La Señora

Capítulo 5

" No olvides que llegando a Elarion, eres Amia Arrubal, solo papá sabe que eres Aitana".

"Aitana" ese era su verdadero nombre, su tía se aprovechó de su culpa y cada día la llamó Casandra, hasta que olvidó, le recordaba que la muerte de su gemela y su madre fue su culpa, por tal razón su padre la había abandonado, odiandola.

Cierra los ojos mientras su mirada se pierde en las nubes, su primer viaje, iba tranquila con las pastillas que le había dado Amaia, su hermana era fuerte, alguien decidida que no le temía a nada, habían recuerdos vagos de su niñez antes del accidente, al parecer su mente había bloqueado todo para no sufrir más.

Al llegar al aeropuerto vistiendo un jeans costoso, una blusa suelta blanca y de tenis, había discutido con su hermana por la ropa que le había comprado que no se parecía en nada a lo que ella estaba acostumbrada a usar, llevaba unas gafas de sol enormes, estaba aterrada, no conocía a nadie, suelta el aire al ver al hombre que la espera con un rótulo, él se dirigía hacia ella.

—Señorita Arrubal ¿tuvo buen viaje? —ella asiente, sabía que iría por ella el secretario de su padre, un hombre de unos cuarenta años —Llevó su maleta —su hermana le dijo que no hablará mucho, algo que no tenían que pedírselo dos veces.

Se quedo con la boca abierta al ver la enorme mansión donde vivía su padre y hermana, era más grande que la mansión Baillères.

La mansión se encuentra en una colina con vistas panorámicas al vasto y sereno paisaje de Elarion. La propiedad está rodeada de jardines exuberantes y bien cuidados, con senderos de piedra que serpentean entre fuentes y estatuas clásicas.

La mansión tiene una fachada de estilo neoclásico, con columnas imponentes y una gran puerta de entrada de madera tallada.

El secretario abre la puerta para que ella pueda entrar, le tiemblan las piernas, desde hace dieciocho años no veía a su padre.

Sigue al secretario quien la guía hacia los jardines, los cuales están llenos de flores de colores vibrantes y árboles frondosos. Hay un laberinto de setos y un pequeño lago artificial con cisnes.

Mira al hombre que está sentado en una banca, contemplando a los cisnes.

—Papá —susurra, el hombre se pone de pie, ambos se miran por un instante, el corazón de Aitana latía apresurado, pero lleno de miedo, las palabras de su tía Elena no se olvidaban, el hombre abre sus brazos, ella sin pensar más corre a los brazos de su padre

******

—Señorita tiene una visita —Amaia estaba revisando una información que le habían enviado de la empresa, levanta su mirada del computador para ver a Hector.

—¿Quién es? Estoy ocupada.

—Lucía Ferrer —Amaia se quita los lentes que usa para trabajar en la computadora, se recuesta en el respaldo de la silla, habilitó la salita que tiene Aitana en su habitación como oficina.

—¿Quién la dejó entrar?

—Creo todos sabían que era ella, nadie se movió a abrir la puerta por miedo a represalias, lo hice yo.

—Bien —se pone de pie, bloquea su computadora, llevaba un conjunto entero de pantalón color verde esmeralda, la espalda desnuda, se había atado el cabello en una moña suelta dejando varios mechones sueltos, calzaba unas sandalias planas de tiras, las uñas de los pies las llevaba pintada de color rojo, algo que Aitana jamás se había atrevido a usar.

Con elegancia sale de la habitación seguida por Hector, como espero todos los empleados estaban haciendo nuevamente la limpieza en la sala, incluyendo a Rosa, quien sonrió llena de satisfacción, Lucía Ferrer estaba sentada en el elegante asiento, llevaba un vestido de diseñador de color celeste, su cabello largo lo llevaba suelto, al ver a Casandra no evito fruncir el ceño, la mujer no parecía un ratón asustado al verla, menos en traer la cabeza agachada, al llegar donde ella.

—¿Qué haces en mi casa? —Amaia no saluda, su voz fue fría, sin titubear, Lucía enarca una ceja.

—¿No tienes modales? Que no saludas —esperaba que Casandra retrocediera por el tono de voz con que le habló, pero en su lugar la mujer toma asiento, cruza una pierna elegantemente, sus ojos verdes la observan con indiferencia.

—Dime algo ¿Qué se siente ser la amante? —Lucía abre más los ojos ante la pregunta descarada, los empleados miran a la mujer que a cambiado.

—¿Cómo te atreves a faltarme el respeto? Si estoy aquí es porque te has metido con tus empleados, quiero una explicación a tu mala actitud.

Amaia ríe y Lucía la observa con furia.

—Si vienes a mi casa —recalcando la palabra —A pedir explicaciones por esta bola de holgazanes, mi secretario enviará la planilla de pago de cada uno de ellos ya que actúas como si fueran tus empleados —sonríe .

—¿De qué hablas? ¡Me quejaré con Ignacio, se te olvida que soy Lucía Ferrer, mi familia es poderosa y tú una simple campesina!.

—Puedes quejarte hasta con el Papa si te hace feliz, tu familia puede ser poderosa o como quieras llamarla, pero tu clase la dejas en las sabanas de horas robadas con un hombre casado —sonríe —Está campesina como tú llamas —se señala —Es la esposa de Ignacio Bailléres, la reconocida ante la sociedad, la que vive en su casa, la que lleva su apellido y su anillo, algo que ni tu poder logró —mira con aburrimiento a Lucia.

La mujer se pone de pie, iba a abalanzarse sobre Amaia, pero Hector se interpuso.

—Nadie toca a la Señora —Amia se pone de pie.

—Oíste bien, Lucía Ferrer, "La Señora" no la amante —recalca Amaia —Que sea la última vez que vienes a mi casa, ocupa el lugar que te gusta la de amante, si vuelves te echaré a patadas.

—Haré que Ignacio te deje —Amaia ríe a carcajadas.

—El matrimonio puede acabarse, pero el que yo fui su primer esposa, la primer mujer que llevó su apellido, nadie lo borrará, y siempre tú llevaras la sombra de la amante, vete de mi casa que estás acabando con mi paciencia

Lucía estaba furiosa, quería arrancarle el cabello a Casandra, pero el hombre no lo permitiria.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.