La selección

XI:

     Evelyn no tardó ni un minuto en reconocerlos: eran los dos mismos hombres que habían recogido a Ada en su casa, aunque parecía que a ella sólo le había reconocido el guardia con el que intercambió unas cuantas palabras.

- La madre de la seleccionada, imagino. – Supuso el hombre que también hizo las preguntas en casa de Ada, el guardia se colocó en el marco de la puerta inmóvil y con la vista clavada en el frente, y Evelyn sabía que de ahí no se iba a mover.

- Sí, así es. – Confirmó Sarah, yendo rápidamente a colocarse al lado de su hija. - ¿Quiere algo de beber o comer?

- No es necesario, le haré algunas preguntas a Evelyn. Evelyn Aberdeen, dieciocho años y residente en Iretia, ¿es eso cierto?

- Completamente. – Respondió la joven con seriedad, ese hombre no terminaba de caerle bien.

- ¿Está usted dispuesta a vivir en palacio mientras el proceso de Selección se lleva a cabo?

- Por supuesto. – Evelyn respondía con tranquilidad, pues contaba con una gran ventaja: ya había escuchado las preguntas cuando se las hicieron a Ada.

- ¿Es usted consciente de que, viviendo bajo palacio, deberá obedecer y cumplir las normas de palacio?

- Plenamente consciente.

- ¿Ha usado alguna vez tacones?

- Una vez, y no eran muy altos.

- ¿Ha dado clases de historia, cálculo y lenguaje?

- He recibido la educación básica.

- ¿Nada más?

- No, nada más. Después de la educación básica tuve que ponerme a trabajar. – Respondió la joven, hinchando el pecho de orgullo. No permitiría que le despreciasen por tener menos dinero que el resto y, a consecuencia de eso, haber estudiado menos, ella era inteligente de todas maneras.

- Entonces, nada de estudios pero experiencia en trabajo, ¿qué clase de trabajo?

- Limpieza de casas, cocina, labores de costura... Todo a lo que se dedican las mujeres del reino.

- ¿Se cuidad usted? Me refiero a que si se cuida la piel, el cuerpo...

- Sí, obviamente me cuido.

- ¿Alguna vez ha hecho dieta?

- No. Nunca.

- ¿Nunca? – Repitió el hombre, alzando las cejas ligeramente y ofreciéndole una mirada examinadora al cuerpo de Evelyn. Ella tuvo que morderse la lengua ligeramente para no levantarse del sofá y salir de allí.

- No. Nunca. No he tenido oportunidad de atiborrarme a comida, se podría decir que he vivido en una dieta constante.

- Eso cuadra más.

    A Evelyn estaba comenzando a hervirle la sangre, y eso que aún quedaba la frase estrella, que no tardó en llegar. Aunque, por suerte, ella ya se la esperaba:

- Ahora, le haré un examen para comprobar que sigue siendo digna.

    A pesar de saber que tenía que pasar, no pudo evitar sonrojarse, seguía siendo humillante. Su familia, sin embargo, no se lo esperaba: Kaira y Sven miraron confundidos a sus mayores, pero estos estaban demasiados atónitos como para responderles. Sarah había abierto mucho los ojos, pero en el fondo sabía que algo similar ocurriría tarde o temprano, era el destino de las mujeres, solo valían por su "pureza", sujetó la mano de su hija con fuerza. Elyan se cruzó de brazos y reacomodó el peso de su cuerpo, cambiándolo a la pierna izquierda mientras miraba con intensidad al hombre que había hablado, no podía estar hablando en serio.

- Es indignante. – Comentó Caspian, con el entrecejo fruncido y una expresión mezcla de desacuerdo y rabia.

- Usted no es el padre, ¿lo es?

- No, soy su hermano. Mayor.

- Bien, bueno, tengo que decir que, si se niega, será automáticamente eliminada.

    Evelyn ya lo sabía y supuso que lo mejor era quitárselo cuanto antes. Se levantó del sofá en un movimiento rápido pero igualmente elegante y comenzó a caminar hacia las escaleras, irían a su dormitorio para llevar a cabo ese "examen".

- Más le vale no hacer nada extraño. – Amenazó Elyan al hombre cuando este pasó a su lado para subir las escaleras.

- No se preocupe. – Respondió este, sonriendo ligeramente.

    Evelyn llevó al hombre a su dormitorio sin decir ni una sola palabra, sabía que le seguía y eso era suficiente. Ambos entraron y él cerró la puerta con delicadeza tras de sí.

- Por favor, elévate la falda y mira hacia la pared.

- ¿Es usted médico? – Preguntó Evelyn antes de hacer ningún movimiento. Le miró directamente a los ojos, quería saber si mentía o no.

- No. No lo soy, pero sé perfectamente lo que hago, créeme, no es la primera vez.

- ¿Será rápido?

- No tienes nada que temer, ahora, por favor, haz lo que te he indicado.

    Evelyn soltó un corto bufido y empezó a moverse, resignada. Se agachó para coger la parte baja de la falda de su vestido y comenzó a subirla despacio, hasta que se detuvo cuando sus manos estaban en la parte superior de sus muslos. Tomó aire, era mejor hacerlo rápido, pasaría antes. Caminó un par de pasos hacia la pared y quedó frente a ella.

    El hombre se acercó a su cuerpo cuando Evelyn se hubo colocado y le bajó la ropa anterior sin siquiera avisarle antes. Un escalofrío recorrió la espalda de la chica y las piernas comenzaron a temblarle ligeramente.

- Separa un poco las piernas. Por favor.

    La joven hizo lo que el hombre le había pedido y dio un par de pequeños pasos, separando las piernas.

- Inclina el tronco un poco hacia delante.

- ¿Qué va a hacer?

- Comprobar que aún eres virgen.

- ¿Cómo?

    El hombre soltó un suspiro y apoyó una de sus rodillas en el suelo antes de continuar hablando.

- Necesito que te inclines hacia delante, por favor.

- Pero quiero saber qué es lo que va a hacer.

    Tras dejar escapar otro suspiro, el hombre por fin atendió la pregunta de Evelyn y respondió con tanta superficialidad como supo:

- Voy a introducir mis dedos en tu interior y comprobar que aún eres virgen. Lo sabré si tienes una pequeña membrana, que puede romperse. Si la tienes, voy a romperla, si no la tienes, estás descalificada de la Selección. Ahora, por favor, inclínate hacia delante.




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