La Séptima Constelación

13. Fiesta en el pueblo.

En el castillo.

El príncipe Alan, después de la cena fue a sus aposentos para recostarse en su lecho y mientras miraba el perfecto techado, no dejaba de pensar en las desafiantes palabras de aquella doncella de nombre Helen Laurent. Había algo que le empezaba a gustar de ella y no sabía cómo explicarlo, solo le fascinaba cómo se sentía. Todos sus encuentros, de principio a fin han sido escandalosamente un reto para él. Desde intercambiar miradas tentadoras, pareceres y posiciones sociales distintas, y carácter similar. Lo que de un momento a otro hace que sonría sin razón.

Cuando escucha la voz de Aarón por los pasillos, sale y lo alcanza antes de que se vaya.

—¿A dónde vas a estas horas? Podría ser peligroso. — Alan le dice.

—La misma pregunta te hice esta mañana y lo único que recibí fue tu desprecio, pero no te preocupes hermanito, ya estoy acostumbrado. — contesta irónicamente. Podría decirse que es la persona más alegre del castillo.

—Discúlpame, he estado muy estresado.

—No, no es por eso. Es porque tú eres así. — se ríe de él. — Pero por si te interesa, voy al pueblo. Después de un largo aburrido día en este enorme castillo, es mi dosis de felicidad.

—Todos deben estar dormidos a estas horas. Déjalos descansar.

—No tienes ni idea de cómo es el pueblo que pronto reinarás. Son los que mejor saben divertirse. Si vinieras conmigo lo entenderías. — se acomoda su chaqueta.

—Ok, entonces voy contigo. — esto sorprende a Aarón.

—¡Wow! Si vienes para arruinar mi momento será mejor que te quedes.

—No arruinaré nada, solo quiero distraerme un poco. Lleguemos juntos y tú disfruta a tu manera, no tienes que cuidar de mí. — esboza una media sonrisa, va por su túnica y aún con cara de sorprendido, cabalgan hasta el pueblo.

En el pueblo.

Mientras todos siguen con sus momentos de regocijo, Odette motivaba a Helen encontrar algún chico bueno entre la muchedumbre para conquistarlo y pensar en matrimonio pero ella no estaba muy interesada. Lucas ya está muy ebrio, bailando y cantando como loco por toda la aldea mientras que Jason lo vigilaba. Como era el mayor, sentía la responsabilidad de cuidar de sus hermanos y aunque también disfrutaba, no bebía de más.

—¿Ves ese de allí? Tiene cara de niño bueno pero seguramente es un dependiente de mami y cuando te cases con él estará comparándote con las atenciones de su madre por el resto de tu vida. — Odette comenta, señalando a uno de los chicos entre la gente. — Ese otro, te engañará con algunas cinco mujeres más y posiblemente llegue borracho cada noche. — señala a otro más. — Y este, seguramente no te complazca lo suficiente sexualmente por las noches.

—¿Qué tan importante es el apareamiento en un matrimonio? — Helen desde su inocencia pregunta.

—¿Bromeas? Es la mayor base de todo matrimonio, Helen. ¿De dónde crees que salen todos estos hijos? — señala a una mujer con cinco hijos en una esquina y Helen los ve. — Nos volvemos viejas. A este paso me quedaré en casa de mi madre por el resto de mi vida siendo la solterona niñera de todos los niños del vecindario. — a Helen le divierte ver cómo Odette se desanima por no tener su príncipe azul todavía.

—Tranquila, algún día llegará tu amor incondicional. Algún día tendrás al hombre que cumpla todas tus expectativas. — la anima.

—¡Madre de Dios! Parece que nuestras plegarias fueron escuchadas. — dice Odette mientras mira a los príncipes Rutherford llegar al festejo. Solo que no los reconoce, ya que Alan lleva una bandana que cubre la mitad de su cara y Aarón tampoco era muy conocido por ser un príncipe en el pueblo. Helen frunce el ceño y cuando sigue su mirada, se encuentra con los ojos azules de Alan, mirándola desde la distancia. Aunque esté cubierto, ella sabe que es él, esos ojos comenzaron a ser inolvidables para ella.

—Esos hombres de apariencia oscura y misteriosa, son los primeros en romperte el corazón, así que no te ilusiones. — le aconseja pero cuando la mira, ya está sonriendo y caminando hacia el centro de la fiesta para hacerse notar frente a Aarón. Ya conocía a su amiga, así que no había manera de decirle qué hacer.

Helen resopla y sigue observando a todos cantar y bailar.

—No sabía que te gustaban las fiestas. — dice Alan, acercándose. Helen lo ignora y el sonríe. — ¿Puedo sentarme a su lado, señorita Laurent?

—No sé cómo son las cosas en el castillo pero aquí las rocas y bancos están disponibles para todos. Así que sí, puede sentarse. — le responde de no tan buena manera. El príncipe se sienta a su lado y observan a la gente juntos en silencio por algunos segundos.

— No sabía que realizaban estas actividades. — rompe el silencio.

—Es nuestra manera de evadir nuestro sufrimiento.

—No veo que nadie esté sufriendo ahora.

—Que bailemos y cantemos no significa que no estemos conscientes de que merecemos más. De que merecemos un trato mejor. — parece que Helen sufre más por su pueblo que todos los habitantes juntos.

—¿Tú darías tu vida por ellos, no es así?

—De ser necesario, sí. No tolero las injusticias y aquí las vivimos a diario. — Alan se queda en silencio. — Es extraño verlo aquí pero lo que es aún más extraño es que esté sentado a mi lado después de todas las cosas que le dije. Honestamente pensé que mandaría a sus guerreros a mi vivienda a romperlo todo y encerrarme en una de sus celdas.

—Nunca te haría algo así. — desde que se conocen, es lo más pasivo que le ha dicho. — Me gustan las personas con tu carácter y en estos tiempos, hay muy pocas. Así que me siento afortunado de conocerte. — Helen se ruboriza.

—¿Si soy así con el rey o con los demás miembros de la realeza, pensarían lo mismo?

—No y no te recomiendo que lo hagas. Solo sé así…conmigo. Aunque sé que es un trabajo imposible para ti.

—Puedo hacer un intento. Se me da muy bien hacer mi papel de niña buena.




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