La selección

VI:

     Tres. Dos. Una... Cero.

    Su foto no había aparecido. Su nombre no había sido dicho. No había sido seleccionada.

    Permaneció inmóvil durante varios minutos más, con la vista aún clavada en la pantalla de la televisión. En el fondo tenía la esperanza de que no hubiesen terminado de nombrar a todas, pero sabía a ciencia cierta que sí habían terminado.

- ¿Qué opináis de todas las jóvenes que acabáis de ver en pantalla? – Preguntó la reportera a los príncipes.

    Pero Evelyn no escuchaba las respuestas, su corazón latía con fuerza y solo eran sus propios latidos lo que llegaba a sus oídos. ¿Qué le diría a su madre cuando volviese a casa? Por su culpa habían perdido una gran oportunidad, no podrían recibir el dinero que tanto necesitaban, por su culpa, Kaira debería empezar a trabajar limpiando en poco tiempo y Sven no podría comprarse libros o ropa nueva.

- Vaya, tú no has sido seleccionada. – Comentó Ada cuando ya hubieron terminado de dar la información para las seleccionadas por la televisión.

    La joven de cabellera rubia se acercó a Evelyn y se agachó hasta quedar a su altura. Evelyn apartó entonces la mirada de la pantalla y la dirigió a los ojos de Ada, aunque sabía que se acabaría arrepintiendo de ello.

- Lo siento mucho. – Le susurró Ada, aunque saltaba a la vista que no lo sentía; una sonrisa estaba configurada en su rostro, y no era una sonrisa de pena precisamente.

    Los ojos de Evelyn comenzaron a tornarse vidriosos, un nudo se instauró en su garganta y el respirar normalmente volvió a ser una dificultad. Sin embargo, se negó a si misma el permitirse llorar delante de Ada y su familia, no derramaría ninguna lágrima.

- Gracias por tu compasión. – Le respondió a la joven rubia con un hilo de voz, un susurro apagado. Rompió el contacto visual y prosiguió haciendo su trabajo, que solo era limpiar.

- Ada cariño, déjala terminar. Tú tienes que prepararte para que te recojan mañana. – Comentó la señora Corday, sin borrar la sonrisa de su cara. El señor Corday no dijo nada, se sentó en el sofá con un libro en las manos a esperar que Evelyn terminase de limpiar.

    Con el corazón aún oprimido y las lágrimas atascadas en su garganta Evelyn consiguió terminar su trabajo una hora más tarde y, para alivio de ella, sin haber derramado una sola lágrima. Cuando terminó toda la familia Corday estaba de nuevo en el salón.

- Ya he acabado. – Anunció Evelyn a los padres en un susurro, con la cabeza erguida pero la vista baja.

- Bien hecho. Toma. – El señor Corday le entregó una pequeña bolsita que tintineaba con el movimiento. Dentro supuso que habría varias monedas de cobre, tal vez alguna de plata, con suerte.

- Entonces... me marcho. – Susurró, deseando que ningún miembro de la familia le dijese nada más. Aunque conocía a los Corday, sabía que eso no sería así.

- Dale recuerdos a tu madre. – Dijo a modo de despedida la señora Corday, a lo que Evelyn asintió.

- Y a tus hermanos. – Añadió Ada. – Espero que os vaya bien a partir de ahora, prométeme que seguiréis trabajando duro mientras yo esté en palacio.

    Evelyn apretó los dientes mientras las ganas de llorar volvieron a asaltarla, pero estaba tan cerca de salir de esa casa, no podía darles ese lujo, debía mantenerse fuerte. Dirigió la vista hacia Ada y consiguió esbozar una sonrisa y hablar con claridad:

- Se lo prometo. Enhorabuena por haber sido seleccionada. Buenas noches.

    Con esas últimas palabras dejaron que Evelyn saliese de la casa. La joven comenzó a caminar hacia su hogar, arrastrando los pies y con la cabeza gacha. Ya había anochecido, y el frío de las noches de Mayo le acariciaba la cara, era una sensación agradable. Una sensación que le arropó lo suficiente como para que pudiese desahogarse de una vez por todas.

    Dejó que las lágrimas que había estado reteniendo corrieran libres por sus mejillas y con el llanto, pareció que sus pulmones se llenaban nuevamente de aire y su corazón se relajaba. Estuvo llorando en la calle cerca de media hora, pues no quería que su familia le viese en ese estado simplemente porque no había sido escogida. Aunque no lloraba por eso, lloraba porque sentía que había fallado a su madre, que le había arrebatado una oportunidad única en la vida, y ese pensamiento le destrozaba el corazón.

    Cuando ya sentía que no podrían salir más lágrimas de sus ojos se los limpió con la manga de la camiseta, aunque sabía muy bien que tendría un aspecto horrible. Respiró profundamente y abrió la puerta de su casa.

    Al entrar se encontró con su madre y Elyan sentados en el pequeño sofá que había en la sala que usaban como comedor y salón. En cuanto sus ojos se cruzaron con los de su hermano y los de su madre, las ganas de llorar volvieron a asaltarle.

- Evelyn... - Su madre fue la primera en ir hacia ella y abrazarle con fuerza.

- Lo siento. Mamá, lo siento. – Evelyn sollozó en los brazos de su madre y con las palabras las lágrimas salieron de nuevo.

- Ya cariño, no pasa nada, no tienes que pedir perdón. – Le susurraba Sarah, acariciándole el pelo conmovida por la reacción de su hija.

- Lo siento...

    Estuvieron abrazadas cinco minutos, hasta que se fueron separando poco a poco.

- No llores más mi vida, te vas a quedar sin agua en el cuerpo. – Le susurró su madre, acariciando las mejillas de su hija para limpiarle las lágrimas que seguían cayendo. – Vayamos todos a descansar, mañana será otro día.

    Evelyn asintió y los tres subieron las escaleras hasta sus cuartos. Sarah les deseó buenas noches a ambos y se adentró en su dormitorio, los mellizos hicieron lo mismo.

    Con la puerta del cuarto cerrada Evelyn volvió a sollozar, no podía controlar las lágrimas ni la respiración agitada.

    Elyan se acercó silencioso a ella y le abrazó, justo como su madre había hecho minutos atrás. Le dolía ver a su hermana así y no sabía cómo podía hacerle sentir mejor, si Caspian estuviese con ellos, tal vez podría animar a Evelyn. Sin embargo, no estaba, y Elyan solo podía decir una cosa:




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