La Secretaria Del Dragón Multimillonario

Capítulo 17

Capítulo 17

—¿Quééééé? —Angélica dejó el libro a un lado y se incorporó, tiesa como una vela—. ¿Qué clase de pedido más tonto es ese? ¡Soy una chica decente! ¡No ando desnudándome frente a hombres extraños! Señor Stepan, ¿le pasa algo? ¿Por qué está aquí? ¿Y qué es ese escándalo en el pasillo?

—¡No soy un hombre extraño! ¡Soy su jefe! ¡Su jefe directo! ¡No pregunte nada, solo quítese la bata! ¡De inmediato! —el dragón ya entendía que no iba a funcionar, pero todavía intentaba mantener el factor sorpresa. O sea, el efecto de la orden absurda.

—¡Usted no es mi jefe! —se indignó Angélica y saltó de la cama, revelando su blanca bata de hospital, gruesa y larga hasta los talones, igualita a las que les daban a todas las mujeres allí—. ¡Estoy a prueba para el puesto de su secretaria! Y seguro no me va a contratar, porque mis competidoras son mucho más… eh… voluptuosas que yo. Y más lindas, claro. Ya sé que a los jefes poderosos las secretarias les sirven para llamar a su despacho y hacer con ellas… eh… bueno, distintas cositas. ¡Yo, en cambio, busco un trabajo serio, donde se pueda trabajar de verdad y no cumplir con los caprichos calenturientos del jefe! ¡Y usted seguro no quiere eso! Esas chicas son realmente muy guapas…

El dragón ya había llegado hasta la ventana y tironeaba los marcos, que estaban bien pegados y no querían abrirse. Del otro lado de la puerta las mujeres ya golpeaban sin pudor alguno, con entusiasmo y energía. Se escuchaba la voz de la enfermera Pequeñita, que decía en un tono meloso y casi sensual:
—¡Abra, paciente! ¡Venimos con buenas intenciones!

El jefe todopoderoso, Stepan Nogard, al oír las palabras de Angélica sobre las secretarias, se dio vuelta y gritó, furioso porque la ventana no cedía, la huida era imposible y el ganchito del pestillo ya estaba a punto de salir volando:
—¡Está bien, la contrato! ¡Va a trabajar conmigo! ¡Sin ninguna intención lasciva de mi parte! Dicen que mañana nos dan el alta, ¿no? ¡Cuando volvamos a la oficina la contrato oficialmente a tiempo completo! ¡Usted será mi secretaria! ¡Personal! ¡Y a esas dos chicas las despido al instante! ¿Contenta ahora? ¡Y rápido, quítese la bata! ¡Es… eh… necesaria para su jefe! ¡Urgente! ¡Ahora mismo!

Angélica soltó un gritito de alegría. Dio un saltito, corrió hacia el dragón Stepan Nogard y le plantó un beso en la mejilla. Luego dio un par de vueltas por la habitación, radiante:
—¡Gracias, gracias, gracias! ¡No lo voy a decepcionar! ¡Trabajaré muy bien! ¡Haré todo lo que usted me diga! ¡Soy muy trabajadora! ¡En su oficina siempre habrá orden y un café delicioso esperándolo! ¡No sabe cuánto necesitaba este empleo! ¡Cumpliré todas sus órdenes! —decía feliz, casi bailando—. ¿Necesita la bata? ¡Tómela!

Empezó a sacársela, y el dragón, pasmado, comprendió que, milagrosamente, ¡le había salido todo como quería! Finalmente estaba a punto de lograr lo que llevaba días intentando. Se quedó inmóvil, con la mirada fija, viendo cómo las manos de la chica agarraban el borde de la larga bata y empezaban a levantarla hacia arriba.

¡Ahí estaba! ¡El momento de la verdad! ¡Por fin! Por fin iba a ver a Angélica tal cual era, y no como esa muchachita bajita, discreta, con una coleta en la nuca, unos anteojos horribles de marco grueso y esa interminable bata de hospital, tan parecida a esos malditos hábitos con los que andaba todo el tiempo.




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