—Querida —la abuela da un beso en la mejilla de Amaia —Lamentó que no pudimos conversar el jueves pasado, te marchaste.
—No tengo porque soportar a la madre de Ignacio —se encoge de hombros, la abuela la observa detenidamente.
—Estás distinta —Amaia fija su mirada en la de la abuela, la mujer mayor no deja de observarla, se daba cuenta que la chica le sostenia la mirada y eso le gustaba, ver que el miedo, la timidez iba desapareciendo —He pedido nos traigan té, cancelé la cena de hoy, me gusta pasar tiempo contigo.
Amaia no responde, su hermana le había dicho que la abuela la quería y se daba cuenta que era verdad.
—¿Sabes de la relación de Ignacio y Lucía? —la abuela estaba sirviendo el té, levanta la mirada sorprendida.
—Son amigos desde la infancia —entrega la taza de té.
Amaia chasquea la lengua.
—En esa relación hay de todo, menos amistad —la abuela guarda silencio por un momento, como meditando, luego da un sorbo a su té.
—Por eso los separé —responde directamente, jamás pensó que Casandra un día le hablará de Lucía.
La joven dibuja una sonrisa llena de burla.
—Abuela, ese hombre no pasa en casa, no come en casa, hace un par de fin de semana lo paso en alta mar con ella —enarca una ceja —Ese día sufrí un accidente.
—¿Estás bien?
—Por supuesto —revuelve el té con la cucharita —Pero eso me hizo abrir los ojos, este matrimonio es más falso que la castidad de Lucía Ferrer —levanta la barbilla —Estuve en un hospital por cinco días y ni un sólo día Ignacio llamó para preguntar porque no había llegado a casa.
La abuela estaba atónita ante las palabras de Casandra.
—¿Qué? Esa joven descocada desde que le empezaron a gustar los chicos no ha dejado a Ignacio en paz.
Amaia coloca el té intacto, a ella no le gustaba beber té, a su hermana si.
—Era mejor que Lucía y Ignacio se casaran, son tal para cual.
—No —la abuela frunce el ceño —Mi nieto la conoce desde siempre, nunca me ha gustado la manera en que ella lo manipula.
Amaia suspira.
—Él no es un niño, aunque a ti no te guste como lo manipula, él debe ser feliz con el zapato de ella en su cuello ordenandole que hacer.
La abuela pasa la mano por sus pendientes de diamantes.
—Tú nunca me hubieras dicho que era mejor que se casaran, lo amas desde el día en que él me llevó a la floristería, tus ojos se iluminaron de una manera tan única cuando lo viste, te enamoraste a primera vista de él —la abuela mira a Amaia —Dime la verdad Casandra, no me mientas por favor, ¿Aún amas a Ignacio?
Amaia observa a los ojos a la abuela, no iba a mentir.
—No, no siento absolutamente nada por Ignacio —y no mentía, ella lo acababa de conocer, le caía mal, la manera en que se volvía un estúpido con Lucía, haciendo sufrir a su hermana.
La abuela lleva ambas manos a su rostro, por la sorpresa.
****
Ignacio iba entrando a la sala de la abuela, aunque había cancelado la cena, deseaba pasarla saludando, en su visión aparece una hermosa cabellera negra, bien cuidada y brillante, llevaba una blusa que era desnuda la espalda, su piel blanca como la porcelana se veía preciosa, pero se detiene al escuchar la conversación.
—Tú nunca me hubieras dicho que era mejor que se casaran, lo amas desde el día en que él me llevó a la floristería, tus ojos se iluminaron de una manera tan única cuando lo viste, te enamoraste a primera vista de él, dime la verdad Casandra, no me mientas por favor, ¿Aún amas a Ignacio?
—No, no siento absolutamente nada por Ignacio.
La abuela mira a Ignacio justo cuando ella está respondiendo.
—Ignacio —Amaia se gira, ella lo mira como si tuviera un bicho frente a ella, luego vuelve a ver a la abuela, totalmente indiferente —Hijo... —la abuela los mira a ambos con vergüenza —Lo siento.
—No te preocupes abuela, no es algo nuevo para Ignacio, él sabe que no siento absolutamente nada por él.
Por primera vez Ignacio no tenía palabras, la frialdad con la que hablaba Casandra lo dejaba frío, había tenido un cambio tan radical, la mujer timida, temerosa, se había vuelto un bloque de hielo, desprovista de sentimientos.
—Casandra, creo que deben hablar —mira con severidad a Ignacio —Perderás a tu esposa por esa niña loca.
El móvil de Amaia suena, ella mira la pantalla, rápidamente lo guarda en el bolso y se pone de pie.
—Debo marcharme —se acerca a la abuela y da un beso en su mejilla —Gracias por el té.
—¿No piensas esperarme? —Pregunta molesto Ignacio —El chófer de la abuela puede llevar tu auto.
Ella frunce el ceño.
—¿Desde cuándo? Desde hace un año cada quien viene y se va por su lado, no seas ridículo, gracias abuela —sin mirar atrás se marcha.
Ignacio vuelve un puño sus manos, la abuela las mira.
— Te aseguro que Lucía Ferrer no es buena para tu vida, es una joven caprichosa, manipuladora, ella está logrando lo que se ha propuesto, acabar con tu matrimonio.
—No tengo nada con Lucía.
—¿No? El fin de semana que estuviste en altamar con esa mujer, tu esposa sufrió un accidente —Ignacio abre más los ojos por la sorpresa —Estuvo cinco días internada y tú ni te enteraste, creo se golpeó la cabeza, eso explica su cambio de personalidad.
Ignacio pasa su mano por su barbilla, se sentía culpable, debió pasarla mal Casandra en el hospital, iba a disculparse.
—Algo importante debió pasar para que se marchará apresuradamente —Ignacio se pone de pie, el hombre con el que se llamaba Casandra debió enviarle un mensaje, iría a casa, ya le había advertido lo que pasaria si tenia un amante.
Editado: 27.11.2024