La selección

XX:

    Como Evelyn supuso, las clases eran muy variadas. Tenían clase de historia, álgebra, cálculo, dibujo, etiqueta, lenguaje y una lista interminable más que Evelyn no se molestó en memorizar. 

     Además, en la mayoría de clases partían de un nivel que Evelyn no tenía, ya que solo había recibido la educación básica. Se tranquilizó al pensar que había más chicas en su misma situación, de todas las seleccionadas, no todas serían de buena familia, alguna sería más pobre, como ella. 

     Encima, acabó sentada en una de las mesas del final de la gran sala dónde hablaron por primera vez con los príncipes. Las chicas que habían sido seleccionadas en el primer golpe pudieron elegir sus asientos antes y, el resto se fue sentando mediante orden de llegada. Al ser de las últimas, Evelyn acabó sentada en las últimas filas, sin ninguna de sus amigas a su alrededor y sin apenas poder escuchar lo que la señorita Elise decía. 

     La sala era ridículamente grande, y la distribución estaba muy mal pensada. Por muy buena vista que tuviese Evelyn, era incapaz de ver lo que se escribía en la pizarra; por muy buen oído que tuviese, era incapaz de escuchar lo que la señorita Elise explicaba si ni siquiera se preocupaba por moverse por la clase. 

     Todo eso consiguió que nuestra protagonista apenas prestase atención a lo que se decía y acabase casi recostada en su silla. A punto estuvo de dormirse, pero la voz de la señorita Elise sonando más cerca de su asiento la despertó de golpe:

- Mantener una buena postura mientras se está sentada es una de las normas más vitales de la etiqueta y la educación. 

     Volvió a caminar hacia su asiento, al frente de la sala y lo más apartada de Evelyn mientras relataba la importancia para las damas de la corte ser felicitadas por sus gestos y más cosas que Evelyn dejó de escuchar. 

     La verdad era que se estaba aburriendo bastante, sus amigas estaban bastante lejos y parecían inmersas en lo que decía la señorita Elise; bueno, salvo Bianca, que cada dos por tres alzaba la vista para dejarla vagar a través de los grandes ventanales que daban al jardín. 

     Estaba deseando que las clases terminasen de una vez, no creía ser capaz de aguantar manteniendo una "espalda erguida y femenina" durante mucho más tiempo, aunque aún quedaba mucho para que fuese la hora de comer y encima por las tardes tenía más clases. 

     Cuando estaba al borde de la desesperación y comenzaba a inclinarse hacia la mesa para apoyarse sobre una de sus manos, la puerta que comunicaba con el gran salón de baile, que estaba más cerca de la señorita Elise y las primeras filas de seleccionadas que las últimas, se abrió con aire dramático. 

     A Evelyn no le importaba quién fuese o qué quisiese, solo estaba eternamente agradecida por una interrupción. Aprovechó el ruido que se formó de fondo y que todas las seleccionadas, y la señorita Elise, tenían sus ojos clavados en la puerta para estirarse disimuladamente y escuchar un ligero crujir de las vértebras de su espalda. 

- ¿Podría robar a la señorita Aberdeen un momento? Tan solo serán unos minutos.

     Cuando todos los ojos se giraron hacia Evelyn, entonces comenzó a prestar atención a lo que ocurría a su alrededor: el príncipe Stefan era el que había entrado por la puerta con ese aire dramático y ahora le pedía que saliese con él "tan solo unos minutos". 

     Casi de manera inmediata la duda creció dentro de la cabeza de Evelyn: ¿Y si la eliminaban ya? ¿Y si debía irse a su casa cuando ni siquiera había estado dos días en palacio? 

     Si el aburrimiento que estaba experimentando en las clases no hubiese sido tan supremo, no se habría levantado y caminado con seguridad hacia la salida donde le esperaba el príncipe; pero estaba demasiado aburrida en clases, por lo que eliminó las dudas de su cabeza y casi se sintió agradecida por que le sacasen de esa habitación. 

- ¿Va a eliminarme? - Preguntó Evelyn cuando salió y Stefan hubo cerrado la puerta. 

- ¿Y dejar a tu familia sin el dinero que están recibiendo? No soy tan cruel. - Le respondió el príncipe sonriendo con gracia. 

- Según he escuchado varias chicas ya han sido eliminadas, no parecía preocuparse por sus familias al hacerlo. - Susurró Evelyn, desviando la vista ligeramente. 

