La semilla del caos - El viaje del caballero

Parte 5

Para llegar a los Claros debían tomar el camino al sureste. Tendrían que pasar el dorado, las aldeas de Redal y entonces entrarían en el Reino de las Tinieblas. Iban a mitad de camino, Hendry llevaba chaleco e iba con su espada a un costado. Sus caballos iban uno detrás de otro por el borde de Costabrava, habían tomado el camino alto de la colina. Si iban por bajo, por la ribera del río, posiblemente era más peligroso que alguien los viera. «La ribera estaba colmada de olmos, era hermoso aun con la poca luz de la luna que filtraba por las nubes». 

—Bajaremos ahí, al pasar ese bosque estaremos en el Reino de las Tinieblas —le informo.—

—¿Nos dejarán pasar?, —preguntó ella, —siguió— ¿Acaso no hay sheriffs patrullando la frontera?. 

—Sí, los hay, pero resulta que es el hijo de lord Buckley y mi amigo. Se llama Jack, es buena persona —. Cruzarían los claros al este, eso le reconfortó ya que si entraban menos en la tierra de los Butcher (Bosque-Terror), mucho mejor. 

Siguieron su camino por el bosque. Los grandes y ancestrales pinos se extendían, el trote de ambos era lento.

—Tendríamos que parar, dormir un poco. Pronto amanecerá... mañana pasamos por la posada del sapo amarillo y seguimos hasta el puerto —sugirió él. Ciertamente se sentía exhausta, no tenía hambre y dormir un poco le vendría bien antes de seguir su camino al sur. 

Hendry armó una fogata. De su alforja sacó unas tiras de queso y una manta; compartieron el queso a la luz de las brasas quemándose. Él se acostó en el suelo, usó una buena cantidad de hojas y las cubrió con su manta. No hacía frío, la humedad era fuerte, la ropa se pegaba al cuerpo y al estar cerca del fuego los dos sudaban fuerte. «El reino de las tinieblas estaba en su mayor región en la zona del sureste de Brethmon, lo mayor que había era humedad y en su mayoría nubes y lloviznas.» 

—¿Quieres compartir un poco de manta? —le preguntó desde el suelo. 

Ella aún estaba sentada. Lo dudó, pero no le quedaba de otra, fue hacia él y se recostó. 

—Puedes usarme de cabezal —él le indicó su antebrazo,—Es más cómodo, afirmó con una sonrisa. 

Se acostó en él y se quedaron en el silencio de la noche, se oian: grillos, las brasas quemándose, la luna divisible entre las nubes y algún que otro graznido de cuervos viajeros.

—¿Recuerdas Stockton de niños? —preguntó él. 

—Claro.'Buenas épocas, comentó ella. —el añadió— ¿Te acuerdas cuando luché en el muelle contra ese señor de la ciudad de Clotor?

—Bórmor, —le corrigió ella. ¿Te batiste con él por qué era?. 

—Por su espada, qué hermosa espada, la más grande que había visto hasta ese momento. 

Ella se quedó pensando, no lo recordaba... —Claro, esa espada que tenía la misma longitud que yo —. Exacto, él se giró y le dijo: 

—Hace unos meses atrás me encontré con un montañés, un caballero con una espada similar.

—¿En Rigby? —preguntó ella. 

—No, no, en Puerta Colina, la frontera al reino de las montañas.

—¡wow! —ella bostezó. Se acomodó en su brazo y poco a poco sus ojos se fueron cerrando.

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—¡Dale otro más fuerte! —¡OTRO! 

Ella se levantó, ya era de día. A un lado de ella había tres soldados con sus sabuesos ladrando. Vio hacia el frente y Hendry estaba siendo golpeado brutalmente en el suelo.

—¡OTRO!, ¡OTRO!, ¡OTRO! —gritaba el que los comandaba. Hendry tenía la cara llena de sangre. 

El comandante se giró la vio y dijo: —Ya se dignó a despertar. —Tómenla a ella. Lynette trató de escapar pero los tres soldados se le fueron encima. Atrapada, ella decía: 

—¡Suéltenme, suéltenlo, es amigo de su sheriff! El comandante lo vio y lo señaló 

—Esta sabandija sabrá que estas son y serán tierras de lord Butcher de Bosque-Terror, los Claros son de la casa Butcher: —¡Dale otro para que entienda! —le indicó al golpeador de Hendry

—¿Has oído?, dile a tus amigos los Buckley que los Claros son tierras de los Butcher, ¡Oíste!.

De un momento a otro, Hendry se levantó. Como pudo se puso en pie y dijo al comandante: 

—Se te ha ido la mano. —Fue hacia él. «No lo hagas —pensó ella— Te matarán.» 

—Ja-ja-ja, sí que soy bueno para recibir golpes. Todos se rieron, los soldados, el golpeador y el comandante. Hendry dijo: —Llévenla ya, termino la obra.

—¿Qué —Lynette estaba desconcertada— qué sucede?                                                                                  Los guardias la subieron para ponerla en pie. 

Hendry se acercó y le dijo: —Además de malcriada, ilusa, debiste hacerle caso a tu maldito padre 

—todos rieron— ¿Crees que soy tu amigo? ¡En serio!, ja, me cago en todos los malditos Moller.  

Ella no sabía qué decir: —¿Por qué? —solo supo decir.

—Por Torre la Doncella —sonrió irónico y añadió— es una gran fortaleza.

—Pero no me casaré contigo, padre no lo permitiría.

—Ja,ja —todos volvieron a reírse con él— sí que eres estúpida, él no tendrá que darme permiso.—No entiendo —dijo ella.

—Ya lo entenderás, pero primero tiene que pasar esto.

—¿Qué? —preguntó ella.

—No me gusta golpear a las mujeres, Pot ¿me ayudas? Él salió de enfrente de ella y el golpeador apareció. Le dio un puñetazo de frente en la cara que no pudo mantener aguantar, casi cae al piso pero los soldados no la sostuvieron. La mejilla le palpito fuertemente y sintió un mareo inmenso y dolor fuerte en su ojo. Al no poder aguantar se acabo desmayando por el dolor.

Escuchó cómo la arrastraban hacia un carromato con jaula.

—Dile al príncipe que yo hice mi parte, solo falta que piquen el anzuelo —decia Hendry al comandante.

—Holden agoniza, cuando Corwin tome el trono tendrás tu Fortaleza —le respondio.

Mientras la arrastraban, ella miró a Hendry, el la vio y gritó:




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