La Semilla del Mal

XXVIII

Lavinia

Al despertar, me encuentro en una especie de calabozo oscuro y solo siento la calidez de Ónix en mi regazo. Aun siento mi corazón latir con fuerza mientras recuerdo aquel sueño vívido donde veo morir a las brujas ancestrales de la forma más cruel posible. Sus cuerpos se convirtieron en cenizas y las llamas las consumían como si tuvieran vida propia.

Había regresado a uno de esos momentos de mi infancia, cuando visité por primera vez esta ciudad. Madre me había llevado a ver el sacrificio de brujas consideradas una vergüenza para nuestra especie. Vi como ardían en las llamas y sus gritos suplicaban piedad, ninguna de sus súplicas fueron escuchadas, murieron ahogadas en las llamas al igual que sus cuerpos.

«Tienes que entenderlo Lavinia, ser bruja es una gran responsabilidad y no puedes arriesgarte a convertirte en una paria como ellas. Sino ese será tu destino» había señalado los cuerpos negros sin vida de esas mujeres.

Aun podía escuchar sus gritos en mis peores pesadillas. Entonces de repente me encontré en la hoguera yo. Vestida de blanco, encima de paja que estaba lista para arder en las llamas. Mi madre estaba al frente y me gritaba una y otra vez: «¡Te lo advertí Lavinia!, ¡te advertí lo que pasaría por desobedecer las reglas!»

Grité que no había hecho nada malo, pero entonces ella dijo con una sonrisa maliciosa: «Sí, lo hiciste al nacer.»

Hasta que la vi encender mi hoguera y sellar mi destino. Mi peor miedo se materializó hasta que desperté en este calabozo. Mi piel estaba intacta, pero mi cuerpo se sentía muy caliente, como si todavía pudiera sentir las llamas en mi cuerpo.

Sentir a Onix en mis piernas me tranquiliza porque sé que simplemente ha sido un sueño y ya. Él me maúlla como si lo entendiera y vuelve a acurrucarse. Sé que han sido ellas, esas brujas qué se divierten con los miedos de los demás. Puedo sentir sus energías en este sitio.

Han usado mis peores miedos para hacerlos ver reales.

—Así que has despertado. Muy curioso en realidad. Nadie nunca despierta tan pronto de nuestros sueños.

La voz de una mujer se infiltra y veo el destello de cabello rojizo del otro lado de los barrotes del calabozo. Una mujer de aproximadamente unos treinta años se acerca sigilosa y me mira con curiosidad.

—¿Es divertido para ti jugar con los miedos de los demás? —suelto enojada.

Pongo a Onix a un lado y me levanto, lista para pelear.

—No somos tus malditos títeres —la señalo con odio.

Ella vuelve a sonreír.

—Ellos no mentían cuando decían que eras imprudente o estúpida, tómalo como quieras —dice.

—¿Ellos quiénes? ¿Sabes qué? No me digas, simplemente abre esta puerta y déjame salir.

—¿Por qué haría eso? ¿Para que me mates?

—¿Esperas algo mejor? ¿Quieres que seamos amigas? Lo siento pero no se me da muy bien el hacer amigas y mucho menos si estas son unas perras que manipulan mi cerebro para hacerme sufrir.

Viéndola más de cerca veo su piel pálida, sé que mis palabras le han calado porque se agarra de los barrotes y me mira con ira brillando en sus ojos. Uno de sus ojos tiene una línea blanca en el medio. Debe ser su poder de visión.

—Deberías cuidar esa boca bruja amateur. Sé sabe que no tienes ningún poder, nunca podrías conmigo.

Inclino mi cabeza para sonreírle.

—No me asustas.

—Hace unos minutos parecías bastante asustada —se burla.

—Jugar con alguien inconsciente no te hace poderosa. Simplemente haces eso para aprovecharte de ese momento de vulnerabilidad.

—Deberías cuidar tus palabras Lavinia Raven, la imprudencia nunca es una cualidad, solo es un problema.

Aprieto mis dientes.

¿Quién esta perra para decirme qué hacer?

No logro comprenderlo, pero me enfurece escuchar algo que siempre usan en mi contra: «Deberías quedarte callada» «Tienes que dejar de ser tan imprudente»

¿Cuántas veces no escuché eso una y otra vez? Durante veintitrés años, era el mismo sermón de siempre. Como si quedarme callada fuera a darme un premio.

Se sabe que la imprudencia puede ser un problema, pero a veces es un combustible que me ayuda a seguir con una situación fuera de control y en este momento estoy vulnerable. Esta bruja se cree mejor que yo solo porque usa mi mente.

Antes de que pueda reaccionar, salto tan rápido como una cobra y mi mano va directo hacia su cuello a través de los barrotes. Ella no es lo suficientemente rápida para detenerme y mis dedos tocan su piel. Cuando la miro, una expresión de miedo y sorpresa se muestran en su rostro. Por un segundo, creo que va a pelear, pero no se mueve. Sus ojos raros me observan como en una especie de trance.

—Suéltame ahora si quieres seguir viva —digo con voz clara y fuerte.

Y sin esperarlo, ella lo hace.

Saca sus llaves y abre la puerta del calabozo.

Al salir, no comprendo que ha sucedido. La miro de nuevo y parece congelada, como si hubiera algo más que la controla. Doy dos pasos hacia ella y se hace hacia atrás.

Incluso Ónix parece no entender qué sucede. Se pega a mi lado y me sigue, mientras le doy órdenes a esta chica de llevarme a la salida. Ella responde como si fuera un soldado y me hace caso. ¿Acaso estoy imaginándolo? ¿Es esto otro de sus sueños donde ella tiene el control?

Al salir de la zona de calabozos, es cuando recuerdo a Darian. Él estaba conmigo en la calle cuando nos atraparon. Aunque lo odie, no puedo dejarlo a su suerte, después de todo tenemos una misión que cumplir juntos.

Maldigo por lo bajo y le digo a la bruja pelirroja que me lleve a dónde está él. Ella obedece de nuevo aunque esta vez advierte:

—Tu compañero no ha tenido la misma suerte que tú.

Llegamos a otra serie de calabozos y ahí está él, tirado en el suelo inconsciente y temblando. La escena me deja congelada de momento porque nunca creo haberlo visto tan vulnerable. Darian está demasiado pálido y todo su cuerpo se mueve incontrolablemente como si estuviera en una pesadilla eterna. Hago que la bruja abra la puerta y me acerco a él sintiendo miedo.




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