La secta del cambio de género

Capítulo 23

Rouge

¿Es acaso una pesadilla? ¿Qué es esto? Se siente tan real.

Es la habitación de un castillo, las paredes son blancas, hay azulejos lujosos y una enorme ventana donde se ve la luna, la cual es cubierta por unas nubes negras. Todo el sitio se vuelve lúgubre, para nada tranquilizante. Debajo, pegada a la pared del ventanal, está la cama, las manos de la persona que más quiero en este mundo, se encuentran atadas a esta, y puedo notar su llanto, el que me asfixia el alma al verlo sufrir.

¿Quién? ¿Quién le hace daño?

Observo más la escena, dándome cuenta que soy yo. Yo estoy sobre el cuerpo de chica de Ginji. Está llorando y yo soy el culpable.

—No, no, déjame, no quiero.

Me paralizo viendo los chupetones que tiene en su piel, su ropa rasgada y sus piernas con sangre.

—Oh, mierda, Ginji —digo temblando, preocupado.

—No, déjame, déjame, ya no me lastimes. —Su respiración es agitada en su llanto e intenta no mirarme, trata de retroceder, pero las cadenas no se lo permiten—. No sigas, por favor.

—¿Co... ¿Cómo te desato? —Miro para todos lados buscando una llave.

Mierda, no puedo levantarme. Es como si una fuerza invisible no me dejara mover. No me agrada, se ve muy mal, estoy entre sus piernas. No me gusta, esto no es como imaginé que sería alguna vez, ni siquiera en mis fantasías más húmedas con Gin. Esto no es un sueño, es una pesadilla y yo soy el perpetrador.

«Es hermoso y ahora es todo mío, al fin lo tengo solo para mí. Lo encontré, engendraremos nuestro legado y estaremos juntos para siempre. Ya no huirá, solo yo decidiré su destino».

Una voz suena en mi cabeza, diciendo incongruencias, alegando sus deseos posesivos, eligiendo sin razón por sobre los derechos de Ginji.

—¡Cállate! —le grito a la voz y Gin cree que le hablé a él, así que se sobresalta, tiembla con temor—. No te asustes, te sacaré de aquí.

Intento lo más que puedo y al fin puedo levantarme, ganándole a esa fuerza. Corro hasta la puerta, pero no se abre, así que miro a Ginji y se estremece.

—Tranquilo, encontraré una llave, te liberaré, no te preocupes.

—¿Por qué? —Su rostro se llena más de lágrimas—. Tú hiciste esto.

—No sé qué sucede, pero voy a arreglarlo.

—No puedes arreglarlo. —Jipía.

—No te preocupes, lo compondré todo. —Me le acerco y se estremece—. Yo... lo siento, yo...

—Mátame —me pide.

Me paralizo.

—No, yo...

—Líbrame de este sufrimiento, no puedo soportarlo.

En mi mano aparece una daga, así que me asusto y rápido la suelto. El sonido del metal se escucha retumbar en el piso.

—¡Jamás haría algo así, nunca! —grito desesperado.

Ginji vuelve a llorar, agitado.

—No me tortures más, te lo ruego, déjame, déjame morir.

«Miente, ya está muerto. Este es mi mausoleo, pues me lo comí y ahora se encuentra condenado a mí. Su guerrera esta vez no pudo salvarlo ni esconderlo, ahora es mío para siempre».

—¡Que no, no es tuyo, deja de decir eso! —grito otra vez mientras Ginji sigue llorando.

«Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, después de todo somos la misma persona y aunque yo fui el que lo hizo, tú también lo hiciste, disfruta del resultado».

—¡Cállate!

Agarro la daga, corro hasta Ginji y aunque se asusta, consigo romper una parte de la cadena, dejando a un lado el arma. Lo rodeo con las mantas de la cama, para que no se vea su desnudez, así que lo levanto entre mis brazos. Lo llevo a la salida del cuarto y pateo la puerta, logrando abrirla.

La siguiente sala parece un herbario, azulejos, paredes blancas, plantas y una fuente. Bajo las escaleras hasta llegar al manantial, miro el techo que está hecho de vidrio, pero todo se ve oscuro. Avanzo hasta una puerta, pero esta no se abre, así que me desespero más.  

«El mundo no es seguro, él está mejor aquí».

Frunzo el ceño.

—¿Contigo? Ni hablar. —Sigo pateando la puerta.

—Tengo frío. —Tiembla Ginji y cierra con fuerza los ojos.

«Hay que darle calor».

—¡No! —grito enojado y luego miro a Gin—. Tranquilo, te sacaré de aquí.

«Sabes que es lo mejor para mi amor, es estar aquí, conmigo, en el mausoleo. El exterior no es lugar para él, el mundo está lleno de cosas malas, se encuentra mejor aquí. Debo limpiar, curar, permanecer y cuidar la pureza de su alma de los pensamientos impuros de allá afuera. Nadie puede corromperlo más que yo, yo decido hasta qué punto llega su inocencia, soy el único que puede tomarlo».

—¡Tú no decides por Ginji, él puede hacer lo que le dé la gana! —Pateo por última vez la puerta cuando al fin se abre—. ¡Hablas demasiado, nos largamos de aquí!

Al cruzar la puerta una luz me da una ceguera y entonces abro los ojos, despertando de la pesadilla. Mierda, estoy todo transpirado. Me levanto, porque al parecer me caí en el suelo de la oficina.



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En el texto hay: boyxboy, lgbt, magia

Editado: 02.03.2022

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