La Sed de los Vampiros

Capítulo 18

Dacian

Cuando llegué a la casa no me molesté en saludar a los chicos. Tenía un objetivo fijo y había ido hacia él, subiendo las estruendosas escaleras. Si eras cuidadoso no sonaban, pero yo no tenía ese cuidado.

Llegué a la habitación de mi presa y la vi ahí. Frágil, vulnerable y tan apetitosa que la boca se me hizo agua.

Fui hacia ella y me permití observarla un instante. Su cuerpo estaba boca bajo, dejando que su cabello se le acomodara en su espalda y algunos mechones en su rostro. Sus grandes ojos se encontraban cerrados y su boca entreabierta, soltando de vez en cuando uno que otro ronquido. Estaba exhausta, ni siquiera notó cuando entré a la habitación. Me senté en el borde de la cama y aparté los mechones de cabello que cubrían su cuello, exponiéndolo para mí. Fue entonces que ella abrió los ojos y pestañeó varias veces, aún media dormida.

Su mirada recorrió toda la estancia hasta chocar con la mía. Pude sentir como sus latidos pasaron de ser estables a acelerarse sin control. El miedo que ella sentía por mí era admirable. Ya no era esa fiera que masacraba a las bestias, ahora era un simple corderito temiendo por su vida.

— Dacian—, dijo levantando su cuerpo y arrinconándose al espaldar de la cama— por favor... No...

— Estos días han sido muy difíciles para mí—, le corté las palabras mientras iba hacia ella, acorralándola— sin ti me he sentido demasiado... débil. ¿Sabes por qué?— pregunté y ella negó— Por alguna razón, tu sangre es muy adictiva para mí—. Dije acercando mi rostro al suyo, hasta que nuestras narices se rozaran— Tú eres muy adictiva para mí y yo no sabía porque, hasta que Aiker me lo explicó.

Alba se había quedado estática. Su rostro estaba pálido y sus mejillas ligeramente sonrojadas. Pasé saliva por mis labios y observé los suyos. El impulso por besarlos, romperlos y ver como la sangre se escapa de ellos me está matando, pero antes ella debe entender que ese hombre nunca la vio como su hija, sino como su objeto.

—¿Sabes? Es curioso como defiendes a tus padres, pero no tienes idea de todo lo que te hicieron—. Le dije y al ver como las lágrimas corrían por su rostro, me vi forzado a detenerlas— Te convirtieron en un arma atrayente de vampiros—. La confusión se apoderó de su mirada y tragó en seco antes de hablar.

— No se de que hablas—. Dijo con la voz rota y la mirada opacada.

Me alejé un poco y me pasé las manos por la cara. Ya no sabía si ver a esta chica como el criminal o como otra víctima de sus atrocidades. Había sido convertida en una asesina por su propio padre y luego la habían convertido en una droga para los vampiros.

Ella es una asesina—me dijo esa voz interior—no dudes. Nunca dudes.

Solté un suspiro que hizo a la chica brincar. La miré y bajé mi vista hasta sus labios. Si quería hacerlo, podía hacerlo. Ella era mía. Todo de ella era de mi propiedad. Yo era su dueño y su verdugo.

La tomé de uno de sus brazos y la lancé sobre la cama boca arriba. Ella soltó un jadeo por la sorpresa y cuando intentó hacer algo, ya era muy tarde. Mi cuerpo estaba sobre el de ella y la tenía inmovilizada tanto por los brazos como por las piernas. Respiraba agitada y trataba de safarse, aún cuando sabía que sería imposible.

— Deja de moverte, maldita sea—. Solté en un gruñido y ella se detuvo al instante.

Su mirada estaba cansada, ella estaba cansada de todo esto, pero aún así luchaba. Su fuerza era admirable, pero eso no la hacía irrompible. Soltó un suspiro y dejó de luchar, como si no valiera la pena. Como si estuviera aceptando su destino.

— Solo hazlo—, soltó resignada— acaba con todo, estúpido vampiro.

Cerró los ojos y giró el rostro, dejando expuesto su cuello. Esa acción me dio un poco de risa como molestia, pero la aguanté. Se lo que ella pensaba que yo iba a hacer, pero no lo pensaba hacer ahora. Primero tenía otra cosa en mente.

— Mírame Alba—. solté en voz baja, pero firme y la sentí tensarse, pero no hizo caso— ¡Mírame!— dije más fuerte y ella abrió los ojos, pero seguía sin mirarme.

—¿Cuál es tú problema?— dijo y entonces me miró—¿Ahora te echas para atrás? Maldito bipolar de mierda—. Sus palabras me asombraron y divirtieron a la vez.

—¿Bipolar?— le pregunté a la chica que me seguía mirando molesta— Así que bipolar—. Le dije soltando sus manos y levantando la mitad de mi cuerpo para deshacerme del chaleco y la camiseta que traía puesta.

Alba cambió su semblante molesto al de asustada. A saber que habrá pensado de mi acción.

Al quedar con el dorso descubierto, observé todas las cicatrices que habían tanto en mi pecho, como en mi abdomen. Ella también lo hizo y yo tomé sus manos para levantar su cuerpo y acomodarla para que quedara frente a mí. Ella me miró y yo la observé. Actuaba como si no conociera esos cortes, buena actriz era.

—¿No recuerdas nada de esto?— le pregunté.

—¿Recordar qué?— me preguntó ella y yo negué, tomando su mano y llevándola hacia una de mis cicatrices para que la tocara.

Su mano cálida aterrizó en una de las cicatrices de mí abdomen y sentí su cuerpo estremecer. Ella contorneó toda la superficie y luego me observó y volvió a bajar la vista.

—¿Yo hice esto?— dijo más en una pregunta que en una afirmación.

—¿En serio me estás preguntando?

Ella volvió a callar, mordió su labio inferior y yo sentí mis colmillos temblar. Querían su sangre. Debía probar su sangre. Pero quería saber si ella había logrado recordar algo.

— En ninguno de mis recuerdos he lastimado a nadie—. Me responde entonces— Yo no te he echo nada de esto—. Dijo mirando la cicatriz.

—¿Entonces quién fue?— le pregunté.

—No lo se—. Su voz se volvió a romper.

Ella se estaba rompiendo. Ya no podía soportarlo más, pero tenía que aguantar. Así que tomé su rostro con mis manos y la acerqué a mí para besarla.

Al juntar nuestros labios, sentí la calidez de los suyos. Acomodé una de mis manos en su nuca y con la otra tomé su barbilla, haciendo que elevara un poco la cabeza para quedar a mi alcance. Sus ojos se abrieron con sorpresa y una de sus manos intentó alejarme, pero al ver que era imposible resistirse, dejó de pelear. La mano que estaba en su barbilla se apoyó en la cama y suavemente fui bajando su cuerpo hasta acomodarlo en la cama. Ella estaba asustada, su cuerpo me lo decía, pero también me decía que ella sentía esa adicción. Aunque me temiera, no podía evitar sentirse atraída por mí. ¿La razón?, No lo sé.



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En el texto hay: hombres lobos, brujasycazadores, brujas y profecias

Editado: 13.05.2025

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