Lavinia
Cuando Emil y yo llegamos a la sala común del aquelarre ya sé que se tratará de un juicio porque el consejo está sentado en su escenario especial y hay una silla en el medio para el acusado.
En nuestro grupo, nos reunimos a diario para discutir temas en común sobre nuestras actividades. Usualmente el consejo siempre da la palabra para que cada grupo tome acción en ciertas partes de la ciudad.
Es muy raro que se hagan juicios, pero si lo hacen es porque algo grave se ha cometido o alguien ha muerto. Así que encuentro ridículo el hecho de que estén dando tanta atención a un caso como el mío cuando para ellos no soy más que una paria más.
Sé que yo soy el centro de atención en esta reunión porque veo Felicia al lado de su madre, Seraphina Hexwood, una de las brujas líderes del consejo. Cuando Felicia me ve llegar junto a mi hermano, sonríe de una forma que me recuerda a esos niños que están a punto de cometer una travesura y están complacidos por ello. Supongo que meterme con la hija de una líder del aquelarre no me ganará ningún adepto.
Tan pronto tomamos asiento en el auditorio del público, el consejo se levanta y es entonces cuando les escucho decir:
—Lavinia Raven, favor de subir al estrado.
Emil me da una mirada de preocupación. Yo por mi lado trato de actuar como si no fuera la gran cosa. Me levanto y subo hacia el escenario para sentarme en la silla del acusado sin esperar el permiso de nadie.
Eso tampoco parece agradar a los presentes que me miran con recelo. En especial, Seraphina.
—Se nos ha informado de la agresión que has hecho a una de tus compañeras de aquelarre, Lavinia Raven.
Suelta la última parte de mi nombre con desagrado. Como si decir mi nombre en voz alta fuera una maldición.
Miro a la líder y su grupo. El consejo está formado por Seraphina y cinco personas más cuyos apellidos son de importancia, pero que yo no recuerdo. Alzo mis hombros despreocupada y la miro.
—¿Se considera agresión si fue en defensa propia? —pregunto.
Seraphina camina alrededor de mi silla y decide ignorar mi pregunta.
—Se dice que atacaste a Felicia Hexwood y la retuviste contra el suelo. Va en contra de nuestras reglas agredir físicamente a otras compañeras del aquelarre.
—Repito, eso no habría sucedido si Felicia no me hubiera a mí —suelto apretando el reposabrazos de la silla.
—La versión de Felicia es diferente a la tuya, Lavinia. ¿Por qué deberíamos creerte? Tienes un historial de violencia, además, tenemos testigos de la escena —señala la mujer sacando unas hojas.
Por supuesto que los tiene, son las amiguitas de su hija y compañeros del consejo. Ellos harían lo que fuera con tal de quedar bien con la líder. Yo solo soy una pieza más que les gustaría utilizar para divertirse, como si fuera su juguete.
Miro hacia el auditorio y veo a Emil, está mirando a Seraphina con una expresión de desagrado total. Trato de mover mi cabeza para decirle que está bien, que no tiene que preocuparse cuando las puertas del auditorio se abren. Como una especie de entrada épica, mi madre, Elyra Raven camina hacia el estrado con una capa larga negra ondeando detrás de ella y su cabello negro como la noche ondeando como una cortina perfecta. Algo que tenemos en común ambas, es ese tono de cabello tan oscuro que puede perderse en la noche estrellada.
Mi madre no pertenece al consejo, sin embargo, tiene bastante influencia en él debido a que es la heroína del aquelarre. Con tan solo cuarenta y cinco años, se ha convertido en una leyenda que salvó a nuestra especie hace más de veinte años cuando un ataque de demonios ingresó a varias mansiones y atacó a casi todos las brujas. Ella fue quien encontró el portal y se encargó de cerrarlo. Desde entonces, todos le tienen respeto e incluso le ofrecieron pertenecer al consejo, pero ella se negó.
Al menos puedo decir que mi incapacidad para mostrar disciplina es gracias a ella, porque mi madre no espera a que nadie le dé permiso de subir al estrado y simplemente lo hace. Seraphina aprieta sus labios en una expresión de desagrado.
Siempre va a estar a la sombra de Elyra Raven y lo sabe.
—¿Se puede saber que es esto? ¿Por qué mi hija está en juicio? —exige.
—Tu hija no ha acatado las reglas —responde Seraphina casi rechinando los dientes en una muestra clara de que no aprecia la pregunta o a mi madre.
Mi madre inclina su cabeza y le da una expresión que me recuerda a una madre intentando razonar con su hijo pequeño.
—¿Y desde cuándo el consejo le da tanta relevancia a un caso de dos pupilas? Creía que el consejo tenía más cosas importantes qué hacer.
Ese comentario se gana varios gritos ahogados entre el público. No puedo evitar sonreír ante el valor de mi madre, incluso Emil parece estar a punto de estallar en risas.
—Eso mismo pienso, ¿de verdad soy tan importante? —digo.
Ambas voltean a verme como si se hubieran olvidado de mi presencia, mi madre me mira apretando los labios. Sus ojos oscuros están brillando de ira contenida y sé que no aprecia que hable.
—El consejo le da importancia a la salud de sus pupilos, no podemos permitir esos desplantes —responde Seraphina.