La Sed de los Vampiros

Capítulo 8

Alba

Sentía una suave mano acariciando mis hombros y después mi cuello.

El toque era tan delicado que me provocaba cosquillas, así que moví un poco la cabeza para un costado tratando de apartar esas manos de mí. ¿Quién era el que rozaba las yemas de sus dedos contra mi frágil piel?, no lo sé. Quería mirarle y así descubrir de quién se trataba, pero mis ojos se negaban a abrirse. ¿Era acaso un sueño?

Mi piel se erizaba con su toque. Era un desconocido, de eso estaba segura. Sus manos frías como el invierno hacían presión en mi cuello, como si quisiera matarme. Afuera debía estar nevando, pues el viento golpeaba con rudeza la ventana que temblaba como si fuera a caerse. Pero lo que importaba ahora era el desconocido que delicadamente acariciaba mis labios y mis mejillas. Y así sin más, cuando menos me lo esperé, unos labios se posaron en los míos provocando que mi corazón se acelerara. Intentaba con todas mis fuerzas despertar, pero mi cuerpo se negaba a seguir mis órdenes. Estaba a merced de un extraño que movía con experiencia sus labios sobre los míos. Quería gritar, pero apenas podía mover los labios. Me sentía prisionera de mi propio cuerpo. Tal vez era un sueño todo esto, de esos que parecen reales. De seguro era una pesadilla por el hecho de que estaba secuestrada.

Las caricias acabaron y no sentí más nada que el sonido del viento creando un lamento fantasmal que hacía eco por toda la habitación. De repente un portazo que sobresaltó a mí cuerpo despertándome. No había nadie aquí. Estaba completamente sola en una habitación oscura donde por la ventana se reflejaban las ramas de un árbol creando la sombra de un monstruo, de esos que asustan a los niños pequeños.

— Solo fue una pesadilla—. Me dije a mi misma y lo repetí varias veces en mi cabeza antes de volver a dormir. Me estaba volviendo loca.

Dacian

Caminé por un pasillo que me llevaría hasta mí habitación. Mis pasos eran todo lo que se escuchaba por los alrededores. Los demás chicos se encontraban en algún lugar de la casa. Conociéndolos seguramente Areu estaría en la biblioteca junto a Edgar y Dasher, mientras Brais y Aiker estarían en sus propios asuntos y Areu de seguro estaría en su habitación. Los dos últimos no me interesaban demasiado ya que siempre andaban en algo diferente. Cada noche, desde el siglo en que nos conocimos.

Entre a mí cuarto donde me esperaba una cama que nunca utilizaba para dormir, pero me gustaba acostarme en ella para leer y hacer otras cosas. Lo que pasó hoy con Aiker y Alba no me molestó tanto. Sé que él la odia por el simple hecho de que exista, pero no puedo permitir que mande todo a la mierda porque se halla molestado con ella. Todo a su tiempo, es lo que siempre nos dice. En cuanto a Alba, en el momento en que la vi tan vulnerable, se me pareció a una persona completamente diferente. Siento que algo no anda bien con esa niña. ¿ Por qué dejó de ser tan repugnante como lo era hace nueve años? Yo le borré la memoria, no la personalidad.

Me molesta ver que Alba ya no era esa niña que no tenía miedo de lo sobrenatural, de lo peligroso. Aunque era una niña, parecía un lobo despiadado que amaba derramar sangre y no temía ser masacrada por un monstruo, porque ella era el monstruo. Ahora se veía como un pequeño cordero asustado y eso me disgustaba porque no sentiría el mismo placer al acabar con su vida. De esa chica independiente y malvada sólo quedaba una humana cobarde y débil. Así no iba a durar mucho, ni nuestra diversión. Debía buscar la forma de sacar su lado asesino, regresar a la Alba que una vez odié y quise matar con mis propias manos, porque a este ser me daba lástima hasta arrancarle un mechón de cabello.

—¿Qué pensamientos habitan en tu cabeza?— me giré al ver a Brais recostado en el marco de la puerta.

—Siento que esto no va a ser tan divertido después de todo—, le respondí sí con sinceridad—la chica ya no se ve tan peligrosa como antes.

— Y que lo digas—, se movió en mi dirección y yo me senté en la cama seguido de él— al parecer perdió todos sus conocimientos en escape.

Reí por su comentario, aunque era cierto. El padre de Alba era tan inhumano que encerraba a su propia hija en lugares que para la humanidad sería la muerte, para que está mejorara sus habilidades de escape.

— Supongo que todo se fue con sus pensamientos—. Le dije al pelirrojo que asintió ante mi suposición— ¿Y qué haces aquí? Pensé que estabas, no se, en el bosque...

—Hace mucho frío—. Me interrumpió.

— Como si sintieras algo —. Me burlé y este sonrió. Brais y Aiker eran los más antiguos de todos, pues estos nunca habían sido humanos.

—Tienes razón, soy un ser completamente inhumano—, dijo — por cierto, han logrado encontrar a James. Ya lo traen de camino.

— Por fin—, solté aliviado — avísenme cuando llegue. Yo estaré aquí, perdiendo el tiempo.

Sin más que decir, Brais salió de la habitación y yo me recosté en la cama observando el techo. Las paredes oscuras me recordaban a aquellos tiempos en los que las sombras de la celda eran mi única compañía. Allí, luego de ser torturado para el gusto de esos humanos, volvía a mi prisión y observaba las esquinas a la espera de que, en algún momento, apareciera algún ser del infierno y me arrastrara a una muerte misericordiosa. Pero el único demonio que llegaba después de tanto sufrimiento era una niña que disfrutaba observar como me desangraba frente a sus ojos grandes y marrones.

Ahora la tenía en mi poder. Era la hora de que me vengara por todo lo que una vez me hizo a mí y a todos los demás esclavos que estábamos encadenados y éramos utilizados como conejillos de india para sus sucios experimentos. Tantos niños que murieron en sus manos. No todos eran sobrenaturales. Si, vivían con seres sobrenaturales, pero eran humanos. No todos nacemos igual. Hay algunos que solo tienen sangre sobrenatural, pero son completamente humanos. Eso no le importó a los cazadores. Masacraron y acabaron con todos los seres que tuvieron a sus alcance, pero ya no más. Ahora nosotros íbamos a cobrarles todo lo que nos habían hecho.




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