La Séptima Constelación

16. La próxima reina.

Cae la noche.

Después de muchos arreglos, llegadas de invitados, princesas, bailes, música y demás, el príncipe Alan hace su entrada. Lleva un nuevo traje de tela negra con cadenillas y bordados plateados. Su cabello lacio bien peinado y una exquisita fragancia. Todos agachan las cabezas mientras pasa y se sienta en el trono con el rey de su lado. El vocero hace su presentación y cada una de las familias que han venido presentan a su princesa. Todas parecen ser educadas pero ninguna parece ser del agrado del príncipe. Lo que complica más tomar una decisión.

Mientras todos se quedan bailando y comiendo, el príncipe va a un espacio preparado con una lujosa mesa, dos sillones de oro, velas, rosas y demás para conocer a todas las princesas de una manera más privada y personal.

Princesa de Aquitania.

—Dime, ¿por qué deberías ser tú la próxima reina de Francia? — Alan le pregunta, lo que la pone muy nerviosa.

—Pues...porque...soy bonita. — contesta con una sonrisa.

—¿Y aparte de eso no tienes nada más que ofrecer?

—¿Qué más necesitaría para ser una reina? — deja al príncipe en completo silencio.

Princesa de Borgoña.

—¿Le gusta la literatura?

—Sí, me encanta. Mi sueño es construir bibliotecas en todos los pueblos para facilitar la educación de los niños. Así todos aprenderán a leer y escribir. — esta respuesta es de más agrado para el príncipe.

—¿Y qué tiene en mente para conseguir el capital que eso conlleva?

—Bueno, el reino tiene mucho oro. Eso será más que suficiente para pagar todo. Contrataría a los mejores obreros.

—¿Y de dónde se sostendría el ingreso diario que necesitaría el mantenimiento de una biblioteca? Los pueblos no tienen dinero para comprar libros, así que esos servicios serían gratuitos.

—Pero somos ricos ¿no? No pienso que el dinero sea un problema. — el príncipe se queda en silencio.

Princesa de Normandía.

—Disculpe, es que...los nervios me dan ataques de risa. — se ríe chillonamente sin parar solo por ver la cara de Alan.

—¿Se encuentra bien? — frunce el ceño y ella solo sigue riendo.

Princesa de Carennac.

—¿Por qué cree que debería escogerla como mi esposa?

—Porque...le daría todo lo que un hombre quiere. — le da una mirada seductora. — Noches intensas de placer cada que quiera y todos los herederos que necesite.

—¿Y usted...qué es lo que desea?

—Nada. Solo lo que usted desee. — deja al príncipe en silencio otra vez.

Princesa Turquesa Robledo.

En cuanto entra, el vestido que lleva puesto (diseñado por Ross) llama mucho su atención. El escote un tanto provocativo, los diamantes, el color, la textura, es una absoluta maravilla visual y Alan lo toma en cuenta. Le arrastra la silla para que pueda sentarse y luego lo hace él.

—Esto es raro. — dice y ella sonríe.

—Mi madre jamás habría permitido que me perdiera esto. Espero que no te incomode.

—Para nada. Solo hagamos nuestro papel.

—¿Alguna ha llamado tu atención?

—No. Empiezo a creer que el del problema soy yo. Suelo ser muy exigente.

—Dentro de tantas princesas debe haber una que te merezca. — Alan la mira a los ojos. — Eres el único heredero del trono, ser exigente es necesario. Pondrás a toda una nación a sus pies.

—¿Acaso es tan difícil de entender? — sonríen. — Aunque...pensándolo bien, creo que seguiré los consejos de mi madre por esta noche. — Turquesa frunce el ceño. — Tú y yo nos conocemos, crecimos juntos. Ahora pareces ser la única salida a mi desesperación. — la mira fijamente. — ¿Aceptarías ser la elegida de esta noche? — en el momento en que escucha sus palabras, Turquesa se queda sin habla ante tal sorpresa. Estaba en sus planes hacer lo necesario para tener su atención pero la ansia de Alan por cumplir con el deber es mucho más fuerte que lo que realmente quiere reconocer. — Entiendo que es demasiado...

—Sí quiero. — lo interrumpe. — Es todo lo que anhelo. Ser tu esposa...podría significarlo todo para mí. — acaricia su mano sobre la mesa y Alan la observa con confusión.

—Entonces que así sea.

Por lo corredores, el nerviosismo de Aarón por el plan de su hermano provoca que tropiece con Claudia mientras llevaba en manos una bandeja de copas. La que cae al suelo y mancha parte de su vestido.

—¡Lo siento muchísimo mi señor! No lo había visto. — Claudia se disculpa, mientras intenta recoger el desastre.

—No, tranquila. Yo fui el culpable. — se agacha y le ayuda. Sus manos rozan al tocar una de las copas y con una inusual sensación, se miran a los ojos. Ambos admiraron la belleza del otro hasta que otros guardias pasando destruyen el momento. Claudia se levanta y muy avergonzada, regresa a la cocina para cambiarse de ropa y traer nuevas copas.

Anuncian el comienzo del baile y entre todas las princesas, Alan escoge a Turquesa. Le extiende su mano delante de todos y con mucha felicidad, ella acepta. Josefina y Gertrudis, muy sorprendidas con lo que sus ojos ven, se miran y sonríen. Unos murmuran de alegría y otras por disgusto de no ser las elegidas, pero aun así, deben mostrar respeto. Y el rey tampoco está nada contento con esta decisión, puesto a que cree que Turquesa podría ser lo que tanto ha esperado por años. No quiere ver a su nieto sufrir por algo que luego él mismo destruirá, así que esto lo complica todo.

En el pueblo.

¿Cómo sería la vida de una princesa? ¿Qué se sentiría usar estos vestidos a diario y mostrar tanta formalidad ante gente moralmente insignificante? ¿Cómo sería poder participar para ser la próxima reina de Francia? Helen se pregunta mientras se ve el vestido rojo que Ross le ha obsequiado en el circular espejo de su aposento. Una parte en su interior desearía poder asistir a uno de esos eventos, hacer su entrada y que todos los ojos estén sobre ella. Pero parecía ser algo imposible de suceder.




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