La salvación de Alexei [serie Ice Daggers 3]

Prólogo

Héroe

 

Okay... Este día no podía ser más interesante. Un cambio de rutina abrupto para un hombre cuyo trabajo se encontraba muy lejos de aquí. Pero vaya que estaba agradecido con Hunter por haberlo traído de refuerzo.

No sabía exactamente por qué, pero el aburrimiento se había adueñado de Alexei durante las últimas semanas, y el felino dentro de su cuerpo no hacía más que gruñir. Y si conocías a Alexei... Gruñir no era algo común en él. Era más de bromas y comidas calientes, de pasar horas en el taller reparando autos hasta hacerlos ronronear como nuevos.

Pero estos últimos días habían sido... Inquietantes.

Su felino estaba en alerta, esperando algo que ninguno de los dos sabía que rayos era. Si se ponía a pensarlo durante un segundo, todo esto había arrancado después de ver el primer emparejamiento del clan. No estaba enojado con Kaylee, pero en su lugar habría sido un poco más sutil... Pero la mujer simplemente se arrojó por impulso a los brazos del lugarteniente del clan de pumas White Claws, y ahora ambos estaban unidos de por vida.

Un poquito de consideración con Hunter —quien había sido la pareja informal de Kaylee antes de que sucediera el intento de asesinato de Luke cerca de la frontera entre ambos clanes—, y tal vez el clan entero no habría tenido que lidiar con el mal humor del hombre.

Un corazón roto enloquecería a cualquiera. Pero luego apareció Tarah y puso todo de cabeza, incluyendo a Hunter. Y era la razón por la que ahora todos estaban aquí, en esta falsa agencia de seguridad privada hecha pedazos, el aire oliendo a pólvora, fuego y sangre.

Enviaba calor directo a sus puños, pero había algo más en el ambiente, algo que era como un susurro suave, un arrullo, que le llamaba poderosamente la atención, pero no podía identificar su origen.

Alexei simplemente lo ignoró, y se concentró en lo que sucedía a su alrededor. La pelea había terminado y los que resultaron vencedores estaban comprobando los signos vitales de los cuerpos de sus enemigos, cualquier ser humano calificaría esto como algo salvaje y primitivo, anticivilizado, pero Alexei sabía que era lo correcto.

No solo porque Tarah había sido llevada por la fuerza por los hombres de Curtis Lane, sino porque aquel tipo había cometido los peores crímenes en contra de la raza cambiante. El mundo estaría bien sin un pedazo de mierda con patas que secuestró, torturó y experimentó con cambiantes.

No merecía piedad, ni una pizca de compasión.

Pero era humano y eso era un infierno de leyes cayendo encima de ellos. Era de esperar que la policía humana no tardara en llegar al lugar. Mirando por encima del hombro a la mujer que representaba la razón de su existencia, la encontró en el otro extremo de la sala destrozada, cerca de la entrada, con los brazos cruzados al pecho, las piernas separadas y esa mirada de “soy una jodida reina y mataré a todo aquel que intente ponerme un dedo encima” mientras escuchaba atentamente al Alfa de los pumas.

Sean Wells era del mismo tamaño que Aria, compacto, musculoso y con poco sentido de prudencia, pues se había propuesto cortejar a Aria desde que se encontraron por primera vez.

Alexei lo compadecía, en silencio. Todos los hombres del clan querían meterle un poco de razón al Alfa de los pumas, Liam especialmente, pero se arrepentían a último momento, guardaban las garras y aguantaban. Porque Aria podía cuidarse por su cuenta, y tener de rodillas a cualquier hombre mientras este rogaba clemencia.

Sin embargo, con Sean se contenía. Y aunque la mujer de hielo decía que no podía destrozarlo porque protegía al clan, Alexei pensaba algo diferente. Por supuesto, hacerle daño al Alfa del clan de pumas más grande de este lado era un problema considerable, los White Claws tenían poder político, económico, territorial y numérico, sin duda aplastarían a un clan de apenas quince miembros en un santiamén.

Y eso Aria lo sabía bien.

Pero Alexei podía ver algo cocinándose entre esos dos.

Jamás se atrevería a decirlo en voz alta.

Del otro lado Aria encontró su mirada y Alexei entendió de inmediato: todo estaba bajo control. Ella tenía el control.

Así que él podía regresar para avisar a los demás de que todo estaba en orden. Regresó por el camino hacia el amplio espacio por donde vino, le había pedido a Hunter y los demás que esperaran atrás, solo para saber que el camino estaba seguro y no había peligro alguno. Alexei recorrió el sitio y los pasillos sintiendo que algo lo llamaba de nuevo, pero lo ignoró porque tenía una cosa en mente.

Proteger a sus amigos.

Ahora, abrió la puerta y estuvo de regreso en amplio salón con las jaulas a ambos lados, ese algo volvió a llamarlo, con mayor fuerza esta vez.

Fue directo hacia los cinco hombres, con un ademán les notificó que no habían más enemigos vivos. Hunter sosteniendo a Tarah era un cuadro fuera de lugar, pero a la mujer guepardo no le parecía inadecuado que estuvieran así. Tal vez Alexei había caído en estereotipos, las mujeres guepardos solían ser bastante independientes y territoriales, pero... ¿Qué mujer cambiante no lo era?

Las mujeres del clan de Alexei no dudaban en usar sus dientes y garras. Mirando a la pareja, una punzada de extraño anhelo en su pecho, Alexei se dijo que no debía pensar en eso. Debían salir de esto y regresar al territorio cuanto antes.

Su amigo salió por esa puerta con la chica acurrucada en sus brazos. Esos dos tenían algo, Alexei estaba seguro, pero no era momento para chismes. Aún no estaban seguros de cuantas personas conformaban el cuerpo de seguridad de Curtis Lane, probablemente habría otros en rotación en puntos alejados, otros que acudirían por el ruido de la pelea.

Pero ni bien la pareja se hubo ido por la puerta, echó una exploración del sitio y vio que la sala estaba vacía, a excepción de los animales, de los que no tenía la más pálida idea si eran leopardos de las nieves salvajes o cambiantes, que estaban encerrados en aquellas jaulas de metal.




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