La salvación de Alexei [serie Ice Daggers 3]

Capítulo 25

 

Destino

 

 

 

— ¿Se pondrá bien?

—No lo sé Ashley, al menos he logrado cerrar sus heridas.

Riley guardó sus instrumentos médicos en su mochila, mientras veía con preocupación el cuerpo dormido de Alexei, el brillo de sus ojos se había perdido en algún momento, la alegría que siempre tenía había desaparecido de su rostro.

—Quiero que te quedes aquí —le ordenó—. Si despierta y se encuentra solo puede transformarse y al hacerlo sus heridas pueden abrirse.

—No me hará caso... —susurró.

—Lo hará, él confía en tí.

Lo dijo como si estuviese segura de lo que decía era cierto, pero Ashley no lo estaba.

—Déjame revisar la herida de tu cuello.

—No es necesario, ya está cicatrizando.

— ¿Segura?

—Sí.

—Bien, ya no hay nada más que pueda hacer, debo informar a Aria sobre su estado, llámame si se mueve o si le sucede algo.

—De acuerdo.

Poniendo la mochila sobre su hombro, Riley salió de la habitación. La noche había caído cuando sus compañeros lo cargaron y lo acomodaron en su cama, y ahora en el exterior no había nada que le indique el derramamiento de sangre, ninguna señal de pelea, sólo la oscuridad más profunda de una noche sin luna.

Ashley no pudo quitar los ojos del cuerpo de Alexei, su hermoso pelaje estaba manchado de sangre y tierra, desprolijo por las heridas que aquel lobo le había infringido. La pálida piel de su cuello estaba expuesta, sin pelo, Riley lo había rasurado para detener la hemorragia causada por la mordida, ahora tenía las marcas de los dientes y los puntos que apenas se distinguían entre el color rojizo. Su respiración era lenta e irregular, el pulso era tan débil que ella no podía oírlo desde donde estaba.

Nunca pensó que lo vería de esa forma, tan vulnerable, cuando todo lo que ella había visto era su fuerza, su sonrisa y su inquebrantable determinación... El animal que estaba ahí tendido no se parecía en nada a él, ella deseaba que fuese un simple leopardo de las nieves salvaje para que la aflicción que sentía en su pecho desapareciera. Pero no era así, Alexei estaba ahí. Inconsciente.

No se atrevió a pensar si estaba luchando por su vida.

Encendió una de las lámparas de mesa y la luz tenue iluminó su figura, aún en el estado en el que se encontraba seguía siendo asombroso, imponente, poderoso. Su tamaño opacaba al suyo, y se veía hermoso.

Quería tocarlo, pero no encontraba ninguna zona que estuviese libre de sangre y suciedad. Con el corazón palpitando, se sentó en la cama y lo observó dormir, las manchas negras y grises apenas se veían, sus manos picaban por saber cómo sería acariciarlo, así que con cuidado tomó una de sus patas, su mano quedaba pequeña en aquella zarpa y sus uñas... Eran largas y afiladas, ella contempló cada una con atención, como si fuese lo más exótico que jamás había tenido, si las garras de Alexei eran peligrosas, no podía imaginar cómo eran las de Aria.

Un estremecimiento recorrió su columna al recordar la furia y el salvajismo con el que la mujer abatió al lobo blanco, sin tregua, sin misericordia, haciéndole tanto daño que el cuerpo quedó irreconocible. Aria le daba miedo.

Quitando ese tenebroso recuerdo, se recostó mirando su rostro, la respiración lenta, y el sonido débil similar a un silbido que escapaba por su nariz. Acarició el pelaje de su pecho, seguía suave, cálido, y en la textura del contacto se quedó dormida.

Soñó. Estaba de vuelta en el lago, la luna llena iluminaba el bosque, el cielo estaba salpicado de estrellas, el aire apenas tibio acariciaba su piel. Ella sonrió por la tranquilidad de su entorno, pero se angustió al saber que estaba sola.

Ashley... Ashley...

Oyó una voz dulce susurrar su nombre, el sonido era tan sereno que le impidió sentir miedo. Sólo sintió curiosidad.

¿Quién eres?

La brisa sopló sobre los árboles, llenando el ambiente del murmullo de las ramas y hojas al moverse.

No temas. No te haré daño.

Utilizó todos sus sentidos para encontrar al portador de esa voz, pero no podía encontrar nada más que los árboles y las sombras a su alrededor.

— ¿Quién eres? —volvió a preguntar.

Soy la única mujer a la que amó tanto como a tí.

Eres... ¿Eres la madre de Alexei?

Sí, Ashley.

— ¿Cómo puede ser? —Preguntó consternada y confundida— ¿Cómo puedo soñar con usted si no la he conocido?

—La mente cambiante funciona de diversas maneras, hay cosas que escapan a nuestro entendimiento, existencias que van más allá de lo terrenal. Pero eso no es lo que interesa ahora.




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