Darian
Las escenas han ido cambiando y en cada nuevo escenario está Lavinia muriendo. Es como una cadena que no puedo romper. La veo saltar de une edificio, la veo hundirse en un lago, la veo caer muerta una y otra vez.
Estoy en un bucle.
Mis padres han dejado de serlo y se han convertido en demonios que aparecen para matarla cada vez que pueden. Los recuerdos que tengo de ella se ven distorsionados. Ahora estamos en una cafetería y ella está bebiendo una malteada. Me sonríe como si fuera cómplice de algo con ella.
—Este lugar es agradable —dice —. Siempre quise hacer cosas normales como esta.
—¿Acaso nunca pudiste hacerlas? —le pregunto.
Ella niega.
—Mi madre no suele dejarnos salir de la mansión. Nuestro deber es con el aquelarre. Tener una vida personal es demasiado ambicioso.
La mención de su madre me hace enojar. Cada vez confirmo el hecho de que esa mujer no tiene corazón. Lavinia parece sorprendida de hacer algo tan mundano y lo ve como si fuera lo mejor que hizo en años.
Odio sentir lástima. Ella es su hija, pero precisamente por eso no puedo evitar pensar que ha sufrido el peor destino con esa madre. Ni siquiera comprendo como es que están relacionadas. Su madre es fría, calculadora, mientras que Lavinia parece ser todo lo contrario. Sus emociones siempre están como un libro abierto en su rostro. Sus ojos oscuros no son vacíos y son muy expresivos.
—Tú madre está equivocada.
Ella se encoge de hombros.
—Realmente no importa.
—Si lo hace.
Esta vez he captado su atención por completo porque suelta el vaso de la malteada y me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué es lo que estás haciendo?
—No hago nada.
—Sí, lo haces. ¿Desde cuando te importa eso?
No sé que responder, porque de momento solo sé que odio a su madre y de alguna forma siento algo de empatía por ella. ¿He ido muy lejos?
—Simplemente encuentro injusto lo que tu madre hace. Ella no es quien para decidir tu vida personal. ¿Acaso planeará toda tu vida? ¿Eres su títere?
—Suena como si la odiaras.
Lo hago.
Si tan solo pudiera decirlo.
—No me gustan las injusticias.
Veo a Lavinia reírse de verdad, como si acabara de decir algo muy gracioso. Su risa suena casi infantil como la de una niña pequeña.
—Claro, no te gustan las injusticias. Por eso disfrutaste aquella noche cuando me mandaste con aquel demonio. ¿Qué mierda estás haciendo? ¿Ahora eres amable conmigo? ¿Te preocupas por mí? No logro comprender esta nueva actitud tuya.
Sabía que tarde o temprano esto saldría a la luz. Por supuesto que Lavinia no olvidaría eso. Y lamentablemente es algo de lo que no estoy orgulloso, ni deseo repetir.
En un momento de odio, de deseo de venganza, creí que podía lastimarla. Por eso la llevé a ese sitio, nunca pensé que las cosas escalarían tan lejos. La venganza contra Lavinia no tenía sentido porque su propia madre esa ignorante de ello. Incluso si se enteró que su hija estuvo cerca de la muerte, no le provocó nada.
Ahora comprendía qué Lavinia no era ningún medio para mi venganza. Ella solo era una víctima más de quien era su madre.
Lo recuerdo claramente, cuando vi a su madre amenazandola. En ese momento, quería odiar a ambas, pero lo cierto es que Lavinia no es la verdadera culpable.
—Por primera vez estoy de tu lado, ¿Acaso eso es tan terrible? —respondo.
Sé que he dado en el clavo, porque sus manos se aferrando con fuerza al vaso de malteada y parece en conflicto consigo misma. Ahora está más furiosa que antes.
—Realmente eres la persona más incongruente que conozco.
—¿A qué te refieres?
—A que aquí estás conmigo en este lindo lugar, siendo amable y empático, como si de repente no me odiaras. Eres amable conmigo, pero ¿por qué eres tan cruel con ella?
La miro sin comprender.
—No lo entiendo.
—Sabes muy bien de quién estoy hablando. Así como sabes que esto no es real. Ambos sabemos que nunca me dirías esto, a la Lavinia de carne y hueso, a la chica que tanto te has esforzado por lastimar. Solo tienes el valor de ser agradable conmigo en un sueño, en una ilusión, pero en la realidad simplemente sigues siendo un imbécil.
Sus palabras caen de golpe como agua helada, recordándome que ella me odia, yo me encargué de eso. Y también tiene razón. Sé que esto es un estúpido sueño y sé que ella va a morir de alguna forma. Quizá por eso trato de ser amable, porque sé su destino esta vez. Sin embargo, no puedo evitar sentir culpa.
Si la verdadera Lavinia estuviera aquí, ¿tendría el valor de decir la verdad? ¿De romper esos esquemas que yo mismo he creado?
No pasa mucho tiempo cuando veo como Lavinia comienza a buscar aire. Algo en la malteada la ha envenenado y ahora está muriendo de nuevo. Me levanto para tratar de salvarla, como lo he hecho las otras veces, sin embargo, es inútil. Ella cae en mis brazos inmóvil y sin vida.
Y yo de nuevo no tengo ninguna respuesta.
Ella no es real, pero su muerte se siente real.
Y odio lo que eso me hace sentir.