La Séptima Constelación

21. Una muerte inesperada.

Helen siente cómo lentamente algo se rompe por dentro y la deja sin fuerzas. Su cerebro no puede asimilar lo que acaba de escuchar. Siente que se derrumba pero unas fuertes manos la sostienen. El príncipe Alan no la deja caer y le ayuda a mantenerse de pie mientras ella oprime su brazo. Sin pensarlo más, corre de regreso a la aldea y ahí lo ve, rodeado de personas.

Se acerca y está empapado de su propia sangre, con una barra de hierro atravesada en su abdomen.

—¡No! ¡Padre! — Helen cae de rodillas frente a él. Sus hermanos también están igual. — ¿Qué pasó? — rompe en llanto.

—¡Traigan al médico, ahora! — el príncipe les ordena a sus guerreros.

—Hija mía. — Benjamín toca su mejilla. — No podía morir...sin ver esos hermosos ojos...por última vez. — dice con dificultad.

—No digas eso, no morirás. El médico vendrá y te recuperarás.

—Ya llegó mi hora, lo siento.

—No digas eso padre, estarás bien. Solo resiste. — Lucas llorando le implora, sosteniendo una de sus manos.

—Ustedes son...mi mayor regalo. Los amo. — Jason, a cambio de ellos, está alejado conteniendo sus lágrimas. En parte se siente culpable por no haberlo salvado de aquella caída que le está costando la vida. — Díganle a su madre que la amo. Nunca la dejen sola.

—Se lo dirás tú mismo, se lo dirás. — Helen mantiene la esperanza.

—Tú...siempre serás mi guerrera. Mi princesa... y nunca te conformes... con menos de eso. — son sus últimas palabras hacia ella.

—¿Padre? ¡Padre! — le grita, notando que ya no respira y sus ojos ya no parpadean. — ¡Padre! — golpea su torso mientras todos los presentes sueltan sus lágrimas de dolor. Benjamín era querido por todos. Siempre fue un hombre ejemplar y digno de admiración. — ¡No! — algo desgarra el alma de Helen y no le permite ponerse de pie. El dolor que siente es demasiado fuerte, más del que creía poder resistir.

—Helen, ven. — Alan le ayuda a levantarse y por su bien, se la lleva a otro lugar mientras se encargan de preparar el cadáver en una sandapila para darle su merecida sepultura.

Cuando regresan al lago, se deja caer en las tierras mientras sigue llorando por la muerte de su padre. Él está muy preocupado por ella, sabe que pasar por esto es muy doloroso, así que se sienta a su lado también.

—Lo siento mucho. — dice, entre su llanto.

—¿Lo siente mucho? ¿Lo siente? — está triste y molesta. — Murió trabajando para alguien a quien no le importaba su vida, ¿le parece justo? ¡Ustedes son los culpables de esto! — se levanta pero antes de que pueda irse, Alan la sujeta del brazo.

—¡No me toques! — lo empuja. — ¡No te atrevas a volver a tocarme! ¡No te quiero cerca de mí! — sigue empujándolo hasta que le sujeta las manos sobre su torso para evitar que continúe.

—¡Ya basta! Es suficiente. Deja de hacerte más daño. — el príncipe le dice. — Insúltame si quieres, golpéame, saca todo lo que sientas dentro pero no busques culpables donde no los hay. — suelta sus manos, para que haga lo que quiera.

Helen lo mira a los ojos y en vez de seguir golpeándolo, deja caer su cabeza sobre su torso para abrazarlo. Para sentir su calor. Alan acaricia su cabello y deja que llore todo lo que necesite sobre su hombro.

—Duele. — dice cerca de su oído mientras las lágrimas descienden sobre sus mejillas.

—Lo sé, lo sé. — el príncipe sigue abrazándola. Mientras tienen su momento, son observados por Vittorio desde la distancia y detrás de muchos árboles secos. El que tuvo mucho que ver con la no tan casual muerte de Benjamín Laurent.

Rato más tarde.

Todos los pueblerinos están en la despedida de Benjamín vestidos de negro con velones encendidos que dejan frente a su entierro. Él lo era todo para Helen, para sus hermanos y para su esposa. Era su consentidor y su razón para seguir luchando. Nada volvería a ser igual sin él. María se había desmayado al enterarse de la trágica noticia, pero ahora no le queda más que ser fuerte para sus hijos. Todos están muy afectados por esto.

—Te fuiste, pero jamás olvidaré todo lo que me enseñaste. — dice Helen, dejando una rosa blanca frente a la sepultura. — Y si alguien fue el responsable de tu muerte, no descansaré hasta hacerle pagar. — hace la promesa. Se persigna y se acerca a Odette, quien la abraza y le da su más sentido pésame.

Cae la noche.

Solo han pasado 7 horas después de la muerte de Benjamín y toda la familia Laurent sigue igual. Su hogar ya no es lo mismo sin él. Todos sienten un gran vacío tras su partida. No tienen apetito, ni ganas de hacer nada, por lo que Ross les llevó cena que aún no han podido comer.

—Todo esto es mi culpa. — Jason dice.

—No lo es, por supuesto que no lo es. No te atrevas a repetir eso. — María lo mira.

—Debí estar más atento.

—Jason, no digas tonterías ¿quieres? No hagas esto más difícil. — Lucas le pide.

—Somos una familia fuerte, seguiremos adelante juntos. Es lo que él hubiera querido. — María se consuela en sus propias palabras. — Benjamín siempre permanecerá en nuestros corazones, como el hombre fuerte y valiente que siempre fue, ¿de acuerdo? — Lucas y Jason asienten. — Vengan aquí. — le abre los brazos y se acercan para abrazar a su madre. Menos Helen, quien los mira sin saber qué hacer y solo sale corriendo de casa para poder tomar aire fresco.

—¡Helen! — Jason intenta ir tras ella pero María lo detiene.

—Déjala, necesita sobrellevarlo a su modo. — conoce muy bien a su pequeño retoño.

Helen corre lejos de casa y cuando encuentra un buen lugar, se detiene a llorar. Pasa las manos por su cabeza y trata de calmar su ira y su tristeza. ¿Por qué? ¿Por qué me está pasando todo esto a mí? Se pregunta mientras lo único que la acompaña, es la soledad. ¿Cómo podría retomar su vida, la alegría de cada mañana si su padre no está? ¿Cómo podría acostumbrarse a ello?

—Pobrecito, era un hombre tan bueno, lástima que haya terminado de esa forma. — escucha la burlona voz de Vittorio detrás de ella. — Qué dura es la vida ¿no? — se da la vuelta y se acerca.




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