La selección

XXIII:

Evelyn no estuvo ni quince minutos preparándose, escogió el primer vestido que encontró, que resultó ser uno azul ceniza con el escote en forma de corazón, y se dejó las manoletinas puestas: para hablar con el príncipe no iba a ponerse tacones que le destrozasen los pies, bastante que ya había tenido que abandonar la idea de acostarse temprano.

Se dejó el pelo suelto y salió de la habitación con una expresión de total amargura.

- Seguidme, por favor. - Pidió el guardia, caminando hacia el gran salón con la vista aún perdida en algún punto del horizonte.

Y así lo hizo Evelyn, caminó varios pasos detrás de él hasta que frenaron frente al príncipe Stefan. Él llevaba un traje azul marino, posiblemente de haber estado en alguna reunión o evento, y su típica sonrisa adornaba su rostro.

- Alteza. - Saludó Evelyn con seriedad cuando estableció contacto visual con el príncipe

- Señorita Aberdeen. Gracias por acompañarla, ya puedes retirarte. - Ordenó al guardia, que obedeció al segundo, abandonando la estancia en silencio y sin disminuir la rigidez de sus acciones.

- ¿Tanto temíais que me escapase? - Preguntó Evelyn con cierto rencor en la voz cuando el guardia estaba ya a punto de abandonar el gran salón.

Stefan ensanchó su sonrisa e introdujo ambas manos en los bolsillos de su pantalón al mismo tiempo que se inclinaba ligeramente.

- Sé que no te escaparías aunque te diese la oportunidad.

- No estéis tan seguro alteza, cambio tanto de opinión como de vestidos desde que llegué a palacio.

El príncipe soltó una corta carcajada, sus ojos se achinaron ligeramente y se formaron pequeñas arruguitas a su alrededor; el pelo se movía con gracia al compás de su cabeza y la luz de la estancia, a pesar de ser artificial, iluminaba sus facciones con delicadeza.

- Si no temíais que me escapase, ¿Por qué el guardia? - Preguntó Evelyn curiosa cuando el príncipe hubo dejado de reír.

- ¿Hubieses preferido verme a mí en vez de al guardia en la puerta de tu dormitorio? - Respondió el príncipe con otra pregunta, esbozando una sonrisa que a Evelyn se le antojó algo triste.

La chica no respondió; era cierto que, puestos a elegir, prefería que el guardia en vez de Stefan hubiese ido a buscarla, pero le parecía algo cruel decírselo a la cara.

- Lo supuse, por eso el guardia. - Comentó el príncipe tras haber interpretado el silencio de Evelyn como una respuesta afirmativa.

No le dolía, sabía cuál era su respuesta sin necesidad de que se la dijese. También presentía que a Evelyn no le hacía mucha ilusión estar con él, pero no conseguiría que se enamorasen si no pasaba tiempo con ella. Observó cómo la chica bajaba ligeramente la cabeza, en una mezcla de avergonzada y entristecida y él recuperó su habitual sonrisa, quería pasar un rato agradable con ella, no que se sintiese culpable por no estar enamorada de él.

- ¿Te apetece dar un paseo? - Preguntó señalando con un gesto elegante con la mano el jardín que se podía ver a través de los grandes ventanales.

- Siendo honestos preferiría ir a descansar alteza. - Respondió Evelyn en un tono de voz bajo, aunque alzó la cabeza, recuperando su habitual forma de ser. Esa terquedad y honestidad que habían llamado tanto la atención de Stefan desde el primer momento que la vio.

- Vamos, solo será un momento. Me gustaría que alguien me hiciese compañía un rato. - Pidió el príncipe, suplicando con la mirada.

- Podéis llamar a cualquier otra seleccionada.

- No sería lo mismo. Quiero mantener una conversación normal, no que me estén avasallando a cumplidos cada dos minutos. - Rebatió Stefan encogiéndose ligeramente de hombros sin perder su sonrisa y comenzando a andar hacia el jardín.

Evelyn soltó un corto suspiro y siguió los pasos del príncipe. Dar un corto paseo con él no le haría daño a nadie, además, podría darle algo de aire fresco, estar en palacio sin poder salir sin permiso, a pesar de que era enorme, llegaba a ser claustrofóbico.

- ¿Qué tal está siendo la experiencia en palacio? - Preguntó Stefan cuando Evelyn ya caminaba a su altura, dedicándole miradas de vez en cuando.

- ¿Queréis la verdad o la actuación, alteza?

- Preferiría escuchar la verdad, por favor. - Pidió el príncipe mientras abría la puerta del jardín y la sujetaba para que Evelyn pudiese pasar.

- Si no fuese por el dinero, ya me habría escapado. - Susurró ella desviando la mirada y dejándola vagar entre los arbustos y flores, que apenas podían distinguirse por la oscuridad de la noche.

- ¿Tan desagradable es permanecer aquí?

- No es eso alteza. No es que vivir en palacio sea desagradable. Simplemente... - Evelyn estuvo a punto de contar que echaba inmensamente de menos a su familia, que cada minuto que pasaba dentro de palacio se sentía más encerrada y que sentía que tendría muchos más problemas con el resto de jóvenes si permanecía más tiempo entre esos muros. Estuvo a punto de contarlo, pero no lo hizo. - No estoy hecha para este tipo de vida.

- ¿Este tipo de vida? - Preguntó el príncipe, ralentizando el paso y escrutando en la oscuridad de la noche para poder ver el rostro de Evelyn.

- Sí, la vida de la realeza: entrevistas, clases interminables de información que no voy a recordar, normas y normas y más normas. Te dicen cómo debes vestirte, cómo debes sentarte, cómo debes comer, solo les falta controlar cuándo respiras y cuándo no.

Stefan volvió a reírse ante la respuesta de Evelyn, y ella, contagiada por el melodioso sonido de su risa, también sonrió entretenida.

- Ya entiendo, "esta vida". ¿Y cómo era tu otra vida? Antes de venir aquí. - Preguntó el príncipe aún con los ojos achinados de la risa y la amplia sonrisa en el rostro.

- Muy dura. Trabajaba todo el día, pero estaba con mi familia. Jugaba con mis hermanos cuando tenía tiempo y hablaba con mi hermano antes de dormir, comentábamos cómo nos había ido el día y más de una noche criticábamos a alguien de la ciudad. - Respondió Evelyn recordando las charlas secretas que tenía con Elyan.




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