La Semilla del Mal

XVII

Darian

CUANDO regreso al patio, ya todo está listo para dar inicio a la ceremonia. Las brujas han preparado dos asientos en el estrado y sé que tendremos que subir ahí los dos. Pero la idea simplemente me asquea.

No puedo hacer nada más que apretar mis manos en puños, mientras intento calmar mi temperamento. Porque los últimos sucesos siempre terminan creando un caos dentro mío y sé que esta vez he llevado las cosas lejos. Una parte de mí quiere atribuirlo a mi desconfianza hacia ella, pero no es cierto. Es como si todo lo que ella hace o dice me provocara náuseas.

Cuando me había preguntado porqué era así de cruel, me sorprendió. Supuse hasta ese momento que ella estaba siendo fuerte, que mis palabras apenas podían tocarla. Sin embargo, me encontré con los ojos rotos de una chica. Y lo odié, me odié a mí mismo, porque sabía que yo era el causante.

Entonces Lavinia terminó esa conversación con esas palabras que ahora se repiten una y otra vez: «Al menos tengo un corazón que palpita y siente y no está vacío como el tuyo» o «Es cierto, me asombra que alguien sea amable conmigo, en especial porque nadie nunca lo es.».

No deseo recordar sus palabras con tal detalle, pero las odio. La odio a ella por hacerme sentir mal, por haberse convertido en una víctima que no es. ¿De verdad el mundo es cruel para que ella se sorprenda ante el mínimo de amabilidad? No puede ser cierto. Además ella no luce como alguien que se deje aplastar.

Pero tú casi lo haces. Resuena mi propia voz.

Hasta ese momento creía que Lavinia Raven era una loca que no le importaba nadie más que sí misma. Mi imagen de ella no puede cambiar a la de una chica solitaria que parece ser más sensible de lo que muestra. Se mostró vulnerable ante mí, incluso aunque sabía que usaría eso en su contra y eso me dejó desarmado. Era como usar una daga contra su propio pecho y mostrarme que yo fui el causante.

—Hombre, ¿estás bien? —Cassian me saca de mis pensamientos.

—Sí, ¿por qué?

—Pareces un manojo de nervios, ¿ha pasado algo?

Niego.

—Nada —aunque trago saliva, mirando hacia toda la gente que ya está llegando.

Mis ojos la buscan sin poder evitarlo y la encuentro al otro lado del estrado. Entonces escucho nuestros nombres y sé que debo estar ahí también. Cassian dice algo que ignoro y voy hacia el escenario donde Lavinia ya está subiendo. Al llegar, noto como su cuerpo se tensa pero permanece sin hacer nada.

Los dos estamos a menos de un metro y escucho el discurso del aquelarre. Nos hacen sentarnos en nuestras sillas y la miro.

Se sienta tan tranquila, no parece que nuestra última conversación la tenga distraída. Pero sus manos están apretando el reposabrazos de la silla. Sus nudillos están blancos.

«Al menos tengo un corazón que palpita y siente y no está vacío como el tuyo»

¿Qué pudo hacerle pensar que estoy vacío? ¿O es que acaso soy un villano en su mente?

—Por favor, levántense —una voz me saca de mis pensamientos.

Nos levantamos y ahora estamos de frente, haciendo una especie de ritual. La bruja pide que juntemos nuestras manos para hacer un juramento. Esto es estúpido.

No hay forma en el mundo que pueda tocarla a ella y acabar vivo. Pero sorprendentemente, Lavinia es quien acerca su mano a la mía y el simple toque es abrasador. No estoy seguro de que se trate de algo bueno cuando unen nuestras manos a un lazo y nos hacen prometer que esta misión va a cumplirse. Nuestros deberes, nuestros valores están en juego. Nuestras vidas unidas a esta misión. Si uno está en peligro, el otro debe salvarla.

Yo solo sé que están cometiendo un error porque, Lavinia y yo no somos compatibles. Si esto es un hechizo, ambos moriremos por jurar en vano. No vamos a salvar al otro, no. Nuestra idea de salvar es muy diferente y es claro que ni yo moriría por ella ni ella por mí. Por eso sé que esto es el error más grande que he cometido.

Cuando miro a los ojos oscuros de Lavinia, los veo asustados al igual que los míos. Sé que está pensando lo mismo. Nos hemos embarcado en una misión imposible donde la única posibilidad que puede existir es que uno acabe con el otro.

Entonces el mundo va a caer en guerra por nuestra culpa.

***

Tras una noche horrible en la cual apenas pude dormir. El primer paso en la misión es irnos de viaje. Lavinia y yo hemos tenido que acordar vernos temprano. Así que quedamos de vernos a las cinco de la mañana en una gasolinera cerca de la salida a la ciudad.

Llevo el auto que me ha prestado la orden y meto mis maletas junto con toda clase de armas. Para cuando llego a la gasolinera, ella ya está mirándome con recelo y lanza sus cosas hacia la parte trasera de mala gana. No hay nada como soportar a una bruja loca y maleducada justo a esta hora.

—Las maletas van en la cajuela —señalo.

—Es una pena, no creo poder cargarlas hasta atrás —suelta haciendo un puchero.

Tomo el volante con fuerza. Son las jodidas cinco de la mañana. Abro de mala gana la puerta de conductor y voy por sus bolsas. Sin ninguna clase de amabilidad las lanzo dentro de la cajuela y ella me grita desde dentro del auto.

—Quizá alguien pudo venir a dejarlas —sonrío de mala gana.

Ella resopla, aunque no dice nada más.

Sí, anoche cometimos quizá uno de los peores crímenes de nuestro mundo: jurar en vano. Y es probable que terminemos pagando por esto pronto.

Enciendo el auto y sin decir más comienzo nuestro viaje. Lavinia saca de su bolso de mano un papel mal doblado.

—Sí, las indicaciones son hacia el norte —señala mirando la hoja arrugada.

—¿Cómo por qué confiaría en esa basura que tienes en la mano?

—Es un mapa, genio. Si quieres que te explique...

—Sé lo que es un mapa, brujita —digo de mala gana.

—Gracias a dios, ¿o debería decir, demonio? —bromea.

—Increíble, brujas qué hacen blasfemias. Es simplemente fantástico.




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