La semilla del caos - El viaje del caballero

Parte 4

Ya en el camino, no supo dónde ir, pero eso no la detuvo. Cada vez que miraba de reojo, la fortaleza se hacía más pequeña. Se dirigió al noreste. Al pensarlo, se dio cuenta de que podía, con el dinero que llevaba, tomar un barco en el puerto de Stockton. Uno que la llevara hasta más allá del Mar del Este, Lucentis, la antigua provincia del Imperio de Syteria, y ver las maravillas del mundo antiguo y las personas con lazos sanguinos con los Syterios, o la ciudad de Bórmor, donde salían las mejores bebidas: vinos de todo tipo, probar cerveza negra Bormir de las más famosas y finas —le gustaba la idea—.

También podía tomar un barco que la dejara en el sur, en Puerto Viejo, la capital del Reino del Poder, donde estaba la única universidad de Brethmon creada por un Rey Garner del Poder, para expandir y preservar el conocimiento, era el centro del conocimiento en el continente y unos de los mejores del mundo, también podía ver las catedrales ya que Puerto Viejo era la sede de la religión Bodeista. También pensó en Welicksport en el Reino de Casterland al oeste; ahi era donde se exportaban las joyas mas hermosas hechas de oro y diamantes preciosos que salían de las grandes minas de Closmere y Roca Gloster, y no olvido los pasteles y golosinas de la ciudad de Roble Blanco. al no decidirse siguió, podía decidir allí.

Estaba cerca de Troy, bajó la velocidad de su caballo y se levantó un poco la capucha. La fortaleza de los Troy se veía hermosa en la noche, asentada en un monte empinado. Uno tenía que pasar el puente e ir por una zona empinada para llegar a la fortaleza, tenías que pasar por un camino entre el campo donde los Troy tenían su trigo plantado.

Al pasar por el puente, recordó a Hendry. Le gustaba la idea de cómo se pondría su señor padre al saber que estaba con ese Hanley. Sonrió y se decidió a ir a Rigby por él.

Llegando a Rigby, pudo ver a lo lejos la bahía del dorado. Barcos mercantes entraban al puerto y muchos otros se iban. La luz de la ciudad se podía ver aún a lo lejos. La muralla que cubría la ciudad era de piedras y viajeros llegaban a sus puertas. A la luz del alba, lord Stockton permitía entrar a la ciudad; en cambio los que estaban pasado y cernia la noche, se quedaban en ella hasta el alba y los que llegaban esperaban en su entrada a que se les abra. había días especialmente en el verano y primavera que había grandes filas para entrar a la ciudad.

Rigby tenía su encanto, era como una pequeña villa que estaba en el camino hacia Stockton. Su castillo se alzaba en el centro del pueblo. No era exactamente un castillo, sino un fuerte de madera, pero igual de bonito.

Al llegar a la puerta, los guardias se reían entre ellos, se pasaban una botella y bebían de ella. 

—¿Qué tal están, sirs? —se presentó ella, los guardias la vieron por arriba—. Vengo a la ciudad... Uno la interrumpió y dijo: —Querrás decir al pueblo —y así era, ella solo quería ser cortés. 

—Claro, a eso me refiero —respondió ella con una sonrisa—. ¿Me dejáis pasar? —preguntó.

—Antes, ¿dinos a qué vienes? —preguntó uno de ellos. ¿Qué les importaba a ellos? —pensó mientras los miraba con una sonrisa, se quito bien la capucha —.

Uno de ellos, quien tenía su cabello grasoso y una cicatriz diagonal desde abajo de su ojo hasta la barbilla, dijo: —Yo te conozco —afirmó, serio. 

Lynette se asustó, ¿acaso su padre...? 

—Claro que sí —miró a sus compañeros firmemente y les dijo: 

—La última vez que la vi estaba en la punta de mi verga gritando mi nombre —rieron todos, el guardia que había armado todo al abrir su boca le faltaba la mayoría de sus dientes de la parte superior. —Anda puta, baja y diviértete con nosotros —le sugirió entre risas —Sí, muestra las tetas —dijo el que estaba apoyado en la puerta de la muralla—. Sí, tetas, tetas, tetas —decían en coro los otros.

En la torre de vigilancia se asomaba alguien, —¿Qué pasa? —gritó—. ¿Qué es ese escándalo?"

Todos los guardias miraron hacia arriba y se pusieron serios. El que estaba apoyado en la muralla trató de esconder la botella entre la maleza. El hombre de arriba no pudo distinguirlo, y los guardias se veían asustados. «pensó que seria su comandante» Las puertas se abrieron desde adentro. 

—Sir —dijo el guardia de la cicatriz.

—Maldita sea Krif —dijo el hombre. Ella lo reconoció, era Hendry. —¿Por qué hacen ese escándalo y molestan a los viajeros? 

—Era una broma, sir —el pasó entre ellos y vio entre la maleza, lo descubrió, olió y dijo—. Claro, una broma provocada por beber maldita Hidromiel 

—¿De donde la robaron?—les pregunto a todos. 

Uno confeso asustado: —Krif la compró a una barcaza mercante en Stockton. Venían de Puerto Viejo y nos hicieron un buen precio. —Él los iba a seguir regañando cuando Lynette se decidió hablar: 

—Hendry —él la vio enseguida—. ¿Me dejas pasar? Él sonrió, se acercó a ella y dijo: —¿Qué haces aquí, y a esta hora de la noche? —Llevaba su camisa de lino suelta y en su cinto llevaba a un costado un puñal, estaba más apuesto que en la mañana.

—Es un camino peligroso, lady. —dijo Hendry.

Krif añadio: —claro sir, eso le decíamos, Verdad les dijo a sus compañeros y todos asintieron con el. 

—Puedo hablar contigo, venía justo a eso. —le dijo Lynette 

Él la miró, miró a los guardias y les dijo: —Vayan adentro, refrésquense que el turno cambia después del alba. 

Quedaron solos, ella bajó de su caballo y lo esperó. Una vez solos, ella le dijo: —Venía hacia aquí por eso que me dijiste hoy —miró al suelo, evitaba la mirada, no quería que le viera su cara morada—. 

—Necesito tu ayuda —dijo ella sin levantar su mirada. Él tocó su hombro y le pidió: —Mírame, Lynnie, mírame —ella levantó su rostro lentamente y lo vio—. 

—Por favor —dijo, no pudo evitar soltar unas lágrimas. 

Él con sus dedos se las secó, le arregló su cabello y pasó su dedo sobre un mechón rojizo que tapaba su ojo, lo alisó y dijo: —Oh, Lynnie, lo lamento. Se sentía muy bien la sensación de sus dedos en ella, apoyándola en ese momento. 




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