     El príncipe comenzó a caminar lentamente e indicó con un ligero gesto de la mano a Evelyn que le acompañase. Así lo hizo la joven, manteniendo unos cuantos centímetros de distancia entre ellos. 

- Las familias de las chicas eliminadas no precisaban el dinero con tanta urgencia. - Explicó Stefan, encogiéndose de hombros levemente y aún sonriéndole a Evelyn. 

     Ella asintió con la cabeza, conforme con la respuesta que realmente no había pedido y sin dedicarle toda su atención al príncipe. Caminaban hacia los jardines interiores, Evelyn los veía a través de las grandes ventanas del salón. Desde que había llegado a palacio, nada más había visitado su dormitorio, el baño, el comedor, la sala en la que les vestían y la habitación donde daban clase de la que tantas ganas tenía de salir, si pudiesen visitar los jardines, al menos salir al exterior, sería estupendo. 

- ¿Son las clases entretenidas? - Preguntó el príncipe al ver que la conversación que estaban teniendo hacia cesado tan pronto. 

- Supongo que si las escuchase lo serían. - Contestó en un susurro la chica, sin siquiera pensar sus palabras antes de dejarlas salir por la boca. 

     Aunque a Evelyn no le apetecía hablar de las clases a las que no estaba prestando atención, sentía más curiosidad por otro aspecto:

- ¿Por qué me habéis llamado? 

- Para ver cómo vas con tus objetivos. - Respondió el príncipe deteniéndose un momento para abrir la puerta a los jardines y dejar que Evelyn pasase primero. - ¿Has hecho ya alguna amiga? 

     La chica se detuvo un segundo para observar la traviesa sonrisa del príncipe, parecía que se divertía, aunque no le dio totalmente la sensación de que lo estuviese haciendo con maldad. 

- La verdad es que sí. Varias, además. Gracias por preocuparse por mi alteza, es tan encantador. - Las últimas palabras las recalcó con un ligero toque de ironía, aunque no sabía si Stefan lo había captado. 

- Es lo menos que puedo hacer. - Respondió el príncipe ensanchando la sonrisa. 

- ¿Eso era todo lo que queríais saber?

- Me gustaría mantener agradables conversaciones contigo y poder establecer una bonita relación, pero no te veo muy por la labor. 

     Evelyn se encogió de hombros y apartó la mirada de la del príncipe, dejando de ver su perfecta dentadura. 

- Podríamos establecer una bonita relación de amistad. 

- Disimula un poco que estás aquí por el dinero o te acabarán echando. - Avisó Stefan, aunque no estaba enfadado. Su rostro no había perdido la sonrisa e incluso los ojos los tenía muy ligeramente achinados por ella. 

- Disculpad alteza, es la emoción de estar caminando a vuestro lado, que me impide medir las palabras que dejo escapar. 

     Evelyn estaba fingiendo, y sabía que el príncipe era consciente de ello ya que ni siquiera se había esforzado un mínimo en ocultarlo. Sin embargo, tenía la sensación de que el príncipe no le eliminaría por ello, al fin y al cabo, no le había eliminado antes. 

- Si tanto te altera, puedo acompañarte de vuelta a la clase y dejarte tiempo, para que te prepares para nuestra próxima cita. - Propuso Stefan dibujando una sonrisa pícara e inclinándose un par de centímetros hacia Evelyn. 

     Ella alzó la vista hasta los azules ojos del príncipe e intentó descifrar si realmente decía lo de las citas en serio, no terminaba de creérselo. 

- Sería todo un detalle alteza. Y, si no es mucho pedir, tened citas con más chicas, o el resto de seleccionadas acabarán odiandome y no podré vivir mi maravillosa aventura de ensueño en palacio. 

     El príncipe dejó escapar una risa, extremadamente melodiosa y agradable, ante el último comentario y estudió el rostro de Evelyn durante unos segundos, sin dejar de sonreír. 

- Lo tendré en cuenta. 

     No hablaron de mucho más, ya que Evelyn debía volver a clase y el príncipe tenía ciertas tareas reales que llevar a cabo. 

     Stefan acompañó a Evelyn de vuelta a la sala de los pupitres y se despidió de ella con un corto beso en el dorso de su mano, a lo que la chica respondió con un pestañeo de ojos totalmente artificial y una emoción igual de fingida que sus ganas de volver al interior de esa sala. 

 




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