Ginji
No puedo enfrentarme a mis padres, no, definitivamente no, entonces…
¡¿Por qué estoy aquí?!
Observo hacia arriba, la mansión es tan grande como la recordaba, hasta parece más enorme. Bajo mi vista para luego moverla en dirección hasta Talk, por lo tanto lo miro de mala manera.
—¿Por qué me trajiste hasta aquí?
Se ríe.
—¿No quieres saber lo que dicen? —Levanta su dedo hasta el timbre—. Si buscan a Ginji es por algo, ¿no?
—¿Y si él no quiere perdonarlos?
—Estará en todo su derecho, pero tú no eres Ginji para decidir por él, ¿no lo crees así?
Agarro su muñeca rápido y la aparto de ese botón.
—No me hagas arrepentir de haberte acompañado —digo amenazante.
—¿Y por qué vinimos?
Lo suelto y doy un paso hacia atrás.
—Para investigar. —Me giro y me sigue—. Vamos por la puerta trasera, la de servicio.
—Conoces bien el lugar.
—Sí —me limito a decir mientras avanzo.
Una vez en la puerta, busco en una de las plantitas de la ventana y agarro la llave, abro, luego la dejo en su lugar. Por suerte no hay nadie al entrar, entonces nos dirigimos directo a mi cuarto.
—¿Qué buscamos exactamente? —consulta Talk.
Avanzo por mi habitación, está tal y como la dejé cuando me echaron. Me detengo para responderle a Talk, me giro a mirarlo.
—Pruebas de que esos que se hacen llamar padres se pusieron a buscar a Ginji de verdad.
—Lo vi en un artículo ¿Por qué no les preguntas directo?
—Porque mienten, el único que hizo una denuncia fue Rouge, seguro se acreditaron su participación.
—Vaya, te ves enfadada —opina.
—Bueno, es que ellos… —Me lo pienso mejor para explicar desde el punto de vista de una prima—. Son muy malos, yo vi como lo han maltratado psicológicamente durante años.
—Entiendo. —Hace una pausa y mira el lugar—. Esta habitación es hermosa, me da un poco de envidia.
—¿A qué te refieres? Tú tienes un lindo departamento.
—Ah, es que hablaba de mi amiga, no tuvo una buena infancia, ni casa ni familia, pero si es como dices, debe ser mejor no tenerlas.
—Más hablas de tu amiga, más ganas me da de conocerla ¿Cómo se llama?
—Taeri, le dicen Tae.
—¿Qué bonito nombre? ¿Es asiático, no?
—Como Ginji.
Me río.
—Sí, creo que mi primo y tu amiga tienen muchas cosas en común.
Sonríe.
—Sí. —Nos quedamos un rato mirándonos hasta que él vuelve a hablar—. ¿En qué puedo ayudarte? ¿Qué sería una participación como prueba para saber si realmente lo buscan?
—Esto. —Camino y saco un cuadro, poniéndolo en el piso—. Este es el único álbum de fotos que hay en mi familia.
—Qué anticuados, ¿y las digitales? —Se ríe.
—Es una familia muy tradicional. —Abro la libreta y paso foto por foto, todas están intactas sin tocar—. Si lo buscaran, hubieran utilizado este álbum, pero no, se ve igual.
—Lo siento mucho.
—Hum, no importa. —Muevo los hombros, luego guardo el cuadernillo, pero una fotografía se sale de este y termina cayendo en la alfombra—. Qué raro —opino.
—¿Qué?
—El dibujo del tapiz es muy parecido al de la manta de Rouge, la cual tiene en su suelo, nunca me había fijado.
—¿Y? —Enarca una ceja.
Me río.
—¿Será que nuestros padres se conocen? Rouge me contó que es muy tradicional en su familia usar este material con este lienzo. —Levanto la alfombra con intriga y descubro una pequeña puerta—. Qué curioso.
—¿Qué?
Tiro del asa para alzar la madera y en un pequeño cuadrado encuentro un libro, lo agarro, entonces comienzo a leerlo.
—¿Qué dice? —insiste Talk, ya que no le respondí antes.
Leo un poco más y luego le contesto.
—Habla de un romance entre dos hombres, en una época muy lejana. Ellos se amaban, pero no podían estar juntos, pues en ese tiempo el amor entre personas del mismo sexo se castigaba con la muerte. Sus familias los descubrieron. —Sigo leyendo, hago una pausa y después le explico—. Una perdonó a su hijo, pero la otra decidió condenarlo a muerte. El hijo que fue perdonado decidió pedirle ayuda a su deidad, el dios del deseo, el cual se enamoró perdidamente del amor que se tenían los amantes, así que le cumplió su pedido.