La Señora

Capítulo 10

Lucia Ferrer rueda los ojos al ver el nombre de la fastidiosa de Rosa en la pantalla del móvil.

"Rosa ¿Qué deseas?"

"Señorita Ferrer, no va a creer las noticias, el Señor Baillères estuvo casi una hora en la habitación de esa mujer" —Lucía abre los ojos como plato ante las palabras de Rosa.

—"¿De qué hablas?"

— "En cuánto llegó del trabajo,se fue directo a la habitación de esa mujer, lamentó informarle que acaba de salir.."—Rosa frunce el ceño al darse cuenta que la llamada se había cortado —"¿Señorita?"

Lucia chilla en su habitación, con su mano barre el jarron y el vaso de cristal que está en su mesita, estos hacen un charco de agua al hacerse añicos en el suelo.

La puerta de la habitación de Lucía se abre estrepitosamente, su madre Verónica Ferrer mira el desastre en el suelo y luego a su hija.

—¿Qué pasa? —Lucía tiene los ojos húmedos, quería llorar de rabia.

—Mamá, es Ignacio, mi informante me ha dicho que a pasado media hora en la habitación de esa maldita mujer con la que fue obligado a casarse... —calla al sentir la fuerte bofetada, no era la primera ni la última vez que su madre la golpeaba —Mamá... —tiene su mano en la mejilla.

—¡Eres una total estúpida! —Verónica Ferrer mira con molestia a su hija —¿Has hecho ese espectáculo en la llamada? —la mujer rápidamente niega con la cabeza —Menos mal, no debes mostrarte derrotada, menos por esa campesina con la que Delfina Baillères casó a su nieto—Lucía muerde su labio inferior —Debes ser más astuta, pero veo que eres hueca de la cabeza, seduce a Ignacio, tenemos la fiesta por los setenta años de Delfina Baillères, aprovecha esa noche para drogarlo, de esa manera los atraparé infraganti, exigiré a la familia Baillères que Ignacio se casé contigo porque te ha deshonrado.

Lucía asiente con los ojos brillantes por las palabras de su madre.

—Tú padre jamás te perdonará si no haces nada para casarte con Ignacio Bailléres.

Marcelo Ferrer desde hace un año no le dirigía la palabra a su hija, había dejado escapar a Ignacio, era dueño de tantos negocios importantes fuera y dentro de Valdoria, la familia Ferrer daba por hecho la unión de su hija con el heredero Baillères, pero la sorpresa fue grande cuando Delfina Baillères caso a su nieto con una total campesina que no sabia ni vestir.

—Seguiré tus instrucciones al pie de la letra —le hace saber a su madre.

*****

Amaia cierra el computador, le dolían los hombros, acababa de responder varios correos, revisó presupuestos para los nuevos proyectos, su mirada se detiene en el hombre que está a una distancia prudencial de ella.

—¿Tienes alguna novedad?

Hector niega.

—Sólo lo que le he dicho Señorita, quién lo hizo sabe muy bien lo que hacia.

Amaia suspira profundo.

—Deseo volver a casa, no estar más aquí

—Lo imaginó, hoy volveré a ir a la policía.

—Habrá una fiesta, para celebrar los setenta años de la abuela —suspira —El asesino estoy segura irá, me hubiera gustado desenmascararlo ese día.

—Lo sé Señorita.

Ella se pone de pie y camina de un lado hacia otro.

—Quiero a los chicos en la fiesta.

Él asiente.

—Entendido, estarán infiltrados en la fiesta, protegiéndola.

Ella se detiene y mira a Hector.

—¿Elena?

—Desapareció nuevamente —ella suspira.

—Debe imaginar que no se quedará sin castigo por lo que hizo, antes de volver a Elarion, la haré pagar por todo el daño que le hizo a Aitana.

*****

La mansión estaba decorada con elegancia y sofisticación. Las luces de cristal colgaban del techo, iluminando suavemente el salón principal, donde se reunían los invitados. Las mesas estaban adornadas con centros de mesa florales, compuestos por rosas blancas y orquídeas, y cubiertas con manteles de seda.

La abuela, vestida con un elegante vestido de terciopelo azul marino, era el centro de atención. Su sonrisa irradiaba felicidad mientras saludaba a cada uno de los invitados, quienes le ofrecían sus mejores deseos.

Un cuarteto de cuerdas tocaba música clásica en vivo, creando una atmósfera de refinamiento y tranquilidad.

Los camareros, impecablemente vestidos, servían canapés exquisitos y champán francés. En una esquina del salón, una mesa larga exhibía una variedad de postres gourmet, incluyendo una impresionante tarta de cumpleaños de varios pisos, decorada con detalles dorados y flores comestibles.

Amaia estaba molesta, Ignacio había insistido en que llegarían juntos a la fiesta, discutieron, pero él no se dio por vencido, ella cedió cuando Hector le dijo que habían revisado el auto y efectivamente habían vuelto a cortar los frenos.

Un mesero iba pasando, toma una copa de champán Francés, da un sorbo y enarca una ceja, estaban sirviendo champán de las mejores casas, vuelve a dar un sorbo de su Moët & Chandon.

—Tú no bebes —Ignacio frunce el ceño.

—Aseguras lo que no sabes, no me conoces.

—Se espera de nosotros que bailemos está noche —Amaia se tensa, ella no bailaba, nunca aprendió, solo el hecho de pensar que la toquen, hizo que se saltará esa parte.

—Nadie espera nada, no soy del agrado de tus horribles padres, y para tus refinados hermanos he sido un cero a la izquierda, les da igual si bailamos o no, no insistas, si me conocieras sabrías que no me gusta bailar.

La mirada profunda de él recorre a Amia, ella lucia un vestido que realzaba su elegancia natural.

El vestido era de un tono esmeralda profundo, complementando perfectamente el color de sus ojos. Confeccionado en seda, el vestido caía suavemente hasta el suelo, creando una silueta fluida y sofisticada, el escote en forma de corazón acentuaba su delicada figura, debajo del escote había un delicado bordado de filigrana en hilo de plata. Este bordado formaba un patrón de hojas y flores que se extendía hasta la cintura,

La cintura estaba ceñida con un cinturón de satén del mismo color, destacando su esbelta figura. La falda, ligeramente acampanada, se movía con gracia a cada paso que daba, añadiendo un aire de majestuosidad a su andar.




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