La señorita Evonny

Capítulo 4

No pasó mucho, cuando el príncipe volvió excusándose por su fútil salida. Algo había cambiado luego de la visita de la reina, sintiéndome presionada y nerviosa al tan solo estar dentro del castillo. Quería, ni bien pudiera, volver a casa y ponerme a pensar en todos estos asuntos de la monarquía y mi rol en este enredado rompecabezas.

Volví a casa antes de que anocheciera, teniendo los debidos saludos cordiales y algo nerviosos con el príncipe. Solo pude sonreírle con brevedad antes de retirarme en mi carruaje, como el único gesto de intimidad que pude darle, conforme su mano sostuvo la mía ayudándome a subir.

Ambos sabíamos que allí ocurría algo, había una conexión que nos superaba y a veces quería tomar posesión de nuestros cuerpos, como había ocurrido en el banquete. Allí no había importado el decoro, sino que nos habíamos besado de una forma que hasta ahora me produce escalofríos. Sin embargo, luego de eso no volvió a ocurrir, como si el príncipe se hubiera jurado el contenerse.

Por mi parte, aún quería volver a sentir el toque de sus labios, los que aún parecían estar sobre los míos, tan anhelantes e inexpertos. Aunque su mirada parecía rogarme que me quedara, que le accediera a más, que aquello no era suficiente.

Al llegar a la mansión, todo el lugar se encontraba en un silencio lúgubre, como era acostumbrado. Pude ir a mi habitación, cambiar mis vestimentas por unas más cómodas, hasta que por fin se hizo la hora de comer. Allí tendría que dar el informe de todo lo que había sucedido en el castillo. Según mi padre, lo llamaba tiempo de calidad en familia, pero en verdad, aquello debería llamarse tortura familiar.

Todos estaban aguardando en la mesa cuando llegué, esperando de mi presencia para empezar a comer. Por eso mismo, pude notar las miradas de disgusto de los gemelos. Felician y mi padre se encontraban impávidos, observando cada tanto mis movimientos con una sequedad que les era costumbre.

Sin ninguna palabra, mi padre tomó la cuchara para comenzar a beber de la sopa, lo que significaba que ya todos podíamos comenzar a comer. No pasó mucho, cuando este habló.

—Y, dinos, ¿cómo estuvo tu visita en el palacio?

Su mirada altanera se fijó en mí, arrugando su rostro conforme elevaba las cejas. Mi estomago enseguida pegó un vuelco, lo que me hizo detener el trayecto de la cuchara.

—Estuvo bien, padre. Tomamos el té con el príncipe de forma amena.

—Sí, claro —murmuró irónico uno de los gemelos.

—¿No sucedió nada en particular? ¿Han quedado en otra cita? —inquirió mi padre agitando la sopa.

—No hablamos sobre ello, pero estoy segura de que me hará otra invitación.

—Eso está muy bien.

—Padre —llamó Felician, como si con solo nombrarle le dijera lo que quería decir.

—Sí, hijo, ya hablaremos.

Sin duda, algo habían discutido en mi ausencia que tenía mucha importancia, lo que esperaba que pudieran compartirme. Los gemelos reían por lo bajo, seguro compartiendo alguna maldad o hablando mal de mí a mis espaldas, lo que era usual.

—Y, sobre lo que te pregunté, ¿no sucedió nada en particular? —repitió, haciéndome dudar de si sabía algo al respecto sobre la propuesta de la reina.

No lo había tenido en cuenta, pero era probable. Hubiera preferido que solo cayera en mí aquella decisión tan importante. Sin embargo, tendría que compartirla con mi familia, a quienes no les importaba ofrecerme para que me destrozaran los lobos si con eso podrían contar con un beneficio.

—La reina vino a encontrarse conmigo cuando el príncipe tuvo que retirarse.

Con solo eso, se instauró un silencio en la mesa, haciendo que solo se escuchase el sonido del choque de los cubiertos con la laja.

—Interesante que no lo hayas contado de inmediato.

Con esas palabras, estaba diciendo que sabía que había querido mantenerlo en secreto, sin comentarle algo de tal importancia. No entendía cómo pudo enterarse del suceso y tampoco sabía cuánta información tenía. Por eso mismo, fui de a poco revelando lo que con ella había hablado, teniendo que inventar una excusa para no quedar aún peor frente a mi padre, quien ya sospechaba de mí.

—Pensaba hacerlo en privado.

—Me parece bien —aceptó mi padre—. Solo que, comprenderás que tus hermanos estaban muy preocupados por el asunto.

“Asunto”, lo que quiere decir, que no por mí, sino por la política. Observé de soslayo a los gemelos, quienes me observaban con sus cabellos rubios alborotados y ojos café llenos de picardía y burla, anhelantes por cualquier pequeño motivo que pudiera darles para mofarse de mí. Felician, en cambio, parecía vacío, sin ningún interés por mi persona y lo que pudiera llegar a decir.

—Y te conviene ser honesta —completó Lenus, advirtiéndome sin querer de que sabían lo que había ocurrido.

— ¿Qué es lo que la reina tenía que decirte? —cuestionó Brenan por todos.

—Ella me ofreció casarme con el príncipe Arthur.

Una vez más, silencio.

—Genial, un príncipe ilegítimo que apareció de la nada. Creo que iría muy bien con Marian.

—No digas eso, Lenus, acuérdate que es un hijo reconocido ahora —corrigió Brenan con cierta burla.

—Ay sí, qué diferencia. Todos saben que no tiene el apoyo del Consejo ni de la nobleza.

—Te olvidas del rey —acotó Brenan.

—Un viejo que morirá en cualquier momento.

Sin decir palabra, mi padre lo observó con rostro duro, haciendo que Lenan se callase de inmediato y se encogiera en su sitio. Aquellas palabras estaban prohibidas para cualquiera en la nación. Significaba estar en contra del rey. Por eso, aunque era lo que todos los presentes opinaban, estuvieron de acuerdo en que fue demasiado desatinado largarlo así como así.

—Será algo que tendremos que considerar —habló mi padre—. Aunque no suena lo más lógico y rentable para nosotros, ya que ya has captado el interés del príncipe Halian. Pero, en la posición del príncipe heredero esto puede cambiar de la noche a la mañana.



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En el texto hay: reyes, romance, amor

Editado: 19.12.2024

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