La salvación de Alexei [serie Ice Daggers 3]

Capítulo 8

 

Temores

 

 

 

—La chica se ve mejor —le dijo Aria cuando de nuevo reanudaron el festejo posterior a la carrera ceremonial del clan.

Alexei estaba orgulloso por el avance de Ashley, aunque a lo lejos todavía seguía viéndose como una frágil mujer, él sabía que su verdadera fortaleza venía del cambio mental que había demostrado al pasar los días.

El cuerpo sanaba más rápido que la mente, Riley no había parado de repetírselo.

—Es fuerte —respondió reclinándose sobre el tronco de un abeto.

Los ojos de Aria brillaron con la luz del fuego, ni siquiera bajo ese resplandor dejaban de parecer fríos.

—Todo se ha mantenido tranquilo desde el incidente.

Ese pensamiento le hizo girar su mirada y prestarle atención a su alfa. Estaba seguro que Aria no dejaría pasar por alto ese incidente. Los sucesos durante los primeros meses del clan como tal fueron brutales, aprendieron las lecciones de la peor manera posible, una de ellas fue a proteger el territorio contra todo.

Una intromisión de los Moon Fighters no podía ser tolerada, ni siquiera sabiendo que los intrusos no lo habían hecho de manera consciente.

—¿Crees que fue un hecho aislado?

—No, fue deliberado, Hunter obligó a esos lobos a su territorio un par de horas antes de que aparecieran cerca de tu cabaña, el fundamento de Derek sobre la enfermedad no concuerda.

—¿En qué nos afecta eso?

El clan de lobos se mantenía al margen territorial únicamente porque el territorio en el que vivían había sido cedido por Sean Wells, el alfa del clan White Claws, quienes eran aliados de los lobos.

Por esa razón, Derek Miller tenía un tratado con Aria que implicaba una relación de tensa paz entre ambos clanes.

No eran aliados, pero tampoco enemigos.

Aunque después de la intromisión Aria podría cambiar de opinión.

—No podemos vivir en alerta constante —dijo luego de beber un trago de cerveza—. Eso acabará por agotarnos. Los Moon Fighters son un clan poderoso con bastante influencia, si tomamos acciones contra ellos ni siquiera contando con la protección de los pumas podremos hacerle frente. 

—¿Qué piensas hacer?

—Replegar las rutas de vigilancia al interior del territorio, eso significa que tendrás que volver a los turnos.

Lo que también implicaba dejar a Ashley desprotegida.

Al felino no le gustó nada la idea, Alexei mantuvo el silencio, si enfrentaba a Aria era probable que se ganara problemas y un par de preguntas inadecuadas. No podía cuestionar las decisiones de su alfa, sobre todo cuando entendía las razones por las que las tomaba.

La seguridad del clan era la prioridad de Aria, pero Alexei había encontrado una prioridad que estaba por encima de las demás.

—¿Qué pasará con Ashley? —preguntó buscando con su mirada a la mujer.

La encontró recostada sobre un árbol mientras veía cómo Ryan, Aiden, Hunter y James jugaban al póquer. Se veía cansada y a punto de ser vencida por el sueño.

—Ashley permanecerá en el territorio hasta que Tarah encuentre información sobre ella.

—¿Información?

—Ella no vino sola al mundo, en algún lado debe haber registros sobre su familia o su clan de nacimiento si es que tuvo uno.

—¿Por qué necesitarías esa información?

Aria terminó su cerveza y puso una mano en su hombro.

—Para ayudarla —dijo y luego fue a hablar con Liam.

(...)

Ashley se durmió poco después de terminar el trayecto de regreso en la camioneta de Luke, el puma manejó con cuidado hasta su cabaña.

—Ella parece saludable —le dijo cuando le ayudó a dejarla en el sillón.

—Es fuerte como una piedra —se atrevió a sentir orgullo por ella.

—Debo irme.

—Gracias, Luke —le dijo mirándolo a los ojos—. Por todo.

—No hay problema.

Ashley dormía pacíficamente en su sillón, se veía tan tranquila, sin esa tensión, sin esos temblores, sin ese miedo que le hacía querer absorberlo en su interior y alejarlo para siempre de ella.

La observó desde ventana, la blanca luz de la luna se filtraba iluminando su rostro con suavidad.

Era precioso, pensó, una forma redonda sobre la cual se asentaban sus finos y delicados rasgos, una nariz pequeña, unos pómulos definidos, mejillas rellenas y unos labios levemente pronunciados.

Era perfecta para él en todo sentido, desde los rizos de su largo cabello dorado hasta sus delgadas piernas, que por su nueva dieta —Que él mismo se había encargado de prepararle— ahora adquirían más forma. Aunque aún se le veían un par de huesos, estaba ganando peso, y eso le alegraba.

Sonrió por la forma suave en que suspiró hasta quedar de espaldas, debería haberla puesto en su cama, pensó, estaría más cómoda. Alexei se acercó para cargarla de nuevo cuando vio algo extraño.




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