eso ultimo me hace recordar la historia que me conto Sofia sobre Catalina. – Un día me encontró Adler.

- ¿Adler? – Repito inquieta.

- El director de… esto. Me juro una buena vida, pero…

- Lo importante es que ahora has dejado todo atrás, y te has abierto al mundo de una gran forma. La labor que realizas aquí en el campamento, quizás no sea de mucho mérito, pero es un ejemplo de superación y eso es lo que importa. – Ella me mira seriamente. – A veces el amor de una persona no lo es todo, y a veces, la vida te pone a prueba, lo importante es que sigas siendo tú. No hay nada mejor que ser feliz con lo que haces, sin tener que preocuparte porque alguien te vaya a atrapar o a lastimar. Vivir limpiamente. – Con lo último, su rostro cambia, a ser como si hubiese visto al mismo diablo en persona.




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