- Evelyn, despierta. Evelyn, vamos, la señorita Elise ha dicho que vayamos despertándonos y cambiándonos de ropa. – Llamó Azalea a su amiga, tocándole el hombro con delicadeza.
Evelyn abrió los ojos lentamente, a pesar de haber dormido las horas suficientes y en una cama con la que solo podría haber soñado, estaba cansada y echaba enormemente de menos su hogar.
- ¿Qué hora es? – Preguntó mientras comenzaba a incorporarse.
- Las siete, a las nueve es el desayuno, hasta las diez. A las diez y media comienzan las clases. – Le explicó Azalea mientras hacía su cama por encima. – La señorita Elise ha dejado un horario colgado en la puerta del dormitorio de todas formas. Es lo mismo todos los días, por las tardes también tenemos clases, comenzamos a las cuatro y terminamos a las siete. La comida es de dos a tres y media, la cena a las ocho y media, hasta las nueve y media. Tenemos tiempo libre hasta las once, que es la hora de dormir. Aunque los fines de semana no tenemos clases.
- ¿Clases? ¿Y cómo sabes todo eso? – Preguntó Evelyn asombrada mientras hacía su cama antes de bajar al suelo.
- La señorita Elise lo ha explicado cuando ha venido a dejar el horario y después le he estado dando un vistazo.
- ¿A qué hora te has despertado?
- Creo que a las seis, es que no podía dormir de los nervios. – Le respondió Azalea sonriendo con cierto nerviosismo.
- ¿Nervios? Bueno, algún príncipe puede pedirte una cita ya.
- No creo que lo hagan, no les llamé mucho la atención; al menos, no tanto como tú. – Azalea le guiñó un ojo de manera cómplice, mientras seguía sonriendo.
- Ya, yo tampoco, aunque se diga lo contrario. – Comentó Evelyn bajando de la cama, contagiada por la sonrisa de su amiga, también sonriendo.
Ambas revisaron que las camas estaban bien hechas, o todo lo bien que podían haberlas dejado y revisaron que todo estaba en orden antes de ir a la planta baja, a la sala donde las prepararon a todas antes de conocer a los príncipes por primera vez.
- ¿No había allí una chica? – Preguntó Azalea cuando pasaron por delante de una cama, que estaba intacta.
- ¿No os habéis enterado? Ha sido eliminada, bueno, ayer por la noche. – Les explicó una joven de piel extremadamente blanca, cabellera casi de la misma tonalidad y ojos increíblemente claros. Aunque seguía siendo hermosa.
- ¿Eliminada? – Repitió Evelyn atónita. - ¿Tan pronto? Si ni siquiera había pasado un día.
- Sí, y según he oído no ha sido la única.
- ¿Y cuándo se fueron? – Preguntó Azalea, ya movida por la curiosidad.
La joven que les estaba explicando la situación de las eliminadas terminó de hacer su cama y comenzó a caminar al lado de Evelyn y Azalea, camino al gran vestidor para prepararse.
- Ayer por la noche, creo que ni siquiera subieron al dormitorio. Aunque era prácticamente imposible darse cuenta, con todas las que somos.
- No esperaba que comenzasen a eliminar tan rápido. – Susurró Azalea.
- Supongo que tiene sentido. – Comentó Evelyn. – Sesenta y cuatro chicas y solo dos pueden salir elegidas. Al menos, querrán llegar a la mitad de seleccionadas cuanto antes.
- Sí. – Asintió la chica de piel blanca. – Yo también haría eso. Por cierto, soy Bianca, encantada.
- Azalea, y ella es Evelyn.
- Sí, la chica de los seis minutos. Muchas de las seleccionadas ya te odian. – Explicó Bianca sonriendo y dedicándole una mirada a Evelyn, aunque no era una mirada cargada de envidia, ni de rencor.
- Ya, soy consciente de ello. Pero supongo que ya no puedo hacer nada al respecto. – Comentó nuestra protagonista encogiéndose de hombros. – Ya odiarán a otras chicas más que a mí.
- La verdad es que tengo curiosidad por saber a qué seleccionadas escogerán los príncipes.
- Supongo que no lo sabremos hasta que comiencen a tener citas. – Apuntó Azalea.
- Aunque tendrán citas con chicas que luego no serán escogidas. – Susurró Bianca. – Es tan divertido verlo en primera persona. – Comentó en el mismo tono de voz mientras esbozaba una sonrisa ladina.
- ¿Tú no quieres que te elijan? – Preguntó Evelyn.
- No sería una buena reina, y me importa el futuro del reino. Pero es un halago haber sido seleccionada y vivir la experiencia es estupendo. Además, mi padre podrá recibir dinero mientras, lo necesitamos bastante. – Respondió la chica sonriendo con elegancia devolviéndole la mirada a Evelyn.
Llegaron al vestidor y la conversación finalizó allí, ya que les recibieron las mismas mujeres que les prepararon para su primera vista con los príncipes.
- Vamos, vamos, no os detengáis. – Escuchó Evelyn gritar a Lulú, y no pudo más que esbozar una sonrisa.
- ¿Qué color te apetecería usar hoy? – Preguntó una de las mujeres a Evelyn, con gesto serio pero amable.
- No lo sé, no tengo ninguno en mente, la verdad.
- Está bien, sígueme, encontraremos algo que te siente rápidamente.
Vieron algunos de los percheros que había distribuidos por el centro de toda la sala y la mujer no tardó en escoger un conjunto para Evelyn. Al ver el vestido, la seleccionada no estaba muy convencida, no creía que el color fuese a sentarle bien, aunque una vez peinada y ligeramente maquillada las dudas se esfumaron de inmediato.
Llevaba un vestido rosa palo de tirantes, adornado con bordados de pequeñas flores un par de tonalidades más oscuras que la base. La falda era de tul, por lo que no era excesivamente voluminosa y resultaba cómodo de llevar. Evelyn agradeció que los tacones que le habían preparado no fuesen tan altos como los que se tuvo que poner la tarde anterior. Y también agradeció que le hubiesen recogido el pelo en una simple pero elegante coleta baja. Junto con los accesorios que llevaba, se sentía toda una princesa.
Se acercó a una de las grandes puertas que comunicaban la sala con el resto de instalaciones a esperar a que alguna de sus compañeras terminase. Buscó a Brielle con la mirada, pero entre tantas personas moviéndose de un sitio a otro de la sala no pudo localizarla; ya la encontraría en el desayuno, o en las clases.
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Editado: 06.08.2024