La Semilla del Mal

XXVI

Lavinia

Tras los últimos acontecimientos, Darian y yo hemos estado analizando todas las pistas qué hemos obtenido estos días. La principal y más importante, la fábula que encontramos en aquella biblioteca de Thalos. Como si fuera una parte de la profecía incompleta, solo alcanzamos a ver una historia o mito escrito hace años donde una bruja cometió un error y ese error la ligó a esto.

Es claro que la semilla no puede ser nadie más que una bruja, un descendiente de ella. Pero lo más perturbador de todo aquello es el hecho de que es producto de una bruja y un cazador, justo dos seres que se odian mutuamente. Por supuesto que un hijo o hija de una pareja así sería un problema. Se supone que nuestros grupos no se unen, todo lo contrario, se evitan.

Así que nuestra siguiente parada después de Thalos es la ciudad Oscura, o mejor conocida como la ciudad de las sombras. Hace varios años, se creó esta ciudad con el fin de apoyar grupos sobrenaturales. Ya fueran brujas o cazadores, o cualquier ser antinatural. Esta ciudad es una mezcla de ilusiones, aunque si existen mortales viviendo en ella, ninguno puede imaginarse nunca que están entre tantas especies poderosas.

Como su nombre lo señala, la ciudad de las sombras se caracteriza por estar siempre bajo una gran nube gris que impide que el sol llegue directamente al lugar. Eso hace que le dé un aire atípico y algo lúgubre. La última vez que visité esta ciudad tenía solo ocho años y mi madre me había traído con la condición de que me comportara. Siempre me advirtió que me mantuviera al margen en este sitio, como si de alguna forma, mi simple presencia causara revuelo y nunca entendí el porqué de su preocupación. Lo que recordaba de aquel lugar nunca fue agradable, para ser una niña de solo ocho años, hay cosas que uno no debe presenciar y yo lo hice. Aquí había todo tipo de aquelarres que no eran como el nuestro, estos grupos de brujas practicaban todo tipo de magia inclusive magia que iba más allá de nuestros límites. Nosotros le llamábamos magia infernal.

Tan pronto Darian y yo ingresamos a la ciudad, puedo sentir como la energía cambia. Como una especie de silbido lejano que me está advirtiendo que algo malo va a pasar, siento mi corazón palpitar y miro a mi alrededor buscando el origen de mi repentino miedo.

«Bruja, bruja, bruja»

Escucho una voz resonar en mi mente. Como si la palabra bruja fuera una especie de burla.

Cuando me giro, noto que Darian parece igual de alerta que yo. Sus ojos azules ahora se han oscurecido y parecen aguas intranquilas.

—¿Es acaso...? —comienza, hasta que un escalofrío recorre su cuerpo y le impide continuar.

Mis pies se detienen a mitad de la calle donde estamos, él me mira con desconcierto, pero yo decido que tenemos que protegernos. Las brujas y seres que habitan esta ciudad siempre se han deleitado con jugar con la mente de sus visitantes, usualmente los humanos son quienes llevan esa carga, pero en este momento sé que somos nosotros. Ellas saben de nuestra llegada y están jugando con nuestra mente.

—Ellas lo saben, que estamos aquí —digo.

—¿Cómo?

Niego con la cabeza.

—No sabría decirlo, solo sé que están buscando atormentarnos antes de poder siquiera llegar al centro de la ciudad.

—¿Crees que alguien les haya informado de nuestra búsqueda?

—Es lo más seguro, aunque de cualquier manera me temo que ellas disfrutan con jugar así. Es como si fuéramos carne fresca, un juguete nuevo al que pueden usar a su antojo.

Veo la mandíbula de Darian tensarse y el odio puro reflejarse en sus ojos.

—Las brujas siempre creen que tienen a todos en su poder —suelta con resentimiento.

Esta vez soy yo la que no puede evitar tensarse. Es como si él buscara cada mínimo defecto en nosotras para justifcar porque ellos son mejores.

Pongo mis ojos en blanco.

—No generalices, cazador. No todas somos así.

Por un segundo, un brillo pasa por sus ojos al mirarme. Como si descubriera algo nuevo en mí que no estaba ahí antes. Su repentina atención me hace sentir incómoda.

—Puedo estar de acuerdo con eso. No todas son tan problemáticas como tú —suelta si es posible con más recelo que antes.

—¿Quieres tentar a la suerte y saber que tan problemática puedo ser, Darian Black?

De nuevo veo sus ojos resaltar más ante mi pregunta, como si una especie de chispa corriera por ellos. ¿Es odio? ¿furia? Mientras más me concentro tratando de entenderlo, más se complica la situación. No sé cuantos días han pasado desde que salimos de nuestros hogares para embarcarnos en esta misión que ha resultado casi suicida. Sin embargo, nuestras peleas nunca llegan a nada grave como intentar matarnos, por ahora.

—Hay algo diferente en ti, eso es definitivo —termina por decir él —aunque sigo sin descifrar lo que es.

Inclino mi cabeza con una sonrisa medio inocente.

—Avísame cuando lo hagas.

Mi respuesta lo hace sonreír y me quedo congelada, observándolo. Creo que esa debe ser la primera vez que veo una sonrisa genuina y no una risa sarcástica o arrogante. Sus dientes blancos y perfectos se alinean brillantes y eso me deja sin defensas por un segundo.

Casi como si fuera simpático. Incluso guapo.

Estoy tan acosumbrada a ese ceño fruncido y esa actitud dominante que me cuesta entender la imagen de este chico. Luego recuerdo como antes de venir aquí, por primera vez en todo el viaje había decidido cederme la cama. Por supuesto que mi primer pensamiento fue que estaba intentando hacer algo en mi contra, esperé días y nada sucedió. Resulta que el tipo me cedió la cama del hotel solo por ser amable. La sonrisa agradable de Darian se esfuma y ahora frunce el ceño.

—¿Por qué te me quedas viendo fijamente? —pregunta.

Junto mis labios.

—Simplemente lo encuentro extraño, acabo de verte sonreír de verdad. Supongo que debo pedir un deseo. Esto debe suceder cada mil años.

Pone sus ojos en blanco.




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