La semilla y la Roca

La tormenta de Élia

Élia se sentaba a menudo junto a su ventana, observando cómo la lluvia caía sobre las baldosas. Ya no era tristeza lo que sentía, sino una paz profunda, como la que se siente al final de una tormenta que ha pasado.

Sin embargo, su tormenta la había dejado recordando las palabras que su abuela le había susurrado una vez: “Una infancia difícil, querida mía, es como una roca que el corazón carga, y a veces, nunca deja de rodar”.

La roca de Élia era pesada. Era el silencio demasiado ruidoso en la casa, y la sombra larga que se arrastraba bajo la puerta de su habitación, aun cuando el sol brillaba afuera. En esos días, Élia de niña intentaba atrapar pequeños destellos de luz: una luciérnaga en el jardín, el olor a pan recién horneado de la vecina, la melodía de un carrusel que pasaba lejos...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.