Lavinia
SIGO el camino que me ha indicado Darian, en busca de pruebas. Las calles de esta zona son bastante solitarias y oscuras qué tengo que esforzarme por mirar a mi alrededor y no caerme. Este sitio parece un lugar rebuscado, donde seguro muchos criminales suelen venir a hacer de lo suyo y también luce como el lugar idóneo para seres sobrenaturales.
Las calles están sucias, con basura por el piso y las luces parpadeantes me ciegan mientras camino. Parece una escena típica de una película de terror.
Debo admitir que estoy bastante sorprendida de la actitud de Darian. Después de su amenaza, juraba que no iba a permitir por nada del mundo que yo formara parte de esta misión con él, sin embargo, tuvo la decencia de buscarme para hacer esta investigación. No estoy tan segura de que esta serie de hechos nos lleve tan rápido a la semilla, pero puede ser un inicio.
Llego a un intricado de calles muy estrechas donde la luz es tan tenue que tengo que forzar más mi vista para ver algo. Estoy a punto de moverme a otro sitio cuando desde mi vista periférica veo movimiento. Me giro enseguida y noto una sombra moverse a mi derecha. Pasa casi tan rápido que ninguna vista humana puede notarlo, pero yo sí.
Me dirijo hacia aquella calle y noto que es una calle sin salida. La sombra o lo que sea que haya visto desapareció en un parpadeo. Entonces más hacia dentro escucho un gemido. Miro hacia el suelo de concreto y me encuentro con una hilera de sangre. Al acercarme lo encuentro, un vagabundo está agarrándose el cuello y lucha por sus últimos segundos de vida por respirar.
Miro horrorizada como la sangre lo hace dar borbotones y está ahogándose con ella. Doy unos pasos hacia atrás pero ya me he acercado lo suficiente para que el hombre logre jalarme de la muñeca.
—E-e-l d-iablo... —su voz ahogada en sangre apenas le permite hablar. Pero veo en sus ojos en terror puro, el mayor miedo que puede existir.
Me deshago de su agarre y caigo de bruces contra el suelo. Gimo de dolor al sentir mis manos raspar con el concreto. El hombre intenta decir algo más pero la sangre de su boca no deja de salir y su última mirada es de horror, mirando detrás de mí hasta caer inerte, muerto.
Solo es un mal presagio, pero puedo sentir el aire congelarse en aquel momento, como si de repente me encontrara en la Antártida. Todos mis sentidos se alertan y mi piel se eriza. Me siento como un gato a punto de ser atacado. Intento moverme hacia el otro lado, pero no hay lugar cerca al que pueda huir. Sé que estoy frente a un ser poderoso puedo sentirlo y el único instinto que tengo es el de correr.
Como si fuera en cámara lenta, me giro y lo veo.
Aquella sombra que había visto ante ahora se materializa en el aspecto de un humano mezclado con un animal. Tiene el cuerpo de humano al menos, pero su rostro, su rostro es como el hocico de un perro y está lleno de sangre. La sangre del hombre muerto al otro lado.
En todos mis años de experiencia con demonios, todos ellos habían sido contenidos en círculos de hechizos qué les impedían hacer daño. Una de las primeras cosas que nos enseñaron. Solo hasta este momento veo por fin a un demonio libre de esas cadenas, con la posibilidad de matar en un abrir y cerrar de ojos.
Los ojos de este demonio son oscuros y no reflejan nada más que la muerte misma. Sé que debo levantarme, sé que debo actuar, pero esta es la primera vez que me encuentro paralizada.
Cuando por fin logro recuperar la cordura, mi mano va hacia mi bolso por la daga que tengo. Es demasiado tarde cuando la criatura me ve y de un solo golpe me empuja contra la pared contigua. Mi cuerpo golpea con fuerza la pared y gimo de dolor. De nuevo caigo al suelo.
—Brujita —dice el demonio —Siempre disfruto cortar a brujitas como tú.
Alza sus manos o más bien pezuñas que parecen navajas. Con un simple movimiento puede cortar mi cabeza. Así que muevo de nuevo mi mano hacia mi bolsa y tomo la daga en mis manos.
Una parte de mí sabe que no puede enfrentarse a un demonio como este, las posibilidades son mínimas. No tengo nada de sal para protegerme y está daga solo me daría un poco de tiempo. Si fuera una bruja normal, podría usar alguna clase de poder, pero solo soy una humana de momento.
Mi única carta es el tiempo, necesito tiempo.
—Deberías pensarlo mucho mejor, demonio —hablo por fin.
Si logro distraerlo, quizá pueda escapar de él.
El demonio se ríe.
—Ustedes las brujas siempre se creen poderosas hasta que cortamos esos bonitos cuellos y bebemos su sangre.
Hago una cara de asco.
—¿Qué clase de versión barata de Damon Salvatore es esta?
Eso le genera interés.
—¿Quién es Damon Salvatore? ¿Tu amo? —pregunta —Pues despídete de él, brujita.
No puedo evitarlo, me echo a reír. Él me mira como si estuviera loca. El infierno debe ser muy aburrido sino conocen esa referencia.
—¿Es que acaso en el infierno no tienen TV por cable? —digo.
El demonio inclina su cabeza.
—De verdad me está molestando escuchar tu voz.
Ruedo mis ojos.
—Todos dicen eso.
—Pues tienen razón.
—Vaya conversación más barata, ¿se supone que deba estar asustada? —digo valientemente.
Es suficiente para ganarme una mirada peligrosa. Y comienzo a sentir como el aire deja mis pulmones. De repente una fuerza me levanta más y más alto.
La daga sigue en mis manos, entre el poco aire que me queda logro dirigirla hacia su pecho. Esta da en el objetivo pero apenas hace daño a su receptor. El demonio se echa a reír.
—Me encanta cuando creen tener esperanza.
Mueve su pezuña y me aprieta más contra la pared. Siento como el aire comienza a dejarme. Me está asfixiando y esta vez no tengo nada con qué defenderme. Pensaba que distraerlo serviría, pero lo único que hice fue alargar mi muerte.
Miro hacia el cielo oscuro y estrellado, araño mi cuello intentando encontrar aire pero todo comienza a verse borroso. Escucho la risa escalofriante del demonio. No puede ser que estos sean mis últimos segundos de vida, me niego a creerlo. Miro con esfuerzo hacia esos ojos que gritan muerte y trato con todas mis fuerzas de decirle que no va a doblegarme.