Capítulo 38
Pasaron dos días. Después de exhaustivas investigaciones, los magos del reino de Kreptzia construyeron una ruta exacta hasta la frontera con el mundo de Ucrania, donde, según los informes de los magos, había un puesto fronterizo entre sus mundos.
El dragón voló hasta la frontera de Ucrania con sus alas, pero de ahí en adelante, en nuestro mundo, tendría que desplazarse a pie. Antes de eso, tomó unas cuantas lecciones con el famoso científico ucranólogo de Kreptzia, Román Ordenalacasar, quien había publicado varios libros bajo los títulos: “¿Cómo son realmente los ucranianos?”, “¿Por qué el borscht en Ucrania solo se debe comer con crema agria?” y “Ciento uno maneras de saludar en Ucrania”. Los tirajes de estos libros eran bastante grandes, así que, como pensó nuestro dragón, aquel hombre realmente sabía todo sobre Ucrania.
Tras leer sobre el borscht y los saludos, nuestro dragón comprendió que estaba listo para el viaje.
Así que se vistió tal como recomendaba Román Ordenalacasar: camisa bordada, pantalones anchos y botas; su jefe, con porte autoritario, colgó en su hombro la mochila con las cosas necesarias para el viaje, y cruzó la frontera que separaba el mundo de Kreptzia del nuestro, el mundo humano.
Y justo frente a la frontera estatal de Ucrania se encontró. Delante mismo de la aduana.
Era verano, el dragón dio unos pasos y se plantó frente al edificio que tenía escrito: “Control aduanero para seres de otros mundos”. Las puertas estaban abiertas de par en par, como invitando…
Entró, el dragón miró a su alrededor y vio la siguiente escena: había una mesa, y detrás de ella dos hombres sentados, mirando sus teléfonos.
—Oh —pensó el dragón—, la tecnología aquí también es avanzada, como la nuestra, tienen teléfonos, oh, televisores —echó un vistazo a la gran pantalla en la pared—, y también se venden zapatillas, —notó unas zapatillas muy chulas en uno de los hombres.
Y al ver al dragón, los dos dejaron sus teléfonos sobre la mesa y empezaron a interrogarlo. Vamos, se pusieron manos a la obra con sus deberes oficiales. Al parecer, pocos seres de otros mundos llegan a Ucrania, y en este puesto fronterizo los aduaneros se aburren bastante.
Uno, más joven, comenzó a preguntarle al dragón sobre todo tipo de cosas, mientras que el otro, mayor, con bigote, lo miraba con sospecha.
—¡Buen día, joven oficial fronterizo entre mundos, Hrytsco Chumachenko! —asintió el joven, poniéndose de pie—. ¡Bienvenido a la frontera con Ucrania! ¿De qué mundo, país, reino, planeta, feudo o realidad nos visita?
—Del reino de Kreptzia —respondió el dragón.
—Lo sabemos —asintió Hrytsco, sacó su teléfono y lo desplegó en cuatro partes*, lo ensambló de algún modo y ya tenía una pequeña tablet frente a él, empezó a tocar en ella—. Presente su pasaporte.
El dragón, por supuesto, había traído pasaporte cuando se preparaba para ir a Ucrania, no lo olvidó. Y un montón de certificados, registros de vacunas, y además compró varias banderas amarillas y azules y moldes de acero para cocinar varenyky, por si acaso, como recomendaba en el libro el señor Román Ordenalacasar.
Extendió al joven oficial su pasaporte y algunos documentos más.
—Sí, se llama Stepan Nogard, tiene treinta y cinco años, soltero, vive en el reino de Kreptzia, cargo: príncipe heredero. Oh, ¿entonces usted es de la familia de los monarcas de allá?
—Exactamente —confirmó el dragón.
—¿Puede mostrar el certificado de vacunación contra el coronavirus? —preguntó el oficial mayor, que hasta ahora había estado en silencio, jugando con su bigote.
—Aquí —extendió el dragón el papel—. Lo hice ayer, todo en orden.
—¿Y por qué va vestido así? —pregunta de nuevo el bigotudo.
—¿Cómo? —se sorprendió el dragón.
—Bueno, parece que va a un concierto o de animador a una fiesta étnica… ¿No había algo más sencillo? —sonrió el oficial mayor.
—Eh… leí en un libro que… —el dragón le mostró el libro de Román Ordenalacasar.
—¡Ah! ¡Leíste a ese escritor! —se rió Hrytsco—. Todos los ucranianos solo usan pantalones anchos para conciertos. Y solo los bailarines. La camisa bordada, sí, puede usarla cuando quiera. ¡Los ucranianos son una nación muy avanzada en moda! Tenemos los diseñadores más top. ¡Nivel mundial! Le recomiendo comprarse ropa normal en la tienda más cercana.
El dragón se sonrojó, no estaba acostumbrado a estas situaciones.
—¿Cuál es el motivo de su visita a Ucrania? —pregunta entonces Hrytsco.
—Eh… busco a mi prometida —dijo el dragón con firmeza—. Se escapó de mí. ¡Pero la encontraré, porque somos pareja verdadera!
—Hm. ¿Y cuál es su raza? —seguía revisando el pasaporte y escribiendo en su tablet—. ¿No será usted vampiro? No los dejamos pasar, porque de noche asustan a nuestra gente. Las ucranianas, sobre todo jóvenes, han visto muchas películas románticas de vampiros y ahora los aman mucho. Recientemente, en las noticias mostraron a un vampiro pobre, casi lo despidieron del mundo porque todos querían fotos con él, ¡selfies para sus redes! Fue de noche. Las chicas lo alcanzaron y lo “capturaron”. Y en algunos smartphones había flashes de luz diurna. Pobre vampiro, lo llevaron al hospital con quemaduras en la piel. Así que…
—No soy vampiro —negó con la cabeza Serpántio—. Soy un dragón.
Los aduaneros reaccionaron con calma, como si todos los días recibieran dragones, ni pestañearon. Solo Hrytsco preguntó por curiosidad: