La Séptima Constelación

4. El regreso de Tessa.

En la mansión de los Robledo.

Después de unas vacaciones, Turquesa, la hermosa hija de Josefina y el comendador regresa a su hogar con mucha indumentaria y joyas extranjeras. Sus padres están muy contentos de verla luego de tanto tiempo.

— No puedo creer que te hayas perdido el día más importante del reino, el cumpleaños del príncipe Alan ¿Por qué no llegaste antes? — le dice Josefina mientras toman el té.

— El lugar estaba hermoso, no tenía ganas de irme. De igual forma no sé qué es lo que quieres lograr con nosotros. La última vez que lo vi estaba obeso y demacrado. No es el hombre que busco, madre. Además, creo que nunca se fijará en mí, es muy egocéntrico. — dice. Creció jugando con Aarón y Alan pero la última imagen que tiene de ellos es de cuando estaban adolescentes.

— Eso fue hace años, ahora ya es todo un adulto, apuesto, inteligente y sobre todo, muy rico. — Josefina siempre ha estado obsesionada con el tema de casar a su hija con el futuro rey de Francia para asegurar su fortuna y tener más posición dentro de la realeza.

—¿Y qué se supone que deba hacer? — pregunta.

—Iremos al castillo para que lo felicites tú misma y te disculpes por no estar presente. Tengo el regalo perfecto para recompensar la ausencia. — dice emocionada, mostrándole un cofre de bronce con muchas cadenas, relojes y anillos de oro dentro.

—No creo que haya echado de menos mi presencia pero haré el intento. — Turquesa toma el cofre en sus manos.

—Harás que caiga a tus pies, estoy muy segura de eso. Mira nada más que hermosa estás. — acaricia los risos de su rubio cabello. — Alístate, ponte el mejor vestido que tengas y nos iremos de inmediato. — Turquesa no tiene de otra que hacer lo que su madre le dice. Sube a sus aposentos, se da una ducha y se coloca uno de sus mejores vestidos. A pesar de que no tiene el más mínimo interés de conquistarlo, es muy sofisticada y siempre le gusta verse bien, sobre todo si visitará el reino.

Luego de muchas carreteras recorridas en carroza, finalmente llegan al gran castillo Rutherford. Era más grande que incluso el mismo pueblo y de entrada tenían un largo camino rodeado de guerreros, cuervos y una enorme fuente de agua.

Justo cuando uno de los guardias les pide que se presenten para saber quiénes son, Gertrudis se acerca diciéndole que ellas podían pasar cuando quisieran. Está muy contenta de verlas de nuevo, así que las deja pasar y comen de lo que le han servido.

—¿Qué tal tu viaje? ¿Algún príncipe ha conquistado tu corazón? — Gertrudis pregunta.

—No, aún no y el viaje fue maravilloso. Lo disfruté mucho.

—Hablando de príncipes, le he dicho que ya es tiempo de ir buscando opciones para definir su futuro. Me preguntaba si usted conocía alguno. — Josefina comenta, aprovechando el tema de conversación.

—Hay muchos príncipes en la nobleza, si quieres puedo organizar un evento para que los puedas conocer.

—No creo que sea necesario. Pensarán que Turquesa está desesperada por conseguir marido y no quiero eso. Dañaría su reputación.

—Es cierto, tienes razón. Me disculpo.

—Descuide. — Josefina sonríe. — ¿Y sus hijos dónde están? Sería bonito que vinieran a saludar. — justo cuando pregunta, Alan cruza uno de los portones y Gertrudis lo llama para que se acerque y salude.

Turquesa queda embelesada al ver a Alan tan diferente. No esperaba que de obseso pasara a ser todo un hombre alto y musculoso. Mientras más se acerca, menos puede articular las palabras.

—Hola Tessa. — le dice. Nunca le gustó llamarla Turquesa, así que ese fue el apodo que Aarón y Alan le pusieron.

—Hola, príncipe Alan. — hace un reverencia.

—Bueno, supongo que tienen que ponerse al día con muchas cosas. ¿Qué te parece si la sacas a pasear, querido? — Gertrudis lo incita, por lo que Alan no se puede negar.

—Por supuesto. — le extiende su mano y juntos dan un recorrido por todo castillo. — ¿Te sucede algo? — le pregunta, al notar su constante expresión de sorpresa.

—No, es solo que...estás muy diferente que hace años. — sonríe.

— El entrenamiento de espadas me ayudó a bajar de peso y mantenerme en forma. Me alegra que lo notes. — también le sonríe.

—Creo que cualquiera lo notaría. — parece que el plan de su madre no le parece tan descabellado después de todo. Para Turquesa el físico y el estatus social de alguien siempre ha sido muy importante. Y ahora que siente que puede tener al futuro rey de Francia comiendo de su mano, es una oportunidad que no dejará pasar.

— ¿Y qué has estado haciendo en todo este tiempo? — pregunta.

—No mucho. Voy a clases de vez en cuando, compro cosas que llamen mi atención y hago planes para conocer el mundo. ¿Y tú?

—Las cosas han cambiado mucho por aquí. Por lo que dice el abuelo pronto seré el próximo rey y estoy lidiando con ello.

—¿No crees que puedas ser un buen rey?

—Estoy muy seguro de que seré el mejor pero antes de eso necesito resolver muchas cosas.

—¿Cómo cuáles? — Turquesa está intrigada.

—Prefiero reservármelas.

—Claro, lo comprendo. — siguen caminando.

—Qué bueno que estás devuelta. Aarón estará muy contento de volver a verte. — Turquesa sonríe y siguen su paseo un rato más mientras se ponen al día con sus vidas.

En el pueblo.

Después de un nuevo día de quehaceres y mucho trabajo en el pueblo, Helen trata de olvidar lo que vio en aquel bosque. Una parte en su interior le decía que había sido real, como una señal, pero su lado más consciente consideraba que olvidarlo sería lo mejor. Quizás solo fue el resultado de una semana llena de estrés.

Los guerreros del rey, dentro de ellos Vittorio, habían registrado todos los campos para hacer las examinaciones que Belmont les había pedido. Plantaron trigo para saber si daban resultados en unas semanas o no, ahí sabrían si las tierras después de tantos años volvieron a ser fértiles.




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