La Semilla del Mal

XXIII

Darian

Los pasados minutos desde que Lavinia invoca a aquel demonio y la conversación sin éxito, parecen eternos. Antes de que todo aquel escenario tétrico se convirtiera en casi una matanza, me detengo. Lavinia quería evitar a toda costa matar a este demonio, Astaroth. Pero algo sucede minutos después.

Sus ojos oscuros observan al demonio y como si un destello parpadeara en ellos, noto que obtiene la atención de Astaroth.

No logro describirlo, pero es como si algo dentro de ella pudiera controlarlo. Los dos se observan fijamente y me toma un tiempo entender que están comunicándose de forma telepática.

Al principio, creo que lo he imaginado, no puede ser posible. Ella no tiene poderes. Sin embargo, veo las reacciones de Astaroth y sin duda está respondiendo a algo. Saco mi daga enseguida.

La única posibilidad es que la protección no esté funcionando y Astaroth haya logrado de alguna forma romperla. Solo así podría entrar en la mente de Lavinia.

Estoy a punto de lanzarme sobre el demonio cuando lo veo alzarse y señalar algo en la habitación. Al gato de Lavinia, Onix.

—Quiero a tu gato —dice en voz alta.

Los ojos de Lavinia se abren con sorpresa y enseguida su expresión cambia a una feroz. Niega con la cabeza.

—Él no será parte de ningún trato —dice furiosa.

—Es un alma curiosa, me vendría bien en el infierno.

—Ya te he dicho que él no es parte del trato.

Esta tiene que ser la conversación más extraña que he escuchado. No solo no logro comprender nada, sino que parece que hablan en otro idioma. Solo me confirma lo que ya sospechaba, hablaban telepáticamente. Es la única razón lógica. Carraspeo para llamar la atención de ambos ya que parece haber olvidado mi presencia en la habitación.

Lavinia me observa desde el otro lado y parece un tanto apenada.

—¿Se puede saber de qué están hablando? Si son tan amables de decirme, claro —suelto con sarcasmo.

Astaroth sonríe.

—Tu brujita está interesada en información a cambio de un trato. Le dije que si me da a su gato, puedo aceptar.

Miro al gato negro que se restriega a los pies de Lavinia, parece estar escuchando atentamente la conversación. Después miro a Lavinia.

—¿De verdad sería tan malo? Es solo un gato.

Eso me hace ganar un siseo poco amable del animal. Lavinia me mira ofendida.

—¡No es un simple gato! ¡Onix es mi amigo!

—Eso es realmente triste —suelta Astaroth y yo no puedo evitar reírme. Debe ser la primera vez que estoy de acuerdo con un demonio.

Lavinia nos mira a ambos con odio y toma a Onix en brazos. Como si de repente temiera qué alguno de los dos fuera a llevarse al gato.

—No espero que lo entiendan —mira al demonio —. Debe haber muchas otras cosas que podrías negociar.

Astaroth se cruza de brazos.

—Bien, puede que tenga una mejor idea. Un favor.

—¿Qué clase de favor? —intervengo.

—Solo un favor, de ustedes dos. Yo me encargaré de reclamarlo cuando sea el momento adecuado.

—Por supuesto, nada como hacer un trato de algo que no sabemos. ¿De verdad crees que seremos tan idiotas para...?

—Hecho —suelta Lavinia de repente sin dejarme terminar.

Aprieto mis dientes. ¿Acaso está loca?

—Lavinia —le hablo.

—Necesitamos la información —me dice como si hubiera sido la única opción.

Astaroth se alza orgulloso.

—Allá abajo ha sido un caos desde la última profecía. Los demonios están divididos en dos grupos: el primero está esperando con ansias a la semilla y el segundo quiere dejar en claro su desacuerdo, no creen que esa profecía deba cumplirse y desean matar a la semilla incluso si eso significa crear caos a su alrededor.

—Como los asesinatos —dice Lavinia.

—Así es, bruja —se detiene por un segundo —. Un buen paso para buscar a la semilla sería primero encontrar la historia original que la formó. Alguien hace muchos años escribió una fábula, no sé sabe si la profecía surgió de allí o viceversa pero si se sabe algo, qué puede tener pistas de los descendientes. Si encuentran esa fábula podrían descifrar a qué familia pertenece la semilla.

Esa en realidad es información interesante y sin duda podría servirnos para acelerar todo. Miro a Lavinia, pero ella está concentrada en finalizar la comunicación con Astaroth. El demonio suspira con cierta tristeza.

—Ya nos veremos en otra ocasión, bruja. Será interesante encontrar ese favor para ti y tu cazador.

Ella simplemente no dice nada y hace una marca en el suelo. Murmura unas palabras en latín y la figura de Astaroth desaparece dejando un hilo de humo azul y un olor fuerte a azufre. Después de eso, nos dedicamos a limpiar los restos de sal, sangre y demás hierbas utilizadas. Cuando la habitación queda limpia, noto que Lavinia se va a hacia la otra esquina y se queda en silencio, mirando por la ventana.

Entonces recuerdo toda esa conversación telepática que tuve con Astaroth.

—Hablaban telepáticamente.

Intenta negarlo, pero la señalo acusatoriamente.

—Ni siquiera lo intentes, los vi. Él te hablaba y tú respondiste. ¿Cómo es posible?

Ella alza sus hombros.

—No lo sé, simplemente logró entrar en mi mente.

—La telepatía es un poder que no cualquier bruja posee, por no decir que conlleva muchos años de práctica. Incluso yo siendo cazador sé eso. ¿Me crees un idiota?

—¿De verdad quieres que responda a eso?

Es insufrible. No la soporto.

Parece tomar todas mis palabras a burla. Así que en un instinto de tratar de obtener su atención, me acerco a ella y la agarro del brazo con fuerza. Lavinia apenas tiene tiempo de comprender qué está pasando cuando mi mano aprieta más su codo.

—¿A qué crees que estás jugando? ¿Qué me estás ocultando?

Sus ojos se abren con desconcierto hasta que se tornan brillantes de ira ante mi acusación.

—¿Qué? ¿Acaso crees que tengo mis propios planes ahora? —pregunta con sorna.




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