La selección

XXX:

   Cuando Evelyn se despertó el miércoles por la mañana estaba hecha un completo manojo de nervios, y eso que no era nada difícil ni mucho menos algo que tuviese prohibido lo que iba a hacer; pero deseaba que su plan saliese bien.

    Había tenido tiempo para pensar todos los detalles más que suficiente: el príncipe Stefan había adoptado el pasatiempo de tener citas con todas las chicas que pudiese a lo largo del día, tanto que no habían vuelto a tener una conversación desde la última en el jardín por la noche. Eso había conseguido distraer a las seleccionadas, que dejaron de prestarle tanta atención a Evelyn; pasaron de un extremo a otro, de atosigarle con miradas furtivas a hacerle el vacío completamente.

    Aunque de eso ella no se quejaba, más tranquila estaba. Además, las clases que daba la señorita Elise seguía sin escucharlas, por lo que tenía todo ese tiempo para pensar.

    Lo más importante para que su plan saliese perfecto era destacar: necesitaba destacar lo suficiente como para que la reportera o los príncipes se fijasen en ella y le diesen potestad para hablar o responder alguna pregunta.

    Y tenía una idea para destacar, una idea que no expresó en voz alta ni compartió con ninguna de sus amigas. Solo la pronunció cuando estaba frente a una de las mujeres que les preparaban para ir a plató:

- ¿Podría usar un traje?

    La mujer que estaba frente a ella, que era una completamente nueva a las que le habían atendido las últimas veces, se quedó mirándola perpleja, con los ojos bien abiertos.

- ¿Un traje? - Repitió, aún sopesando si Evelyn lo decía en serio o estaba en broma.

- Sí, de pantalón y chaqueta.

- No sé si habrá... Trajes para vosotras. - La mujer giró la cabeza, buscando a alguien.

    Evelyn temió que estuviese buscando a Lulú para contarle su petición. No podía permitirlo, si Lulú lo escuchaba estaba segura que la mandaría a freír espárragos y le acabaría poniendo el vestido más despampanante que encontrase, y así no conseguiría destacar.

- Pues un mono, o algo parecido. - Le pidió Evelyn, volviendo a llamar la atención de la mujer.

    Le esbozó una sonrisa tan confiada y tranquila que la mujer acabó cediendo y le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiese. Y así se apresuró a hacer Evelyn.

- No sé por qué no quieres un vestido, la verdad. Pero supongo que podemos encontrarte algo.

- Muchísimas gracias.

    Evelyn no quiso explicarle el motivo por el que no le apetecía llevar un vestido, aunque todas las seleccionadas lo hiciesen. En el reino estaba relativamente mal visto que las mujeres de la realeza usasen pantalones: siempre verías a la reinas y princesas a lo largo de los años llevando falda, incluso a las sirvientas no se les permitía llevar pantalones.

    Pero Evelyn no era de la realeza, eso no se le aplicaba a ella, ¿Verdad? Y si sí lo hacía y la gente opinaba mal de ella le daba absolutamente igual, lo que quería era informar a su familia de cómo estaba en palacio, para que estuviesen tranquilos.

    Dejó que la mujer le preparase sin volver a interferir, aunque dedicándole pequeñas sonrisas de vez en cuando y, cuando terminó, esbozó una sonrisa mucho más amplia, sabía que destacaría.

    Llevaba un mono de color blanco, ceñido hasta la cintura y, aunque las piernas del mono eran de una tela muy fina y que no se pegaba a sus piernas, se diferenciaba perfectamente que no era un vestido. El escote estaba abierto en el medio, como si estuviese formado por dos partes, que se unían a la altura del cuello en una cinta blanca que se ataba por detrás, así se le quedaba la espalda completamente al descubierto.

    La mujer le hizo un moño bajo, para que se pudiese ver la espalda, y le dejó un par de mechones sueltos en el frente. Le colocó unos pendientes plateados formados por unas pocas cadenas algo largas incrustadas en diamantes. Unos tacones blancos, cerrados a la altura de los dedos y sujetos al tobillo de Evelyn con una atadura del mismo color completaban el conjunto.

    Por último le maquilló, aunque muy ligeramente, tan solo con un poco de colorete y sombras muy sutiles, un poquito de brillo en los labios y una pizca de rímel. Evelyn estaba encantada con esa mujer: era la primera que le había hecho caso cuando le había pedido no pasarse con el maquillaje.

- Perdona, ¿Cómo te llamas? - Le preguntó cuando estaba a punto de terminar.

    La mujer se pasó un mechón de pelo, color caramelo, rebelde que se había escapado de su coleta baja por detrás de la oreja y le ofreció una sonrisa antes de responder:

- Marian.

- Encantada, yo soy Evelyn. Solo quería decirte que me ha encantado cómo me has dejado, parezco otra persona.

    Marian se sonrojó ligeramente ante el cumplido y volvió a sonreír. La duda con la que había mirado a Evelyn cuando le había pedido llevar pantalones había desaparecido por completo y se sentía cómoda a su lado.

- Eres naturalmente bonita, no he hecho mucho.

- Por favor, no le restes importancia a tu trabajo. - Pidió Evelyn, desde el corazón. - ¿Es muy atrevido pedir que me prepares de ahora en adelante?

    Marian abrió los ojos por la sorpresa, tanto que Evelyn pensó que se le salían. Aunque no pudo controlar el sonrojo en sus mejillas.

- No creo que mi trabajo haya sido para tanto. - Susurró Marian, rehuyendo la mirada de Evelyn. - Aunque... Si tanto te ha gustado, podría hacerlo, podría ayudarte a prepararte de ahora en adelante.

- ¿En serio? - Los ojos de Evelyn se iluminaron de la emoción.

- Sí. Esperaré a verte entrar cada mañana y, si estás de acuerdo, te ayudaré.

- Es genial, muchísimas gracias.

    Si su plan salía bien, el día no podría ser más perfecto para Evelyn. El haber conocido a Marian encima le dio ánimos para la entrevista, se sentía preparada para destacar. Debía hacerlo.

- Estás preciosa. - Comentó Brielle acercándose a su amiga cuando ambas estaban preparadas.




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