La selección

XXXII:

     Ninguno de los dos dijo nada, pero ninguno de los dos rompió el contacto el tiempo que Kristian tardó en llegar hasta su hermano.

    Parecía que ninguna de las seleccionadas se hubiese percatado de la pequeña interacción que habían tenido el príncipe y ella, y eso consiguió hacer dudar a Evelyn: ¿Y si no era a ella a quien había estado mirando y por la distancia parecía que sí? No. Estaba segura que le había observado a ella. O casi segura.

    Varios minutos después de la llegada de los príncipes permitieron a las seleccionadas que se sentasen en sus sitios. Evelyn notó, cuando todas se habían colocado, que faltaban seleccionadas. Tal vez la gente no se diese cuenta de eso, pero ella, que había estado sentada en el mismo sitio una semana atrás, cuando aún había sesenta y cuatro jóvenes, sí se había percatado.

    ¿Cuántas faltarían? Tampoco era barbaridad, o no parecía ser una barbaridad. Evelyn no se había enterado de cuántas habían sido eliminadas en la única semana que llevaba en palacio, aunque tampoco se había esforzado mucho por enterarse. De todas formas, no podían ser demasiadas, tal vez alrededor de diez.

- Empezamos en tres, dos, uno... - Gritó un hombre, que Evelyn nuevamente no pudo identificar y las cámaras comenzaron a grabar.

- Bienvenidos a la segunda semana de la selección. Empezamos esta semana con el número de seleccionadas que aún residen en palacio. - Comenzó a explicar la reportera, la misma que siempre estaba. - Cincuenta jóvenes son las que aún luchan por conseguir el corazón de los príncipes. ¿Cómo se sienten? ¿Hay algún motivo por el que haya habido diez eliminadas en la primera semana?

    Como era de esperar, fue Stefan quien respondió la pregunta, sonriendo como siempre hacía:

- La razón posiblemente sean nuestros propios nervios. Verás, estábamos tan deseosos de empezar esta experiencia y estamos tan deseosos de conocer a nuestra futura esposa, que queremos reducir el número de seleccionadas cuanto antes, para poder tener más intimidad con las jóvenes que queden.

- Es comprensible. ¿Y cómo se han tomado las cincuenta seleccionadas restantes la eliminación de diez de sus compañeras? ¿Por qué no le preguntamos a alguna de ellas?

    Ahí estaba, esa era una oportunidad para Evelyn que posiblemente no se volviese a presentar en lo que quedaba de noche. Se enderezó un poco más en su asiento si cabía, echando los hombros hacia atrás y elevando ligeramente la mandíbula, tenían que elegirla, tenían que elegirla. Observó a la reportera con la respiración cortada y el corazón latiéndole deprisa.

- A la joven que lleva un mono blanco, por favor. - Habló Kristian con rotundidad. No sonreía, no estaba entretenido con la situación, pero quería que fuese Evelyn la que respondiese la pregunta.

    El príncipe estaba reclinado hacia atrás en su asiento, casi con el mismo aire y posición con la que se sentaba su hermano gemelo.

    Y todos los ojos fueron a parar a Evelyn, que tenía la vista clavada en la reportera. Le habían elegido, tenía que hablar, tenía que responder la pregunta.

    Parpadeó un par de veces y esbozó una sonrisa sin poder disimular su felicidad, estaba preparada, era lo que había estado esperando y había llegado. Carraspeó ligeramente antes de comenzar a hablar, lamentablemente respondiendo la pregunta:

- Creo que hablo en nombre de todas mis compañeras cuando digo que las eliminaciones de estas diez chicas nos han afectado. No llevábamos mucho tiempo juntas, pero sí el suficiente como para notar cómo crecía un fuerte vínculo entre todas nosotras, un vínculo que desgraciadamente no podrá seguir creciendo, al menos no con ellas.

    La reportera, los príncipes y las seleccionadas le observaban, pero Evelyn ya había respondido la pregunta y le tocaba llevar a cabo la última parte de su pequeño plan, no le importaba nada más. Giró la cabeza y busco rápidamente la cámara con la mirada, que no tardó en encontrar y, antes de que nadie le cortase, continuó hablando:

- La estancia en palacio es agradable, tenemos a mujeres que nos ayudan a prepararnos por las mañanas y personas a las que podemos recurrir en todo momento. Los dormitorios son, a pesar de ser compartidos entre bastantes jóvenes, inmensamente cómodos, las sábanas de una delicadeza y suavidad que no había podido experimentar nunca antes. Y la comida... Posiblemente la comida sea lo mejor de permanecer en palacio, sin contar, por supuesto, el motivo por el que estamos aquí. - Añadió Evelyn, como encima se diesen cuenta que no buscaba enamorarse de ninguno de los príncipes lo llevaba claro.

    Las seleccionadas le miraban algo confusas y la reportera estaba buscando el momento oportuno para interrumpirla, Evelyn lo veía de reojo, pero no dejaría que eso ocurriese.

- La gente es agradable y ya he hecho varias amigas más cercanas, incluso nos proporcionan clases de innumerables materias. Nos tratan como si ya formásemos parte de la realeza, y eso solo puede hacernos sentir realmente especiales. En resumen, la estancia en palacio está yendo increíblemente bien.

- Gracias por esa explicación tan exhaustiva. - Intervino la reportera tan rápido como Evelyn hubo cerrado la boca. En su rostro se notaba la confusión y una cierta rabia hacia Evelyn, que había hecho prácticamente lo que le había dado la gana.

    Pero la joven de cabellera azabache estaba eufórica, sonrió a la cámara como si le estuviese sonriendo directamente a su madre y hermanos y sabía que, al menos Elyan, se habría dado cuenta de sus intenciones.

    Ni los príncipes ni las seleccionadas le habían quitado un ojo de encima mientras hablaba y, cuando la reportera recuperó el orden de la entrevista, la mayoría apartó su atención de Evelyn. Aunque Kristian permaneció con sus ojos clavados en ella unos minutos más, había conseguido elevar ligeramente las comisuras de los labios.

    La entrevista acabó antes de que Evelyn pudiese terminar de procesar lo que había ocurrido. La euforia que había sentido en el momento en que había hablado aún residía, pero una pequeña vocecilla en su cabeza hacia que disminuyese: ¿Y si le castigaban? No estaba prohibido lo que había hecho, pero tal vez los reyes o los príncipes no opinaban lo mismo. Aunque no le habían dejado otra opción, era la única manera que tenía de, al menos, hacerle saber a su familia cómo le estaba yendo.




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