La Séptima Constelación

14. La tormenta.

Una gran tormenta asaltó el amanecer, por lo que no hubo mucho movimiento en las calles. Alan se sentía un poco hostigado con la presencia de Turquesa en el castillo y la insistencia de su madre al querer unirlos. Si antes no quería casarse ni perder el tiempo con el tema del matrimonio, ahora mucho menos. Odia actuar bajo presión. Por consiguiente, después del desayuno, va hasta las caballerizas para pasar tiempo con Morpheus y cepillar su largo pelaje.

—Buenos días. — Turquesa aparece son una sonrisa. Alan no esperaba que fuera hasta allí. — Lamento no haber podido estar en el desayuno, es que acostumbro a levantarme un poco tarde. — se excusa, cuando la verdad es que a él no le importa.

—Descuida. — sigue cepillando su caballo. — Veo que Morpheus ha crecido mucho. Está tan apuesto como su dueño. — se acerca y lo acaricia. Alan la mira y nota que está intentando coquetear con él.

—Gracias por el cumplido, supongo. — esboza una media sonrisa.

—Lamento mucho si la insistencia de mi madre resulta ser un problema. — frunce el ceño, fingiendo que no sabe de qué le habla. — Sé que sabes que tienen planes de unirnos como un matrimonio, yo también lo he notado. Nuestras madres quieren asegurarse de que nuestro futuro sea intachable.

—Qué bueno que también te percates de ello.

—¿Y qué opinas al respecto? — Turquesa juega con sus uñas mientras espera una buena reacción. El príncipe se detiene y resopla, pensando en cómo responderle sin herir sus sentimientos.

—Ni siquiera nos están dando la oportunidad de decidir qué es lo que queremos. Nos están presionando y nos privan la libertad de escoger. — la mira a los ojos. — Y yo amo… la libertad. — tenerlo tan cerca provoca que Turquesa pierda el control de los latidos de su corazón. — ¿Sabes qué es lo que pasa? Que mientras más me presionan a hacer algo, menos lo hago. Odio que intenten controlarme y espero que tú también. — se aparta y vuelve a dejar el caballo cómodamente en su lugar.

—Por supuesto. Pero si te soy honesta, no me parece tan mal plan. Me refiero a que…mi familia podrá pagar la dote sin inconvenientes y ambas se beneficiarían. Mi padre tiene muchas tierras que compartiría con el rey y sus contactos en el extranjero les servirían.

—Creo que sin la necesidad de casarme contigo, el rey obtiene lo que quiere de tu padre. Así que no sería una excusa.

—Pero seguirás necesitando una buena esposa para compartir el reino. Y bueno, yo soy educada, sé leer, escribir. Pensé que sería más fácil para ti hacer esto con alguien que ya conoces. — Turquesa parece estar muy ilusionada.

—Pero mereces casarte por amor y yo nunca podré darte eso. — el príncipe le es muy sincero. — Tú y tu madre pueden quedarse todo el tiempo que quieran, es un honor tenerlas aquí. Solo tratemos de llevar las cosas con calma, ¿sí?

—Por supuesto, mi lord. — inclina la cabeza.

—Tengo cosas que hacer, si me permites. Ten cuidado con el lodo. — le advierte y se marcha. Aunque la lluvia ha parado, ha dejado muchos charcos alrededor de todas las afueras del castillo. Las respuestas del príncipe le han dejado un mal sabor pero no sería un impedimento para seguir intentándolo. Ya no se trataba de lo que quería su madre, sino de lo que su avaricia le exigía.

Sale de las caballerizas y observa todo el castillo desde cierta distancia.

—No me daré por vencida tan fácilmente. Algún día todo esto debe ser mío también. — dice para sí misma y esboza una media sonrisa. Mira el suelo mojado con mucha repugnancia y sostiene su vestido para no mancharlo mientras camina de regreso al interior del castillo.

En el pueblo.

Todos están acobijados en sus casas hasta que pase la tormenta. Algunos tenían que colocar cantinas para que las filtraciones de agua no inundaran sus casas, por suerte, la de Helen resistía. Odette por ir a visitarla muy temprano, tuvo que quedarse en aquel lugar hasta que las lluvias se calmaran y pudiera regresar a su hogar.

— Y cuéntame… ¿cómo se conocieron tanto el príncipe Alan y tú? Lo pregunto porque anoche los vi muy juntitos en la fiesta. — Odette le pregunta mientras están sobre la cama del aposento de Helen.

—¿Por qué preguntas eso? ¿Qué importancia tiene? — intenta evadir el tema.

—Tiene todo de importante. Es el futuro rey. — insiste.

Helen resopla.

—Nos conocimos de la manera más extraña. El día de su presentación, cuando paseó por el pueblo en su cumpleaños, no quise arrodillarme y lo miré a los ojos pero no fue intencional. — recuerda aquel momento. — Verlo a los ojos mientras también me veía fue una coincidencia. Fue una casualidad que entre tanta gente sus ojos posaran sobre mí.

—Escuché algo sobre eso pero no de la manera romántica en la que me lo estás contando tú. La gente comenta que quizás te castigarán si sigues comportándote de esa manera.

—No hay nada de romántico en esto, Odette. Sabes muy bien que jamás podría sentir amor por esa gente.

—Eso no fue lo que vi anoche. — Odette sonríe. — Pero cuéntame, ¿qué pasó después?

—Seguía apareciendo en mi camino repentinamente y mi carácter lo impresionó. De alguna manera le agrada cómo soy y…seguimos hablando.

—¿Hablando sobre qué?

—Sobre el pueblo. Le interesa saber más de nuestras costumbres así que me ofrecí a ayudarlo.

—Se oye más como una excusa. Fácilmente podría pagarle suficiente a cualquier vocero o guardián del pueblo para que le dé toda la información que necesite. — Helen sabía que también era una posibilidad, así que comienza a sospechar de las verdaderas intenciones del príncipe. — El príncipe es muy apuesto. Es el deseo de todas las doncellas del pueblo y la nobleza. No te imaginas las que pagarían lo que no tienen para al menos tenerlo tan cerca como frecuentemente lo tienes tú.

—Pues nada de eso me interesa. Mientras más cerca al enemigo tengas, más lo podrás controlar. Eso es justamente lo que estoy haciendo.




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