La salvación de Alexei [serie Ice Daggers 3]

Capítulo 15

 

¿Solución? 

 

 

Estaba frente a él, encerrado, no era una jaula de metal, pero el lugar era asqueroso, los tigres habían hecho bien su trabajo, pero aún no comprendía porqué ese tipo tenía más comodidades que los cambiantes que había encerrado.

¿Por qué debía tener un catre, una mesa o una silla?

Alexei simplemente no entendía la lógica de los tigres, él quería matarlo, con sus propias garras. Lo único que mantenía a Paul Schubertz protegido de su ira asesina era el vidrio doblemente reforzado, de esos de doble vista que se usan en las salas de interrogatorio.

El dichoso Paul, el carcelero, era un simple ser humano común y corriente, lo único que lo diferenciaba del resto de su raza era que su inteligencia para la química había producido el maldito Amonium.

La droga con la que los sometía, eliminando sus mentes, transformando a cambiantes poderosos y vivaces a máquinas de obediencia.

Ashley había sido una de sus víctimas.

—No sabe que ustedes están aquí —les dijo Gabriel mientras bajaba por las escaleras del sótano modificado—. Está completamente aislado.

— ¿Por qué sigue con vida?

El tigre lo miró, Alexei reconoció el poder, reconoció que ya no era el depredador más fuerte, que fácilmente podría convertirse una presa. Gabriel ladeó la cabeza y volteó a mirar a su prisionero.

—Busqué a los míos por cinco años, los humanos no quisieron ayudarnos. Ese bastardo infeliz los tuvo cautivos todo ese tiempo, la mayoría regresaron, pero hubo algunos que no —pudo notar un atisbo de tristeza en su voz—. Tuve que luchar contra la policía humana para lograr tenerlo aquí, quiero que vea lo que es el cautiverio, la tortura, la soledad, por el resto de su miserable vida.

Antes de que pudiese contestar, Michael apareció, detrás de él venían Ashley y la tigresa Alfa.

Michael les dio a ambos un saludo silencioso bajando la cabeza, sus ojos se habían vuelto grises, casi como los ojos del prisionero, pero los de Michael tenían emociones ocultas, indescifrables, mientras que los de Paul, eran fríos e insensibles.

Los ojos de un psicópata.

Toda su atención se centró en Ashley, el leopardo en su interior se revolvió en la necesidad, su pequeña figura, algo temblorosa, se ubicó a su lado. Ella miraba atenta al prisionero, al que le había mantenido cautiva, al que le había hecho daño, con un extraño interés, como quien mira a una bestia encerrada en cualquier zoológico.

Paul estaba sentado en su catre mirando la pared vacía, era enfermizo tan solo verlo, su cuerpo delgado, tensionado y maltrecho, sus facciones duras formando un rostro intimidante desde la perspectiva humana. Paul era un asesino consumado, todo en él lo delataba.

Desvió la vista por un momento, Ashley se sobresaltó, acercándose más a él, ella entrelazó levemente sus dedos entre los suyos. Provocando una ráfaga de calor que lo envolvió por completo.

Tuvo que obligarse a mantener la mirada fija en el humano, ajustando el control sobre el leopardo que quería saltar sobre ella, atraparla para jamás dejarla ir.

"Primero debo sanarla" pensó mientras apretaba el agarre de su mano. El felino quiso rozarse contra la suavidad de su piel.

—Estamos listos —dijo Michael.

—Adelante —le indicó Gabriel.

El plan era fácil, no había mucho por hacer, Michael sería quien debía entrar a la celda y tratar de sacarle algo de información útil para ayudar a Ashley, él les había dicho que no era nada fácil hacer que Paul hablara, mucho menos que ayudara a alguien que no fuera humano.

Él era el perfecto racista.

—Bien, quédense en silencio, voy a entrar.

—Descuida, el cuarto está completamente insonorizado, nosotros solo podemos oír a través de los micrófonos ocultos.

Alexei vio como Michael se ponía frente a Paul, sin causar reacción alguna, nada de sorpresa, miedo, curiosidad... Ese hombre estaba vacío por dentro...

—Hola Paul.

—Michael.

—He venido a hablar contigo.

—No me interesa. Has cumplido con todos tus propósitos, mataste a Curtis, liberaste a tus compañeros cambiantes, encontraste a tu hijo mestizo, arruinaste mi carrera. No tengo nada que hablar contigo.

Michael extendió sus garras sobre la mesa de madera, demostrando el peligro que enfrentaba el humano. Pero lo que a otro daría terror, a él le pareció indiferente ¿Acaso ese hombre tenía sentimientos?

—Te lo dije —susurró Ashley, en ningún momento dejó de sostener su mano—. No nos ayudará.

Alexei fijó su mirada en sus ojos, las esmeraldas retornaron, en un contacto sin miedo, cargado de una intimidad que nunca antes había experimentado. Era como si ella, le invitara silenciosamente.

Pero debía resistir.

— ¿Por qué estás tan segura?




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