La Semilla del Mal

IX

Lavinia

ESTOY más furiosa que nunca.

No solo por la humillación que recibí no solo de Felicia sino también de uno de los cazadores de la orden. Porque ahora parece que todo el mundo cree tener una opinión sobre lo que hago o no.

Ni siquiera comprendo porque este chico me odia tanto. No lo conocía hasta el día de hoy que se presentó en medio de nuestra pelea para burlarse mí. Pero desconocido o no, sus palabras calaron dentro de mí, de nuevo recordándome qué no merezco nada:

«Te esfuerzas demasiado y ni así logras nada más que esto, eres débil»

¿Cómo es posible que este tipo se crea con el derecho de juzgarme? No me conoce de nada. Ni yo lo conozco a él, dioses ni siquiera sé su nombre. Entonces ¿por qué logran molestarme tanto sus palabras?

Trato de calmar mi furia en un baño frío antes de cambiarme para asistir a la reunión de hoy. Cuando salgo, me encuentro con la sorpresa de ver a mi hermano acostado en mi cama.

—Todo el aquelarre vio tu escenita, ¿atacar a un miembro de la orden? ¿Has perdido la cabeza?

Pongo mis ojos en blanco. Por supuesto que las noticias corren como pólvora en esta mansión.

—No lo entiendes, se metió conmigo. Ni siquiera sé de dónde mierda salió, pero fue a insultarme, ¿se supone que permita eso?

—Lavinia, lo que hiciste pudo desencadenar una guerra —comenta preocupado.

—No lo iba a matar —bufo. Aunque la idea si me pasó por la cabeza.

—Sé que no harías eso, pero un golpe es suficiente. Sabes el conflicto que hay con ellos.

Durante años el aquelarre y la orden ha mantenido una paz algo tensa. Nunca nos hemos llevado bien por la naturaleza de nuestros objetivos. Pero hemos intentado evitar la guerra a toda costa.

—Quizá debió pensarlo mejor ese idiota antes de meterse conmigo —regreso.

—Ese idiota se llama Darian y él será encargado de la misión. La misión a la que tú también quieres ir.

Bufo de nuevo. Así que el imbécil tiene un nombre.

—Lo sé, él me lo dijo. Parece que necesita decirlo al mundo, que gran idiota ¿no crees?

—¿Y aun así lo atacaste?

Me remuevo incómoda.

—Ya te lo dije, él empezó.

—Dioses, Lavinia.

Le lanzo una almohada y lo corro de mi habitación. Necesito cambiarme y estar lista para la reunión de esa noche. Al menos Emil no intenta seguir con sus sermones y se va, prometiendo que estará junto a mí para cuidarme al rato.

Lo dejo estar porque eso lo mantendrá tranquilo un rato. Si eso lo hace sentir mejor, bien. Solo espero que mi madre no sepa de esta última escena.

Voy a mi armario y elijo un vestido negro largo que acompaño con un corset y botas militares. Sé que la elección de la bruja dependerá del público, y del consejo en gran parte. Mi mamá no estuvo de acuerdo en un principio cuando me vio ingresar aquel día a la reunión. En especial porque piensa que soy débil y mi falta de poderes son un problema, sin embargo eso no me va a detener.

Tuvo que aceptar que lo voy a hacer.

Entonces todo el mundo se me vino encima, desde mi declaración pública. Felicia no me ha dejando en paz. Nadie, incluso aquel imbécil cazador.

Cuando termino de arreglarme, me encuentro con Onix en la puerta de mi habitación y es el único que parece contento de verme.

—Por fin llegaste, te he extrañado —comento agachándome para cargarlo.

Onix, es mi gato de compañía. Como brujas tenemos la opción de elegir a nuestro animal de acompañamiento. La mayor parte de las veces, los animales vienen a nosotras. Eso es señal de buen augurio.

Cuando conocí a Onix, yo solo era una niña solitaria y triste en un bosque. Él se me acercó y me hizo compañía, como si comprendiera mis sentimientos de soledad y melancolía. Solía pensar que los gatos eran odiosos hasta que lo conocí a él. Después de eso me empezó a seguir a todos lados hasta que lo adopté. Ahora es un gato de casa, muy cuidado y arrogante.

Tomó a Onix en brazos y él deja que lo cargue, entonces comienza a ronronear como un motor de auto.

—Eres el único que no me reclama nada.

Me maúlla de vuelta.

Lo bajo al suelo y se talla en mis piernas.

—Deséame suerte, la voy a necesitar.

Onix da un chillido agudo en respuesta, yo lo interpreto como si me dijera: "La vas a necesitar."

***

Ya está oscureciendo cuando bajo con dirección al auditorio. Veo como todas las brujas van siguiendo el mismo camino que yo y noto la mirada de todas ellas sobre mí. Con mis últimas acciones, es probable que me haya ganado más el odio que admiración de todas ellas.

En especial porque pocas se han atrevido a interrumpir reuniones del consejo y nunca nadie se había presentado ante el consejo con la orden de invitados. Fue un impulso estúpido cuando lo hice, pero necesitaba obtener la atención del público más si quiero obtener votos.

Me obligo a ignorar las miradas curiosas y entro al auditorio donde ya están casi todos listos. Si alguien piensa que no debo estar ahí, es el consejo. En especial Seraphina quien no me quita la mirada de encima.

Me siento hasta el frente y le doy una sonrisa arrogante. Puede odiarme todo lo que quiera, eso no cambia el hecho de que su hija sea una basura. Veo llegar al resto de invitados, entre ellos a los cazadores de la orden. Llegan todos muy bien vestidos con sus uniformes militares negros. El único que resalta es un chico rubio que lleva un traje militar color rojo oscuro, señal de que debe ser el líder. A su lado, está él.

Lo reconozco enseguida, incluso aunque va igual que los demás. Es el más alto de ellos pero su forma de caminar y su mirada delatan qué no es ni de lejos alguien menos importante. Puede no ser el líder de ese grupo, pero hay algo en él que de momento parece llamar la atención. Quizá sea su actitud arrogante y altiva, no lo sé.

Darian.

Ese es el nombre que me dijo Emil. Incluso la idea de pronunciarlo en mis labios me da asco.




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