Alexis.
Un año y seis meses después…
Poco a poco Anais y yo fuimos superando la situación, hemos vivido a la deriva durante un año y medio. Tiempo en el que nos volvimos inseparables. Nos sostenemos el uno en el otro, no hay persona que nos conozca mas que entre nosotros dos. Tiempo en el que Anais cumplido la mayoría de edad. Lo gracioso es que su cumpleaños diecisiete fue pocas semanas después de la aterradora experiencia que vivimos, y seguimos viviendo; para los dieciocho me asegure de que pasáramos un buen tiempo juntos los dos, sentí como si el cumpleaños fuese mío, disfrute tanto ese día, que hubiese deseado que nunca terminara. Ahora ella de dieciocho, y yo de veinticuatro, próximo a los veinticinco. Ella también me hizo una bonita celebración para mis veinticuatro, y ahora en civilización quién sabe qué hará para mis veinticinco.
Temo que después de todo, no haya superado mi depresión, que solo este siendo dependiente de ella, ¿pero, qué novio no lo es? Siento que le debo tanto, quiero hacerla sonreír todo el tiempo, que no le dé tiempo de recordar, o pensar en soluciones imposibles. No se como están en Colombia, pero nosotros estamos… vivos, al menos.
Ya ha pasado más de un año desde que encontramos ese periódico tirado a mitad de un camino: “Campamento “Süße Sonne”: La ratonera humana”. Título de un artículo publicado por un periódico local: Iltalehti. Ni me atreví a leerlo. Anais solo me hablo de que encontraron en lo que parecía ser la oficina del director, Adler, el innombrable desde ahora, un computador que contenía un sitio exclusivo de compradores anónimos, donde se ponía a una persona en subasta, luego se giraba una ruleta virtual con el nombre de los compradores, y la persona era vendida donde callera la aguja virtual. Lugar donde seguramente seria enviada Sofia.
Por otro lado, a Anais y a mi ya no nos sorprende nada, al menos yo puedo decir que ahora aprecio mas la vida, sin embargo, nunca saldrá de mi mente ese fantasma del recuerdo con las voces de Sofia, Esteban y Catalina. Por cierto, ¿Qué paso con Catalina? Encontraron su cuerpo incinerado por el fuego en el campamento, al parecer no se movió después de que huimos de ahí.
Hoy, es el día en el que seremos reenviados a nuestra tierra natal. No puedo esperar a reencontrarme con mis familiares. Vamos sentados en primera clase.
- Y pensar que hace un año y medio llegaba emocionada en el avión a esta tierra de hielo. – Comenta Anais melancólicamente.
- Y pensar que hace un año y medio yo te veía desde la parte atrás, te enviaba notas y tu mirabas a todos lados buscando a quien sabe quién.
- ¿Podemos rezar? ¿En honor a nuestros amigos? – Pregunta Anais con ojos llorosos.
- Por supuesto.
Llegamos a Bogotá - Colombia en la madrugada. Nos recibió todo el personal de la empresa, el doctor Alfonzo, mis padres y los de Anais, un equipo médico, el cura de la iglesia y hasta la alcaldesa de Bogotá. Nos recibieron triunfantes entre lágrimas, besos y abrazos. Nos vistieron con ropa de gala y tuvimos un exquisito almuerzo en la cafetería del mismo aeropuerto. A Anais la vistieron con un vestido rojo cola larga de seda, con el que parecía una flor de primavera. A mi con un traje formal blanco. Al cruzar miradas los dos nos sonreímos y se nos calentó un poco la sangre. Ya había olvidado el sol radiante de nuestra ciudad, o la típica bandeja paisa para entrar rápidamente en ambiente, el sonido del acordeón, o la gente haciendo locuras y riéndose de cualquier cosa.
- Paso tanto tiempo que ya ni recordaba lo alto que eres hijo. – Comenta mi mama.
- Sigo midiendo el mismo metro ochenta, mama. – Le respondo.
- Yo solo espero que mi hija siga siendo candidata a monja. – Dice el papa de Anais desde la otra punta de la mesa en broma.
- ¡Papi! – Exclama Anais avergonzada, a lo que todos nos reímos a coro.
- Descuide señor, que a su hija no la ha tocado ni el espíritu santo. – Respondo con el mismo tono burlesco.
Del trabajo nos envían dinero para nuestra pronta recuperación y nos pagan un psicólogo. Dalia se las ha arreglado para visitarnos a Anais y a mí, todos los días, a veces se queda a dormir en mi casa, otras en la de ella.
Y el momento que tanto temí, llego. Después de unas semanas durmiendo solo y llevando mi vida normal, presente problemas de dependencia, el psicólogo declaro que habíamos desarrollado una dependencia el uno por el otro tras lo sucedido, ya estábamos unidos, pero un trauma sutil quedo instalado en nuestras memorias.