Pelea contra el miedo
Ashley fue poco a poco convencida de la bondad de aquellas tres personas, no sabía qué tenían, pero en poco menos de dos horas, ya casi confiaba en ellas.
Aiden seleccionó una película animada sobre un pez que busca a su hijo por todo el océano, Finding Nemo, fue una experiencia divertida, porque al parecer Riley y Hailey se habían puesto de acuerdo para molestar a Aiden con preguntas y bromas sobre los personajes.
—¿Y esos tubos qué son?
—¿Cómo aprendió a leer el pez azul?
—¿Por qué Nemo tiene una aleta más grande que la otra?
—Debe ser por el calentamiento global, la radiación o superman...
—¿Se pueden callar las dos? —chilló Aiden molestó.
Riley y Hailey estallaron en risas. Ashley no pudo resistirse y se unió a ellas.
Dejaron al pobre Aiden mirar su película en paz cuando la llevaron afuera.
—Alex dijo que debíamos ayudarte —le dijo Hailey cuando comenzaron a caminar lejos de la cabaña.
—¿Ayudarme a qué?
—A que ya no tengas miedo —balbuceó Riley.
Ashley se detuvo en seco. Las dos mujeres avanzaron un par de pasos y al notar su ausencia se dieron vuelta.
—¿Cómo saben eso? —preguntó algo confundida.
—Somos sumisas —aclaró Hailey—. Y antes que sueltes toda la descripción que comúnmente nos achacan los medios populares, déjame decirte que no somos criaturas indefensas, pero podemos identificar el miedo y manejarlo.
—Sí, somos fuertes —añadió Riley con vehemencia.
—Y astutas.
—Ya, entiendo, pero no comprendo cómo pueden ayudarme con el miedo, es... Lo que me mantuvo viva.
Había sido su mayor aliado para mantener su corazón latiendo durante los cuatro años que duró su cautiverio, el miedo la mantuvo cuerda y ella se aferró a la emoción para sobrevivir a los experimentos, a las inyecciones, a perder su mente en una turbia neblina y regresar con su consciencia con lagunas mentales.
Ashley había sobrevivido.
—No cariño —Hailey endulzó su voz—. El miedo te ayudó a sobrevivir, pero ahora que eres libre es lo que te convierte en prisionera.
Ashley se cruzó de brazos y miró a la morena, definitivamente no era una prisionera. Le disgustaba la idea de verse débil, aunque su apariencia lo confirmaba, ella creía que le quedaba algo de fortaleza luego de su pesadilla.
—Yo no soy prisionera —habló fuerte y claro, clavando su mirada en sus ojos color café.
Hailey retrocedió un paso.
—No somos enemigos —respondió Riley con seriedad—. Sólo podrás ser libre cuando dejes de temblar.
Ashley miró sus manos, estaba temblando ligeramente, luego volvió a ver a Hailey y se dio cuenta que sus palabras le habían asustado, por un momento ella se convirtió en un monstruo a la defensiva, ellas querían ayudarla, eran buenas personas.
Una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Riley avanzó y la atrajo a sus brazos.
—Tranquila, no te haremos daño.
No tenía duda de eso, pero no podía evitar temer a lo desconocido.
Una tras otra las lágrimas caían, Ashley sentía una presión extraña en su pecho, un dolor que era diferente a cualquier dolor que hubiese sentido mientras era tratada como una rata de laboratorio.
—Mi clan te protege —Riley le susurró al oído—. Confía en nosotros y ya no tendrás de qué preocuparte.
—¿C-c-cómo lo hago? —respondió entre sollozos.
—Recuerda estas palabras, estas segura a nuestro lado.
Riley se separó y con la manga de su buzo gris secó su rostro. Ashley sentía vergüenza, jamás en su vida había llorado ante nadie. Se sentía como una niña.
—¿Te sientes mejor?
—Creo... Creo que sí —al menos la presión sobre su pecho había disminuido.
La joven frente a ella sonrió con amabilidad.
—Vamos, tienes que recorrer el bosque.
—¿Alexei lo permite?
¿Por qué le importaba?
—Claro que sí, no hay peligro, el territorio es seguro, vamos.
La llevaron al bosque detrás de la cabaña, los árboles crecían como gigantes atados al suelo, robles, arces, pinos, abetos, de vez en cuando aparecían bellos sauces cuyas ramas eran finas, delgadas y caían con gracia al suelo como si fuese una peluca. Las dos mujeres le mostraron dónde podía encontrar arbustos con frutos comestibles, dónde podía encontrar los arroyos, cómo podía identificar hiedras, arbustos y otras plantas venenosas.
Las tres se sentaron al borde de un arroyo, la pureza del agua era encantadora, y a pesar del aire casi tibio seguía helada. Varias rocas de grandes tamaños la hacían salpicar, y caer en pequeñas cascadas.
—¿Hueles eso? —le preguntó Hailey a Riley.
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Editado: 31.10.2020