La selección

VII:

     Cuando Evelyn abrió los ojos la mañana siguiente se encontró con Sven durmiendo a su lado, a pesar de que la cama era para una sola persona, algo pequeña. Sonrió al encontrarse con esa bonita imagen, su hermano pequeño parecía un ángel cuando dormía, con la boca entreabierta, como era su costumbre, y con las manos pegadas al pecho.

    Se quedó un rato sin hacer nada, simplemente viendo a su hermano pequeño dormir, tenía la sensación que era bien entrada la mañana, pues Elyan no estaba y la luz entraba por la ventana, pero no tenía ganas de levantarse. Aún no, quería disfrutar de ese momento de calma todo lo que pudiese.

    Al rato Sven fue abriendo los ojos, y tuvieron que pasar varios segundos hasta que perdió la mirada de confusión que siempre tenía cuando recién se levantaba.

- ¿Qué haces durmiendo aquí? – Le preguntó Evelyn con una sonrisa a su hermano.

- Cuando he entrado, te veías triste mientras dormías.

    A Evelyn se le enterneció el corazón con esa respuesta, sus hermanos, su familia era su lugar seguro, lo que le animaba a seguir adelante, a levantarse todos los días, a trabajar desde que salía el sol hasta que se ponía. Se acercó a Sven y le abrazó, revolviéndole el pelo con cariño.

- Gracias a ti he dormido genial.

- Qué bien. – Respondió el más pequeño escondiendo el rostro en el cuello de su hermana, a Sven le encantaban los abrazos, se sentía protegido y seguro.

- Vayamos a desayunar, mamá estará enfadada, seguro que es muy tarde.

- No está enfadada, ha dicho que hoy te dejemos dormir. Quería mandar a Kaira a trabajar porque los Corday han vuelto a llamar. – Explicó Sven mientras ambos se levantaban de la cama.

- ¿Qué?

    Evelyn salió corriendo de la habitación y bajó las escaleras de dos en dos, ni siquiera se había preocupado en ponerse zapatos. Llegó justo a tiempo para ver a su madre despedirse de Kaira en la entrada.

- Espera, espera. – Llamó a ambas, con la respiración agitada.

- Evelyn, estás despierta. – Comentó Kaira al verla.

    La joven se acercó a su hermana pequeña y le quitó de las manos, con cuidado, el cubo que llevaba con bayetas y cepillos.

- Mamá, yo iré a limpiar, que Kaira se quede a ayudarte en la cocina con lo que pueda.

- Pero Evelyn, mi vida, ni siquiera has desayunado. – Resaltó su madre preocupada.

- No te preocupes, me tomo algo rápido y voy.

- Kaira tendrá que ir a trabajar en algún momento, ya lo sabes.

- Lo sé pero... Aún puede esperar. – Replicó Evelyn, no quería que Kaira tuviese que ir de casa en casa limpiando con tan solo quince años. Además, ni las casas ni las calles eran lugares seguros, podría pasarle cualquier cosa a una chica tan joven y hermosa como lo era su hermana. – Kaira, ve a jugar un rato y cuando mamá te llame, ayúdala.

- Sí. – La pequeña se fue casi corriendo, con una sonrisa en el rostro.

- Evelyn, sabes que Kaira tendrá que trabajar limpiando más pronto que tarde, si las dos trabajáis ganaríamos más dinero.

- Lo sé. Lo sé... Pero puede esperar, yo puedo trabajar el doble si es necesario.

- Mi vida, no quiero que mueras explotada. – Comentó Sarah poniendo una mano sobre la mejilla de su hija, mirándola con ternura.

- Trabajaré duro. Yo iré a casa de los Corday, me cambiaré rápido y me tomaré una magdalena de camino, no te preocupes por mí.

- Eres cabezota como tu hermano. – Suspiró la madre, negando ligeramente con la cabeza y con una sonrisa triste en el rostro.

- Por cierto, ¿dónde está Elyan? – Preguntó Evelyn a medio camino de las escaleras.

- Trabajando en la construcción de una nueva casa varias manzanas abajo, han venido a buscarle para ayudar, a ver si le pagan bien y al menos le dan de comer.

    Evelyn asintió con la cabeza y reanudó la marcha, su hermano también estaba trabajando muy duro para conseguir dinero, y para que Sven empezase a trabajar en la construcción lo más tarde posible, su hermano pequeño... no era muy fuerte ni tampoco estaba preparado para esos trabajos.

    Como le había dicho a su madre, se cambió de ropa rápidamente y cogió una magdalena para comérsela por el camino; a pesar de toda la prisa que con la que había hecho las cosas, llegó a la casa de los Corday diez minutos tarde.

    Esa mañana no le abrió el ama de llaves, si no que fue la misma señora Corday la que abrió la puerta:

- La impuntualidad es una cualidad despreciable en las trabajadoras.

- Lo lamento mucho señora, anoche me acosté tarde y hoy... he dormido más de lo que esperaba. – Respondió Evelyn agachando la cabeza, en esos casos era mejor fingir arrepentimiento y no mirarles a los ojos, para que se sintiesen superiores, más que de costumbre.

- Entra, y a ver si no cometes más errores mientras limpias.

- Gracias, no ocurrirá.

    La casa de los Corday estaba puesta patas arriba, los pocos sirvientes que tenían se movían de un lado a otro sin parar, llevando faldas, vestidos, moviendo muebles, barriendo suelos, limpiando ventanas.

    A Evelyn le pusieron a limpiar el salón, misma habitación que había limpiado horas atrás. Tenía claro que la habían llamado para demostrarle una vez más su superioridad, estaba segura que tendría que ver cómo venían para llevar a Ada a palacio. Pero eso a ella no le importaba, solo quería hacer el trabajo bien, al final le pagarían.

    Nadie le prestó atención en todo el tiempo que estuvo limpiando, en silencio y sin estorbar a todos los que aparecían y desaparecían con rapidez, hasta que Ada llegó al salón.

- Evelyn, qué bien que estés aquí. ¿Podrías darme tu opinión acerca de este vestido?

    La joven dejó de prestar atención a la ventana que estaba limpiando y giró sobre sus talones. Se encontró con una Ada extremadamente arreglada: llevaba su larga melena rubia recogida en un elaborado moño, muy elegante, y se había maquillado. Pero Ada era una chica que sabía jugar con las sombras y los polvos y siempre que se maquillaba parecía mil veces más hermosa de lo que ya lo era. El vestido, por su parte, era de un rosa palo y contaba con varias capas, tal vez demasiadas para el gusto de Evelyn; aunque no podía negar que Ada se veía increíblemente bien en él.




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