La selección

XVII:

    Nada más llegaron a palacio llevaron a todas las seleccionadas al gran comedor para servirles la cena. La estancia era lo suficientemente amplia como para poder albergar alrededor de cien comensales, así que no supuso ningún problema que las sesenta y cuatro chicas cenasen juntas a la misma hora. Aunque era costumbre que la familia real comiese con las seleccionadas, esa vez no lo hicieron, pues era para muchas el primer día que pisaban palacio.

    Evelyn jamás había probado platos tan deliciosos ni postres tan elaborados, desde el primer bocado hasta el último consiguió maravillarle. Apenas habló durante la cena, en parte porque solo tenía a Brielle como amiga y en parte porque estuvo comiendo hasta saciarse, con tales manjares habría sido un delito perder el tiempo hablando.

    Tras acabarse el tiempo que le habían dado a las chicas para la cena la señorita Elise las guio hasta sus dormitorios. Había dos grandes salas en la segunda planta, entre las que se distribuirían las seleccionadas, treinta y dos en cada una, las camas estaban distribuidas en formas de litera, y la madera estaba pintada de un color azul grisáceo que hacía contraste con unos suelos y paredes blancas. En el centro había una gran alfombra alargada, también de tonalidades azules y grises y sillones y mesitas distribuidos por toda su superficie. Además, cada chica contaba con un pequeño arcón para guardar algunas de sus pertenencias, aunque apenas guardarían cosas, pues los conjuntos principales les eran proporcionados por palacio.

- Para las que han llegado hoy nuevas, en la habitación de la izquierda van las chicas cuyos apellidos comienzan desde la letra A hasta la M, el resto va a la habitación de la derecha. Dentro podéis elegir la cama que deseéis. Tras la hora de la cena y después de asearos, está terminantemente prohibido salir de los dormitorios, a no ser que sea una emergencia o alguno de los príncipes requiera de vuestra presencia.

- Vaya, es una pena que no podamos estar en el mismo dormitorio. – Susurró Brielle a su amiga con expresión triste.

    Era cierto, Evelyn no había recordado que el apellido de su amiga comenzaba por la R, había dado por sentado que estaría con ella; eso le desilusionó un poco, le hubiese encantado pasar más momentos con Brielle. Repasó rápidamente los nombres de las seleccionadas que se sabía, intentando recordar alguno que viese en televisión o que hubiese oído, y su desilusión aumentó cuando cayó en la cuenta que sí dormiría en la misma habitación que Ada.

    Dejó escapar un pesaroso suspiro, al menos había treinta chicas más en el dormitorio, podía intentar conocer a alguna chica, simplemente para tener a alguien con quien hablar mientras Brielle no estaba.

- Bueno, espero que te vaya bien en tu dormitorio. Una última cosa. – Comentó Brielle antes de entrar a su habitación asignada. – Por si no te lo explican, podemos usar todos los baños que hay en esta planta, nos aseamos por turnos, y tienes un camisón de cama en el arcón que se te haya asignado, tienen el nombre de cada una, no te preocupes.

- Gracias.

    Acto seguido Evelyn perdió de vista la cabellera pelirroja de su amiga, que entraba al dormitorio con una sonrisa pintada en el rostro. Ella entró al suyo sin contar con un ánimo tan alegre, pero se consoló al ver que había más recién llegadas que andaban algo perdidas, preguntando qué camas estaban libres y cuáles no.

    Mientras se dejaba arrastrar esperando encontrar una cama vacía se fijó en que estas tenían cortinas, lo cual le animó enormemente, podría tener algo de privacidad en un dormitorio compartido con tanta gente. La decoración era modesta pero hermosa y había unos grandes ventanales que daban a los jardines exteriores que rodeaban el palacio. Al estar un nivel más alto del suelo, las vistas eran más impactantes que desde el gran salón y Evelyn se quedó perpleja observando el horizonte, donde la luna ya comenzaba a elevarse hacia lo más alto del cielo.

- Perdona, ¿me estás escuchando? – Una joven de rasgos finos y piel bronceada tocó levemente el hombro de Evelyn, llamándole con delicadeza.

- Perdón.

- No pasa nada, te decía que queda esta cama, la de arriba. Yo duermo en la de abajo, Azalea Edevane, encantada. – Se presentó la joven sonriendo.

    Su rostro era redondeado y tenía el pelo liso y castaño, pero un castaño claro y brillante. Su piel bronceada no hacía más que sumarle belleza y sus ojos, también marrones, eran realmente preciosos.

- Evelyn Aberdeen.

- ¿Eres de las que han entrado nuevas? – Preguntó curiosa Azalea mientras cogía las cosas necesarias para asearse.

- Sí. ¿Y tú?

- No, yo no, pero hay un montón de chicas en este dormitorio que sí, por si te interesa hacerte amiga de ellas.

- No realmente, no me afecta que hayáis vivido en palacio un par de días más que yo. – Comentó Evelyn esbozando una sonrisa.

    Azalea pareció compartir su humor y también sonrió, más animada que antes.

- Anda, busca el arcón con tu nombre y acompáñame, te enseñaré los baños, al menos el que yo he estado utilizando estos días, es el más cercano a nuestro dormitorio.

- Gracias. – Agradeció nuestra protagonista ampliando su sonrisa. Las chicas estaban resultando ser bastante agradables, al menos con las que había hablado hasta el momento.

    No tardó en encontrar su arcón, pues estaban por orden alfabético, y sacó el camisón de cama que allí había. Era de un hilo fino y claro y contaba con mangas largas; tenía acabados en bordado y un lacito a la altura del pecho, donde se ataba. También encontró prendas de ropa interior, extremadamente elegantes; era la primera vez que veía prendas interiores tan elaboradas. A su lado había un par de manoletinas lisas color crema. Cogió rápidamente lo que necesitaba y siguió a Azalea.

- Para no hacernos un lío con los turnos hemos decidido ir en orden alfabético, por lo que tenemos suerte, somos de las primeras. – Explicó la joven morena por el camino, en voz baja pero sin dejar de sonreír. – Si no estás atenta o no estás presente pierdes tu turno y vas al final de la cola.




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