Lavinia
Tan pronto digo la última oración sé que Darian va a negarse. Lo noto en todo su lenguaje corporal. Enseguida se pone tenso y sus ojos azules me miran cargados con dagas amenazantes. Todos los cazadores de la orden tienen una regla estricta: matar a seres peligrosos como los demonios y el intentar establecer contacto con uno de ellos es ir en contra de todo lo que luchan.
Le veo apretar los puños y negar con la cabeza.
—No, no vamos a hacer eso.
—¿De qué otra forma podemos saber de esas muertes?
—Seguiremos investigando, todavía no llevamos tanto tiempo aquí.
—No podemos perder el tiempo haciendo preguntas.
—¿De verdad? Pensé que te encantaba inventar historias ridículas de amor con los pueblerinos —regresa claramente molesto de mi último intento de sacar información.
Pongo mis manos en la mesa de madera y me inclino hacia él.
—¿Qué? ¿Acaso te incomoda que las personas puedan vernos como una pareja de verdad? —pregunto con provocación. Sé que debe provocarle la simple idea de imaginarnos juntos.
Sus ojos brillan cargados de ira.
—Simplemente abstente de vincularnos de cualquier forma, bruja. No deseo que alguien me relacione contigo.
—Pues que mal, somos compañeros.
—No vamos a invocar a demonios —determina.
—¿Tienes un plan mejor?
—Sí, que dejes de hablar y me dejes a mí dar las ideas.
No puedo dar crédito a sus palabras. De nuevo ahí está, intentando que me quede callada y permita sus humillaciones. Doy un golpe contra la mesa llamando su atención.
—Imbécil, ¿Crees que porque perteneces a una élite eso te hace especial?¿De verdad ustedes los cazadores creen que son mejor que las brujas?
—Lo somos —admite con orgullo.
Yo me río.
—Son patéticos. Un puñado de reglas y matar a otros no los hace especiales. Solo son asesinos.
Darian se echa hacia atrás, sus manos están en puños y sé que he dado en el clavo. Sonríe con cierta burla.
—Es curioso, lo mismo puedo decir de ustedes las brujas. Un puñado de poderes no las hace especiales, pero creen que por eso pueden hacer lo que quieran como jugar con los demonios sin importar las consecuencias.
—Simplemente sabemos lo que nos conviene, no todo es blanco y negro a como ustedes lo pintan. No todos los demonios son como creen.
Sé que no vamos a llegar a ningún acuerdo sacando a relucir los defectos del grupo del otro. Pero parece ser que ni Darian ni yo estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de pensar.
Trato de inspirar aire con fuerza, ganar paciencia. Alguien debe ceder en este asunto antes de que terminemos matándonos el uno al otro.
—Podemos hacer un trato. Si el demonio que invocamos no colabora lo puedes matar, pero si dice algo, al menos lo dejas vivir hasta que suelte la información que necesitamos.
Es un plan un poco desesperado, pero no tenemos demasiado tiempo para perder y auqnej invocar a un demonio no es una de las mejores ideas, si es la más rápida. Veo la duda brillar en los ojos azules de Darian.
Está en constante conflicto con sus estúpidas reglas, lo sé. No deja de mirarme como si fuera una mala influencia. Quizá lo soy.
—En el primer error, mataré a esa cosa —termina por decir.
Solo espero que este plan pueda funcionar. Ya que no soy una bruja con poderes particulares y al parecer tengo demonios que ya me odian.
***
Para poder invocar a uno de los demonios, el plan fue primero conseguir una habitación en uno de los hostales que vimos al salir del bar. Era una casa antigua y algo grande con ese estilo gótico y colonial qué distinguía al pueblo de Thalos.
La habitación que elegimos es una de las más alejadas de esa casa y la más grande. Con una cama de dos el y cortinas gruesas, parece sacada de una pintura victoriana. Incluso los papeles tapiz parecen recordarme a miles de ojos viéndome. Es como si fuera la casa de Drácula pero más espeluznante.
En el centro de ma habitación hay una alfombra de intricados horribles, así que entre Darian y yo la movemos para tener espacio y poder crear el círculo de sal. Saco mi bote y comienzo primero dibujando un círculo perfecto y relleno los bordes con sal. Justo en el centro del círculo, pongo una vela negra y la enciendo.
Las hierbas qué he traído de casa tienen un olor demasiado fuerte, pero me encargo de mezclarlas todas y al igual que círculo de sal, comienzo a hacer figuras con ellas alrededor de este. El último paso y el que personalmente encuentro más asqueroso es usar la sangre de un animal, así que Darian me ha ayudado a conseguir sangre de un animal que todavía desconozco y la verdad prefiero no saber su origen.
Dibujo los símbolos reconocibles para invocación siguiendo los pasos de mi libro de hechizos.
Algo que el aquelarre no ha podido negar en todos los aspectos es que sigo siendo una bruja y aunque no presento poderes específicos, puedo hacer hechizos sencillos e incluso invocar demonios. Esta última acción todavía no la he puesto bien a prueba hasta ahora.
Voy hacia mi bolsa y saco dos amuletos con piedras de colores. Le doy uno a Darian y él observa el objeto como si acabara de recibir un saludo de la misma muerte.
—Es un amuleto para protección —digo entre dientes. No me encanta la idea de darle eso, pero es por si acaso.
Darian frunce el ceño.
—Soy un cazador —comenta como si fuera obvio.
Alzo mis hombros.
—Eso no quiere decir que debas estar sin protección.
—No la nece...
No termina la oración y me mira de forma extraña. Solo asiente y se pone la pulsera. Como si de repente comprendiera mi intención. Realmente no me importa que Darian Black muera o viva.
—Esto no quiere decir que me importe que vivas o mueras —suelto de repente nerviosa de que piense otra cosa —Pero para fines de la misión quizá sea conveniente que un demonio no te haga pedazos el cerebro.
Él alza una ceja y sus labios se curvan en una media sonrisa.