La Semilla del Mal

XXXII

Darian

Despertar en otro escenario del que nuevamente no puedo salir ni tampoco evitar comienza a desesperarme poco a poco. Sé que debo encontrar la forma de salir de este bucle, pero hay algo que me lo impide.

Ahora he regresado a un pasado que no parece ser mío.

Una niña de cabello oscuro está caminando por un bosque durante la noche. Lleva un vestido negro algo sucio por andar al aire libre y muy atípico para su edad, sin embargo, está claro que ella disfruta de estar ahí. Mientras sigo su camino, veo que llega a lo que parece ser un claro lleno de agua cristalina. El paisaje es demasiado antinatural para ser real, está plagado de magia y algo me dice que la niña es la causante. Conforme se acerca más, puedo notar como algunas plantas reviven y vuelven a morir en un segundo.

Entonces la niña se sienta en la orilla con las piernas cruzadas, mirando hacia el claro. Simplemente parece disfrutar de aquella noche tan distinta.

—Sabes que no puedes estar aquí —dice la voz de una mujer mayor.

La niña salta del susto, mirando hacia todos lados buscando al causante del sonido de aquella voz.

—Estoy buscando a mi gato —se limita a responder la niña. Incluso si está asustada, no lo demuestra.

Una risa resuena alrededor.

—Ese gato no es tuyo —regresa la voz de la mujer.

—Sí, lo es. Él vino a mí primero.

Y así como lo dice la niña, de repente un gato de pelaje negro se acerca a donde está sentada y se sienta encima de sus piernas.

—No deberías estar sola a estas horas, niña.

La susodicha se encoge de hombros.

—Madre ha dicho que si voy a molestar, mejor lo haga en otro lado.

—Dudo que a tu madre le guste que estés sola en este bosque en medio de la noche.

La niña vuelve a alzar sus hombros como si nada.

—Madre fue quien me sacó de la casa, me dijo que solo podría volver hasta que deje de causarle problemas.

Aquella niña no debe de tener más de siete años, sin embargo, parece aceptar el destino impuesto por su cruel madre. Me acerco a ella y no dejo de pensar en que encuentro cierta familiaridad.

La voz de la mujer ahora suena molesta, indignada.

—Una madre no puede ser así de cruel.

—Mi madre no es cruel —defiende la niña —simplemente yo no soy una buena hija. Pero me esforzaré para serlo.

—Dudo que ese sea el caso, cariño.

De repente la voz de la mujer suena triste, incluso maternal.

—No hables mal de mi mamá —dice la niña, ahora resuelta a pelear con quien pudiera. El gato negro se reacomoda en su regazo, parece bastante cómodo con ella.

—Está bien, no lo haré. Mientras podemos conocernos. Dime, ¿ya pensaste en cómo nombrar a tu gato?

La niña ahora da su atención hacia el animal pequeño que está en sus piernas. Es un gato negro delgaducho, con ojos grises y del tamaño de la palma de una mano. Él le maúlla en respuesta, como si entendiera qué están refiriéndose a él.

—Ónix, lo llamaré Ónix.

—Es un nombre interesante, como la piedra negra. Le sienta bien.

—Sí, lo hace.

La niña sonríe y la escena se esfuma.

Ahora me encuentro en medio de un lago, siento que estoy en lo más profundo y trato de acercarme a la superficie para poder respirar. Comprendo que de nuevo estoy en los recuerdos de alguien más, recuerdos que no son míos y no tiene ningún sentido.

Aquella escena de la niña solitaria con el gato negro no es más que un recuerdo de una Lavinia qué desconozco. ¿Por qué yo de entre todas las personas entraría a su pasado?¿Es acaso otro truco más para jugar con mi mente?

El agua helada me regresa a la escena actual y siento la oscuridad hundirme más y más. Siempre he tenido miedo de caer en lo más profundo del mar, sentir que estoy siendo arrastrado a un fondo oscuro y sin vida. Intento gritar, pero el agua entra en mis pulmones y me asfixia poco a poco. Los recuerdos de mi infancia, la muerte de mis padres y los pocos momentos felices parecen esfumarse poco a poco.

Ya no logro visualizar una luz, solo veo oscuridad.

Este debe ser uno de esos momentos críticos, donde sientes que todo tu cuerpo se entumece y comienzas a cuestionarte tu existencia. Mientras más me alejo de la luz y el oxígeno, veo algo caer en el agua acercándose a mí.

De repente siento una manos tocar mi pecho, intentando arrastrarme hacia la superficie pero supongo que mi peso es demasiado para que ambos podamos subir. Aún así, lo sigue intentando hasta que siento que comenzamos a movernos hacia la superficie. Siento el golpe del aire frío cuando salgo del agua y escucho una voz femenina:

—¡Tienes que despertar Darian! —lo dice como una súplica y su tono es realmente preocupado.

No estoy seguro de si esto es real o no hasta que veo su rostro. Ahí está ella de nuevo, la representación de todos mis problemas y dudas. ¿Por qué está intentando salvarme de todos modos?




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