Desesperación

Alexei no pudo dormir, no cuando todo se desmoronaba ante sus ojos. A pesar de lo que ese hombre había dicho, no podía considerar la idea de que no hubiese nada por hacer.
Ella debía vivir.
Era demasiado terco como para considerar lo contrario. No, Ashley debía permanecer a su lado. Esa maldita droga no podía llevársela. Ella le pertenecía.
Pasó la noche serena buscando la manera de salvarla, buscó medicinas, tratamientos y cirugías que estuviesen relacionadas con el uso del Amonium. Pero el internet no arrojaba ninguna luz al asunto, con cada hora que pasaba, parte de su corazón comenzaba a rendirse ante la desesperación, ante la cruel realidad.
Cerró con fuerza su computadora.
Su corazón se llenó de un sentimiento que había jurado dejar atrás, tristeza. Cuando dejó a sus padres en su tierra natal, cuando vagó en soledad, cuando tuvo que ser testigo del asesinato de la mitad de su clan, la tristeza siempre estaba ahí, apretando su corazón, atrayendo el dolor que le impedía respirar.
Ahora volvía con mayor intensidad, el leopardo estaba acurrucado en su mente, resignado.
— ¿Alexei?
Ashley apareció en la sala, caminando con seguridad y firmeza, como si todo el espacio le perteneciera. Confianza, ella había recuperado su confianza, el dolor disminuyó, su corazón latió con fuerza por ese pequeño paso. Notó que ya no percibía miedo por la forma en que se movía, en que lo veía, las esmeraldas brillando en la oscuridad, iluminando su interior, Ashley ya no temía ¿Era real? Se preguntó mientras la veía tomar asiento a su lado.
Su mente cansada podría estar imaginando cosas.
— ¿Estás bien?
Su voz una caricia invisible, su aroma único era irresistible, su calor era una invitación silenciosa.
—Sí —dijo con algo de dificultad—. Estoy bien ¿Por qué estas despierta?
Ella sostuvo su mirada, Alexei quiso perderse en sus ojos, irse lejos a un lugar donde no tuviera que verla morir sin antes pasar una vida a su lado.
—No podía dormir.
Alexei apoyó sus brazos en sus muslos y se inclinó hacia adelante, masajeo su rostro con sus manos en una lucha por formular alguna idea que pudiese servir. Necesitaba con desesperación su contacto, el toque de su cuerpo, la deseaba con todas sus fuerzas, su cuerpo mismo se llenó de una extraña tensión.
Ashley puso una mano en su espalda, estiró y movió sus dedos, en una inocente caricia que nubló sus pensamientos. El leopardo en su interior se estiró, ascendiendo a la superficie, la bestia queriendo tomar el control.
—Ashley...
Mitigó un gemido cuando ella deslizó su mano a lo largo de su espalda, una y otra vez, luego masajeo su hombro con sus finos y delicados dedos. La sensación lo tuvo al límite, entre la cordura y el instinto que luchaba por liberarse, el pulso de su corazón se disparó cuando ella acarició su nuca, haciendo erizar su piel...
—Ashley...
Una corriente atravesó su columna cuando ella hizo pequeños círculos con sus dedos. Alexei tenía la garganta hecha un nudo y sus neuronas se estaban fundiendo en las sensaciones.
La necesidad era un puñal en su pecho, el control estaba lentamente deslizándose con cada movimiento sutil, casi lánguido, que lo quemaba por dentro.
¿Era real? No pudo evitar preguntarse, la duda emergía de la bruma en su mente, porque tal vez esto podría ser un sueño. El mejor de todos. Pero se sentía tan real...
—Basta Alexei —ella dijo con suavidad—. Ya no busques solución para lo inevitable, no lo valgo.
Quiso responder pero ella volvió a afirmar su delicada mano en su nuca, y otra oleada de electricidad atravesó sus terminaciones nerviosas cuando ella recorrió su cuello con su pulgar. Alexei era un depredador que se hacía fama de peligroso, pero bajo el dulce toque de Ashley se había transformado en un tierno gato doméstico, bajo sus dedos era miel líquida.
Pero sabía sus intenciones, ella quería que se rindiese.
Y él no lo hacía con tanta facilidad.
Quizás este era el momento de decirle la verdad, de revelar el hecho que lo mantenía a su lado. Tal vez no tenga otra oportunidad, pensó, tal vez, ella tenía la fuerza suficiente como para enfrentarlo.
—Eres mi compañera —soltó en una exhalación.
Su mano se detuvo, podía sentir las puntas de sus garras, era lo más seductor que jamás había sentido. Pero el silencio cambió la situación, volviendo el ambiente algo incómodo, por dentro el animal esperaba con ansiedad, mientras que Alexei se anticipaba a la respuesta que podría aniquilar su corazón.
Silencio.
Su mano seguía en su posición, marcando su piel ¿Sería buena señal?
Silencio.
El latido de su corazón acelerado, los nervios haciéndole perder la paciencia...
Silencio...
Alexei giró su cabeza y fijó su mirada en ella, en sus rizos opacados por la falta de luz, en las delicadas facciones de su rostro, en sus labios ligeramente abultados, en sus ojos las esmeraldas se habían ido, dejando un suave verde que apenas podía ver por la dilatación de sus pupilas.
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Editado: 31.10.2020