La Séptima Constelación

8. El lado oscuro.

Después de dejar a Helen cerca de casa, regresó al castillo para informar de lo que había sucedido. El rey tomó precauciones y reforzó no solo la seguridad de la realeza, sino del pueblo también. Una estrategia para ganarse la confianza de Alan nuevamente. Inglaterra y Francia a pesar de los años nunca han encontrado la forma de llevar las cosas por la paz, no porque los ingleses no lo quisieran, sino porque siguen culpándolo de la desgracia que ocurrió en el campo de los condenados donde su rey y todos sus guerreros habían perdido la vida de una manera misteriosa.

—¿Pactarán otra guerra? — Aarón pregunta mientras debaten la situación en el salón de reuniones del rey.

—No, no de momento. — el rey contesta.

—¿No? ¿Y qué esperamos? ¿Que llegue todo el ejército? — Alan refuta. — Encontré un mapa en sus bolsillos, obviamente querían entrar de alguna forma y atacar.

—¿Pero por qué serían solo tres? — el coronel Cristóbal duda. — Para entrar y atacar a todo un reino deben ser más que eso. A menos que tuvieran un buen plan.

—Quizás querían infiltrarse con los nuevos y en el mejor momento, atacar. — dice Vittorio.

—No lo creo. Llevaban la bandera de Inglaterra en sus armaduras. Para querer infiltrarse es algo absurdo. — Alan recuerda.

—Tienes razón. Quizás hay más escondidos en el pueblo, esperando su momento para atacar. — el rey está de acuerdo. — Dime, hijo mío. ¿Qué crees que podría hacer en este caso? — Alan lo fulmina con la mirada.

—¿Es esto una especie de prueba?

—Debería serlo pero no. Simplemente creo que en estos momentos, podrías sobrellevar la situación mejor que yo. — el príncipe sabe que el rey nunca dice ni hace nada sin sus segundas intenciones pero no armará otra discusión ahora, suficientes problemas tienen ya.

—Si no tuviera la certeza de que ya están entre nosotros pediría que aseguraran la frontera pero ¿de qué sirve si seguramente ya están por aquí? Entonces será mejor organizar escuadrones para que busquen en los lugares más escondidos de Francia y los encuentren.

—¿Y qué hacemos con ellos cuando los encontremos?

—Serviles té no será. — Alan contesta y el rey esboza una media sonrisa. — Supongo que algún líder tendrán, así que lo usaremos como medio para negociar con su rey.

—¿Ya tienen un rey? — Aarón pregunta.

—Cuando el rey murió, su único sucesor era apenas un chiquillo, así que esperaron algunos años antes de coronarlo. El trono fue regido por la reina hasta entonces. — responde el coronel Cristóbal. — Ahora que su hijo ya creció, al parecer quiere venganza.

—¿Quiere vengar la muerte de su padre? Es estúpido. Si fue a esa guerra ya deberían saber que morir es una opción. —Aarón dice.

—Díganos algo, mi rey. — Alan se acerca a Belmont. — ¿Qué fue lo que realmente pasó en ese lugar? ¿Cuál fue el verdadero causante de tanta muerte? — camina a su alrededor mientras el rey mira sospechosamente a Vittorio.

—Ya lo sabes, fue una maldición. Una peste que consumió la naturaleza misma.

—Pero si también fue una maldición para Inglaterra, ¿por qué sus tierras no están en sequía como las nuestras? ¿Por qué todo lo extraño parece venir de aquí? — Alan pregunta tranquilamente.

—No sé cómo responderte eso. Supongo que yo tampoco lo sé. — miente y Alan lo sabe pero prefiere no hostigarlo más, al menos no por hoy.

—Hablando de ingleses, acaban de informarme que tienen a otro en la mazmorra. — informa Vittorio después de escuchar a otro guerrero en la puerta. Todos se miran entre sí, después de todo Alan tenía razón.

—Yo me encargo. — dice el príncipe y se retira con Vittorio hasta el calabozo donde tienen al inglés colgado de las cadenas. Cruzan casi todo el castillo hasta llegar allí y tenerlo frente a frente. Tiene la cara ensangrentada por los aparentes golpes que los demás guardias les han proporcionado y al príncipe no parece importarle demasiado.

— Así que eres otro de los intrusos. — se coloca los guantes de cuero negro para no mancharse las manos con su sangre.

—¿Seguirán torturándome? No me sorprende. Es lo único que los franceses saben hacer. — osa al decir y Alan lo sujeta fuertemente de la mandíbula, presionando tanto que no lo deja respirar.

—Ten cuidado cómo le hablas al futuro rey de Francia. No tienes delante a un niño como seguramente lo es tu rey. — lo suelta bruscamente y lo deja recuperar el aliento. — Te haré una sola pregunta: ¿por qué están aquí? — empieza el corto interrogatorio mientras Vittorio disfruta del espectáculo.

—Creo que eso ya lo sabe. — por la forma en que responde, casi podría asegurar que es algún capataz de alto rango en la realeza de Inglaterra. — Mi rey solo quiere arrebatarle lo que también se le fue arrebatado.

—¿Qué es…?

—A su padre. — aunque Belmont no sea su padre sino su abuelo, ante todos es así. El coronel Cristóbal no ha tenido presencia como el verdadero padre de Aarón y Alan, ya que el rey siempre estuvo detrás de todo lo que son hoy. — Y he venido aquí para cumplir el deseo de mi rey. — aunque Alan no tenga la mejor relación con su abuelo, tampoco lo quiere muerto y menos en manos enemigas.

—¿Y dónde está tu rey ahora? Tanto significas para él que te envió a una misión suicida. — se acerca, despertando ese lado sádico que tanto le cuesta controlar. — ¡Libérenlo! — a todos, incluso al inglés, les sorprende.

Los guardias rompen sus cadenas y lo mantienen de pie frente a él.

—¿Tendrá una gota de misericordia? — Alan se burla de la corta esperanza del Inglés.

—Ni siquiera sé qué significa. — un silencio escalofriante se apodera del momento y Vittorio sonríe mientras observa todo desde la oscura esquina. — Ahora quiero…que te arrodilles ante mí.

—¡No! No me pida que haga eso, sabe perfectamente que no lo haré. Mi honor solo permite que me arrodille ante mi rey. — le hace señas al guardia y con un golpe en las piernas, lo obliga a caer de rodillas. — Pagará por esto. Algún día usted también caerá de rodillas. — el Inglés se queja de dolor.




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